En 1968 la Editorial Destino creó el Premio Josep Pla de narrativa. En 1973 lo ganó la novela Andrea Víctrix, del mallorquín Llorenç Villalonga.
En 1974 la compré, la leí y la guardé en la biblioteca. Es un escrito que pertenece al género de la literatura utópica personificado por un personaje andrógino: Andrea Víctrix. La novela es una sátira del mundo actual basado en el turismo, con una civilización abocada a la decadencia y la muerte, y que transcurre en un futuro próximo. La novela se sitúa en Mallorca, en una Mallorca desconocida (ahora se llama Turclub), donde todo pasa sobre la base de que «El progreso no se puede detener».
Desde hace tiempo –tal y como evolucionan los acontecimientos en nuestra civilización y cómo se ha transformado el turismo en Mallorca y en todo el mundo– recordaba vagamente pasajes de la novela y me rodaba por la cabeza releerla. Cuando las grandes ciudades turísticas y, sobre todo, las de la cuenca mediterránea, se han manifestado contra esta masificación… ¡lo he releído! Han pasado cincuenta años.
Llorenç Villalonga i Pons
Es un escritor mallorquín (Palma 1897-1980) que con sus novelas del Ciclo de Bearn (Muerte de Dama, 1931; Bearn o la sala de las muñecas, 1956; La novela de Palmira, 1952 y La heredera de doña Obdulia o Les tentacions,1964) hizo un retrato perfecto del inicio y certificación de la decadencia de la aristocracia mallorquina hasta su fallecimiento.
Este ciclo es algo irregular, pero muy interesante por el retrato satírico de la Mallorca más conservadora y por el imaginario tan amplio con personajes que salen de un libro para entrar en otro y dialogar entre ellos.
Bearn es una de las novelas primordiales de la literatura catalana de todos los tiempos, junto a Vida privada de Josep Maria de Sagarra, La plaça del Diamant de Mercè Rodoreda, Incerta gloria de Joan Sales y Crist de 200.000 braços de Agustí Bartra.
En 1973, después de trabajar durante doce años Villalonga publicó Andrea Víctrix, una novela distópica, una sátira del mundo actual mallorquín abocado a la decadencia y a la muerte, un viaje en el mundo de la ciencia ficción en el que el autor relata cómo la sociedad mallorquina desaparece bajo la mirada de los mismos que la han defendido hasta el final.
Como dice en la Introducción «la tragedia radica en este punto: estamos viviendo una revolución que tergiversa la sensibilidad y la moral clásicas. Se avecina probablemente una mutación». Esta mutación hoy ya no se reduce a Mallorca sino en toda la humanidad y con Andrea Víctrix, Villalonga, continúa con su cruzada contra el mundo deshumanizado del futuro, asistiendo a la lucha entre el romántico protagonista que quiere detener el progreso y la civilización que quiere asimilarlo.
Es la Nueva Colonización ejercida por las naciones ricas de Occidente, por los estamentos internacionales (ONU, OMS, UNESCO…) y por las grandes empresas multinacionales químico-farmacéuticas sobre las naciones.
¿Qué es una distopía?
En 1516 Tomás Moro publica su obra Utopía. En ella Moro concibe el estado ideal de una república imaginaria, una república que, como indica su nombre en griego, es un «no lugar», un proyecto de «difícil realización». Es como el Edén de la tradición judía-cristiana, o el «más allá» de los Campos Elíseos de los griegos. Algo casi perfecto, prácticamente inalcanzable.
La Utopía de Moro fue un nuevo género que se interrelacionaba con la literatura, la política y la filosofía.Utopía es una situación ideal, imaginaria en la que Moro critica a la sociedad de su tiempo. Es un paraíso donde no hay propiedad privada, con trabajo para todos, donde a nadie le falta nada ni nadie tiene más que los demás, con tolerancia religiosa y donde el vicio y la violencia no existen… La idea no era del todo original, ya que Platón en La República o San Agustín a La Ciudad de Dios ya plantean esta situación.
Con el paso del tiempo surge la Distopía, la cara opuesta a la Utopía: una sociedad pretendidamente perfecta que se convierte en una pesadilla, una «utopía negativa», una concepción imaginaria de una sociedad organizada de forma opresiva y totalitaria.
