La gran ofensiva arancelaria anticipada y oficialmente anunciada por Donald Trump el pasado 2 de abril busca redefinir las normas del comercio mundial, esperando en último término debilitar el dólar e incrementar la producción, autonomía y competitividad de la industria estadounidense .
Dejando a un lado los numerosos comentarios de carácter puramente ideológico, los economistas concuerdan en señalar que el primer efecto que se dejará sentir en Estados Unidos por los aranceles es la inflación resultante de bienes más caros y escasos, que posiblemente y como ya señala un informe del banco JP Morgan, se combinará este año con una recesión económica, generando el fenómeno conocido como estanflación.
Si bien la administración Trump no ha querido olvidar a ningún país en la subida general de aranceles, resulta interesante fijarse en las diferencias que generarán entre los países o bloques aduaneros (como la Unión Europea).
Hecatombe asiática
Los países asiáticos llenan las primeras posiciones de los rankings. Camboya se ve impuesta con aranceles por el 49% del valor de los bienes, Vietnam por el 46, Tailandia 57, Taiwán e Indonesia 32. Poco importa que los países sean o no aliados o socios políticos de Estados Unidos.
De hecho, China sale relativamente bien parada, con unos aranceles del 34%, y es que como reconoció el propio Donald Trump, Estados Unidos no habría podido asumir un porcentaje más elevado sin incurrir en graves problemas.
Washington ha acordado algunas excepciones temporales a estos aranceles, incluyendo los semiconductores, productos farmacéuticos y determinados minerales. Sin embargo, los bienes manufacturados básicos constituyen el grueso de las exportaciones de los países del sudeste asiático a Estados Unidos, y serán, por tanto, duramente castigados tanto en la teoría como en la práctica.
Matices europeos
En la UE Trump ha aplicado lógicamente un arancel único del 20%, pero que paradójicamente ha generado vencedores y perdedores en función de dos criterios: la balanza comercial de cada país miembro de la UE con Estados Unidos, por un lado, y por otro la naturaleza de las exportaciones a EE.UU. y si estas entran o no en las excepciones anunciadas.
Así, por ejemplo, Irlanda sale comparativamente muy beneficiada respecto a otros países europeos: a pesar de que Estados Unidos sufre un déficit comercial muy considerable frente a la isla esmeralda, los aranceles efectivos que sufre este país se mantienen por debajo del 5%, ya que son en la inmensa mayoría farmacéuticos.
En cambio, Países Bajos, el país con el que Estados Unidos mantiene el mayor superávit comercial, es castigado con unos aranceles efectivos de cerca del 12% debido a la composición de sus exportaciones.
De forma similar, países con un gran componente de exportaciones agroalimentarias y de bebidas alcohólicas, como España y Francia, salen peores paradas, cuyos aranceles efectivos se calculan del 16 y 18% respectivamente.
El país europeo que más pierde no es Alemania sino Eslovaquia, porque sus exportaciones a EE.UU. tienen un fortísimo componente automovilístico, sector que sufre una sobreimposición universal del 25%. Efectivamente, los aranceles efectivos para este pequeño país centroeuropeo se calculan del 24%.
El club del 10%
La administración Trump fijó en el 10% el arancel mínimo. Un “regalo” que se reserva a los países con los que Estados Unidos tiene balanzas más equilibradas (a condición de que no tengan la mala suerte de encontrarse en el bloque de la UE, como le sucede a Países Bajos).
Las naciones más afectadas en esta categoría serán los Emiratos Árabes Unidos, Australia y Reino Unido, tres países que son de lejos receptores netos de importaciones estadounidenses.
Washington ha acordado algunas excepciones temporales a estos aranceles, incluyendo los semiconductores, productos farmacéuticos y determinados minerales Compartir en X