Alemania redobla el esfuerzo por convertirse en la primera potencia militar de Europa

La invasión rusa de Ucrania en febrero del 2022 debía marcar un cambio de época para Alemania. Se trataba del Zeitenwende  del entonces canciller Olaf Scholz, que debía propulsar al país germánico al rango de primera potencia militar europea.

Casi cuatro años más tarde ya no es el socialdemócrata Scholz, sino el democristiano Friedrich Merz quien no se cansa de decir y repetir que Alemania debe construir «el ejército convencional más poderoso de Europa», prometiendo para conseguirlo «todos los recursos financieros que necesite».

Merz ha sido más remirado que su predecesor, estableciendo la defensa militar como una mesa de salvación de la maltrecha industria alemana.

Sobre el papel, los medios no faltan a Merz para llevar a cabo sus ambiciosos planes.

Con el fondo especial de 100.000 millones de euros establecido por Scholz prácticamente agotado, el nuevo canciller ya advirtió que retirará el freno constitucional a la deuda pública para seguir incrementando los presupuestos militares.

A finales de octubre, el diario Politico.eu tuvo acceso a dos documentos internos del gobierno alemán que contienen una lista de 39 páginas donde figuran un total de 377.000 millones de euros en adquisiciones de nuevo material bélico.

La documentación obtenida es, según el diario, «una visión de conjunto de compras planificadas que se explicarán con detalle en los presupuestos de defensa de 2026, pero en muchos casos se trata de compras a largo plazo para las que no existe todavía un calendario establecido».

En las páginas obtenidas del gobierno alemán aparecen un total de 320 programas de armamento y equipamiento, de los cuales 178 tendrían ya un contratista identificado. Por supuesto, entre los contratistas ya definidos, los grandes ganadores son las empresas alemanas, a cuyo frente aparece Rheinmetall.

El problema de la política de grandes gastos en material de Merz es que no resolverá el problema de fondo de la defensa alemana: carecen de recursos humanos. Como Converses apuntaba hace unos meses, los países de Europa occidental no son capaces ni siquiera de mantener sus efectivos.

Sin ir más lejos, pese a la guerra de Ucrania, en 2023 las fuerzas armadas sufrieron una pérdida neta de 1.537 militares. Aunque la campaña de 2024 fue mejor gracias a los ingentes recursos invertidos, cerca de una cuarta parte de las posiciones ofrecidas quedaron vacantes.

Una cosa es la creciente automatización de la guerra, y la otra la falta de vocaciones a la vida militar. Como en la mayoría de países occidentales, parece que los alemanes han perdido las ganas de luchar. Y esto es un obstáculo que los cientos de millones de euros de Merz difícilmente podrán solucionar.

Así pues, la lluvia de millones de Merz sobre la defensa militar alemana podría tener un impacto positivo, principalmente económico a corto plazo, manteniendo durante unos años docenas de centros industriales y miles de puestos de trabajo que de otra forma habrían desaparecido ante el alud chino. Sin embargo, el valor militar y más ampliamente geopolítico de las medidas es mucho más cuestionable.

Casi cuatro años más tarde ya no es el socialdemócrata Scholz, sino el democristiano Friedrich Merz quien no se cansa de decir y repetir que Alemania debe construir el ejército convencional más poderoso de Europa Compartir en X

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