Parece ser que el primero en utilizar este término fue el británico John Stuart Mill en 1868 en un discurso en el Parlamento en el que criticaba ciertas medidas del gobierno irlandés. Pero cuando realmente se introduce el concepto es con las novelas Erewhon de Samuel Butler (1872), Señor del mundo de Robert Benson (1907) o Nosotros de Yevgueni Zamiatin (1920). Con Un mundo feliz (1932) Aldous Huxley inaugura la «trilogía distópica» que continuarán George Orwell con 1984 (1949) y Ray Bradbury con Farenheit 451 (1953).
Andrea Víctrix de Villalonga forma parte de este entorno. Es una reformulación del universo de Un mundo feliz donde se describe los efectos desastrosos de la sociedad tecnológica de la era moderna. Se adelanta a su tiempo para describir, como si fuera un oráculo, la decadencia y la autodestrucción de la civilización que nos ha tocado vivir, del mundo perdido de la aristocracia mallorquina, de la contraposición del individuo ante la masa alienada y sin conciencia propia.
Villalonga sentía angustia ante la llegada masiva de recién llegados, nuevos ricos ingleses y alemanes, tan diferentes de la elegancia de las clases acomodadas y la aristocracia mallorquinas en las que él mismo se adscribía. Pero esto ha acabado afectando no sólo a la sociedad mallorquina sino a toda la humanidad.
Andrea Víctrix
Nos encontramos en el año 2050 y el protagonista es un escritor, un héroe romántico, congelado en 1965 y que se despierta 85 años después, con una apariencia de edad de unos 30 años. Conoce Andrea Víctrix −un ser andrógino, encantador y monstruoso a la vez, Ministro del Placer y Consejero Económico, con un cuerpo asexual y estilizado propio de los mejores momentos de la estatuaria griega− que es quien le conduce a lo largo del relato para mostrarnos este mundo basado en el consumismo y la destrucción constantes del humanismo.
El protagonista se encuentra con un mundo deshumanizado, una sociedad mallorquina que desconoce, una Mallorca totalmente entregada y dominada por el turismo, por el desenfreno sexual y por la explotación de los recursos naturales. Ya no se llama Mallorca, sino Club Turista del Mediterráneo (o Turclub como se le llama corrientemente), una tierra con cuatrocientos cabarets, tres mil cines y millones de transistores pero en la que mucha gente vive angustiada por los pocos recursos y los muchos excesos.
En un momento determinado, ante este nuevo vivir en Turclub, el narrador quiere convencer a Andrea de las ventajas de cómo se vivía en su tiempo:
Le hablé de mi tiempo, del hogar y de los hijos, de las catedrales góticas, de la majestad de la liturgia, de la belleza de los campos de trigo, y, transportado por unos momentos a la primera juventud, enumeré los placeres del fútbol cuando los deportes no eran todavía comercio, de la sangre circulando normalmente por las venas sin necesidad de estimulantes, y del dormir reparador sin hipnóticos…
Todo esto ha desaparecido y en su lugar estamos contemplando un mundo donde la tecnología ha pasado a ser algo parecido a un nuevo Dios, a ocupar el espacio metafísico: el narrador se encuentra en un mundo donde sus antiguos valores han sido trastocados. Para Villalonga es el síntoma del fracaso de la civilización, la catástrofe al que la modernidad nos aboca: el fin del género binario, de la distinción de la sociedad entre hombres y mujeres. Lo que por ciertos movimientos supone una deseada utopía para él es una pesadilla.
Bajo el eslogan del dogma imperante El Progreso no se puede detener −que aparece en todos los carteles luminosos esparcidos por todas partes en detrimento de la agricultura y la naturaleza− y de la propaganda radiofónica constante, los habitantes son obligados a comprar electrodomésticos para hacer funcionar la economía. A los niños se les inculca, desde las ramas, la fórmula de Einstein, el acto de fe: E=mc2 (símbolo supremo de la tecnificación); atacar la fórmula es un crimen sin remisión. También se organizan viajes de fin de semana a la luna…
Todo el mundo estaba obligado a beber el Hola-Hola, «la bebida de la cordialidad» -máximo sacramento internacional que pertenecía a la más poderosa firma de la Europa Unificada, «cuyo gerente era un auténtico hermafrodita»−. Se había convertido en la bebida oficial, de la que no se podía blasfemar. Los niños nacidos en el Centro de Reproducción del Mediterráneo se bautizaban con Hola-Hola.
