Alemania y los riesgos de un gobierno centrista

Los principales medios de comunicación, las instituciones europeas y buena parte de los gobiernos del Viejo Continente respiraron aligerados al conocer los resultados definitivos de las elecciones federales alemanas del pasado domingo 23 de febrero.

Por un lado, los cristianodemócratas de la coalición CDU/CSU, liderados por Friedrich Merz, consiguieron un resultado suficientemente distanciado del resto de partidos (28,6% de los votos) para reclamar el liderazgo de un gobierno de coalición.

Y por otro, los socialdemócratas del SPD, capitaneados por el canciller saliente Olaf Scholz, cayeron hasta un nivel históricamente bajo, pero quizás no tan dramáticamente como algunos temían (16,4%), suficiente para convertirse en el socio minoritario de Merz.

Merz se puso inmediatamente manos a la obra para trabajar hacia un gobierno de «gran coalición» que deje de lado al otro posible socio, Alternativa por Alemania (AfD por sus siglas germánicas), quien habiendo obtenido el 20,8% de los votos se consolidaría como el partido líder de la oposición.

De hecho, para agradar a los socialdemócratas, el candidato a canciller de Alemania se desdijo públicamente en 24 horas de una de sus promesas electorales, cerrar la puerta a la inmigración.

Este hecho denota el gravísimo problema de fondo que conlleva una nueva gran coalición entre la CDU/CSU y el SPD, y es que la voluntad popular expresada en las urnas quede de nuevo desdibujada por un gobierno que insiste en mantenerse rigurosamente alineado con el establishment político, ideológico y mediático que todavía impera en Europa.

De hecho, la catastrófica coalición de “gobierno semáforo” entre socialdemócratas, verdes y liberales, que ha sido la causante de acelerar el deterioro económico de Alemania desde 2021, fue una alianza contranatura hecha posible únicamente para que los tres partidos aceptaran convertirse en los defensores del status quo político y económico.

Las negociaciones que siguieron a las elecciones europeas del pasado junio también marcaron una distinción clara entre las opciones políticas compatibles con el establishment y las alternativas.

Para mantenerse en la silla, y con la excusa de “salvar a Europa”, los partidos vulneraron de nuevo la voluntad popular expresada en las urnas y se inventaron otra coalición Frankenstein entre populares, socialistas, ecologistas y liberales europeos. Ésta ha permitido  una política tan gris y desgastada como Ursula Von der Leyen por mantenerse al frente de la Comisión Europea durante cinco años más.

Podría aducirse que Alemania es un caso diferente porque la cultura de la estabilidad y las coaliciones que permiten garantizarla están profundamente ancladas.

Sin embargo, otra gran coalición entre el centroderecha y el centroizquierda alemán podría marcar el canto del cisne de los partidos tradicionales europeos al quedar en evidencia que lo que en realidad defienden es únicamente el statu quo, y que sus discursos electorales no son más que eso, narrativas concebidas para ganar elecciones, y que luego se guardan tranquilamente.

Por su parte, la propia líder de la AfD, Alice Weidel, ya ha pronosticado que los principales beneficiados de una gran coalición centrista serían ellos, Alternativa por Alemania.

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