Estamos en una sociedad donde se ha instaurado el hedonismo como totalitarismo, donde ha habido una liberación farmaco-pornográfica imperativa de los cuerpos. Los habitantes se ven abocados a trabajar, a endeudarse y a drogarse, en un ciclo del que no pueden salir. El Soma (recuerdo de Un mundo feliz de Huxley) revitaliza artificialmente el cuerpo, pero acorta el tiempo de vida.
El Gremio de camareros era la alta nobleza del país. Según las leyes vigentes todo el mundo debía acatar esta casta que tan influye en el progreso de la industria turística y hotelera. En los bares y cafés todas las consumiciones eran líquidas, a base de zumos sintéticos y medicamentados, por eso las dentaduras degeneraban y se explicaba la profusión de dentistas que existían. En el restaurante servían fruta sintética y zumo de naranja que no es de naranja; no llega a distinguir la carne del pescado ni el sexo de la gente…
−Hoy el sexo está sobrepasado, es un accidente sin importancia…
– ¿Y el amor?
−Ame la Humanidad, el Partido Único… Poco a poco llegará a comprender la nueva moral. Ayer encerraron en prisión a un individuo que escribía una novela…
El fútbol había desaparecido. Los directivos sólo se preocupaban de fichajes y propagandas… Incluso llegaron a simular, por ciudades lejanas, allí por islas perdidas del Pacífico, partidos que sólo existían sobre los papeles de las oficinas y los escenarios de la TV… Todo, al fin, se hundió en el marasmo y en la burocracia.
El relator se da cuenta de que esto ya no es la Isla de la calma… «−Me encuentro en un mundo que no entiendo» y no sabe cuál es su lugar en esta sociedad.
Leer hoy Andrea Víctrix nos hace dar cuenta de la visión tan actual del turismo y del mundo en decadencia que imaginó Villalonga hace cincuenta años, una sociedad que desaparece inexorablemente ante la mirada impotente de quienes la han defendido hasta el final.
Es la génesis de un tipo de imbecilidad moral de nuestros días que llevó a Villalonga a elaborar −probablemente sin saberlo− algunas profecías:
La crisis del modelo actual de turismo, una industria que da el pan, pero que estropea la Isla, agota los recursos y extiende sus raíces por todas y cada una de las colinas y costas de la geografía mallorquina; el arrinconamiento de las letras; trabajar para comprar; la industria y la técnica como nueva religión; fábricas de procreación; la relación entre la economía y la industria del placer… Cada vez se hace más difícil diferenciar a Turclub de la actual Mallorca: entregada al turismo de masas, a las grandes corporaciones, a los ricos recién llegados, a la liberación sexual y con episodios de excesos del turismo desbocado, tal y como vemos desde hace tiempo en muchos lugares de la isla. Es la descomposición de la actual sociedad, de sus costumbres…
La crisi del model actual de turisme, una indústria que dóna el pa, però que fa malbé l’Illa, esgota els recursos i estén les seves arrels per tots i cadascun dels turons i costes de la geografia mallorquina; l’arraconament de les lletres; el treballar per comprar; la indústria i la tècnica com a nova religió; fàbriques de procreació; la relació entre l’economia i la indústria del plaer… Cada vegada es fa més difícil de diferenciar Turclub de l’actual Mallorca: lliurada al turisme de masses, a les grans corporacions, als rics nouvinguts, a l’alliberament sexual i amb episodis d’excessos dels turisme desbocat, tal com veiem des de fa temps a molts llocs de l’illa. És la descomposició de l’actual societat, dels seus costums…
Leer hoy Andrea Víctrix hace que nos demos cuenta de la visión tan actual del turismo y del mundo en decadencia que imaginó Villalonga hace ahora cincuenta años Share on X