Superada la fase más arriesgada para definir quién liderará las instituciones de Bruselas en los próximos cinco años, la Unión Europea no puede permitirse distraerse ni un momento de cara al mes de septiembre, que puede preceder a un último trimestre del año muy complicado.
Y es que los dos únicos verdaderos pilares de la Unión, el tándem franco-alemán, se tambalea cada vez con más fuerza ante los temores crecientes de la capital belga y sede de la UE.
Los problemas de ambas economías y centros políticos son de carácter interno y relativamente diferentes unos de otros, si bien ambos países beben de una debilidad común.
Se trata del progresivo desmenuzamiento de las sociedades occidentales en grupos de intereses contrapuestos, y que se traduce en una fragmentación política cada vez más incontrolable, salpicada por un clima de tensiones que dificulta llegar a cualquier tipo de acuerdo.
Alemania
A Alemania no le salen, literalmente, los números: la coalición contra-natura que gobierna en Berlín ha esbozado unos presupuestos para el próximo año que implican, entre otras cosas, reducir drásticamente (a la mitad) la ayuda a Ucrania.
La economía germánica ha agotado sus dos fuentes de crecimiento de los últimos años: la energía importada de Rusia con condiciones preferentes y la mano de obra barata importada sobre todo de Siria y Afganistán y presentada como la acogida de refugiados.
Ambas se han acabado demostrando una fuente de problemas: la primera al iniciarse la invasión rusa de Ucrania y al querer Berlín volcarse en ayudar a Kiev, y la segunda en demostrar (unos años después, como ya advertimos en su momento) el fracaso de la integración de buena parte de los recién llegados, con el consiguiente auge de los partidos que denuncian este hecho.
En este contexto, el gobierno del canciller Olaf Scholz debe hacer frente a varias citas electorales que lo amenazan con el ridículo de que los tres partidos que conforman su coalición, llamada semáforo (socialdemócratas, verdes y liberales), se queden sin representación en al menos uno de los cutro en juego (Sajonia, Turingia y Brandeburgo).
Se empieza a oír que Scholz no resistirá hasta las próximas elecciones federales, y que su coalición se disolverá antes de que la legislatura llegue a plazo en septiembre del próximo año.
Francia
En Francia, es sabido que su presidente Emmanuel Macron recoge desde hace tiempo muy pocas simpatías populares, y que está amenazado tanto por el flanco derecho como por la izquierda.
Sin embargo, su extraño experimento de disolver las cortes y convocar elecciones legislativas anticipadas ha reducido su margen de maniobra a un nuevo mínimo. Plena rentrée, Francia sigue sin gobierno después del rechazo de Macron de nombrar la polémica candidata propuesta por la extrema izquierda y sus aliados, Lucie Castets.
No está claro que Macron encuentre una fórmula para nombrar a un primer ministro de tendencia centrista, como él preferiría, y sí posible con la ayuda de su muleta preferida, la derecha tradicional ahora llamada Derecha Republicana en la asamblea nacional, cada vez en un estado más exsangüe a base de perder credibilidad alineándose con Macron.
Por último, la economía francesa, que ha resistido mucho mejor que en Alemania la guerra de Ucrania, corre el riesgo de acabar arrastrada por unas finanzas públicas en un estado de urgencia absoluta, siendo la Francia de Macron el país más endeudado de la UE después de Grecia e Italia, y sin ningún plan para que la deuda pública baje en los próximos años. Por el contrario, la mayor parte de fuerzas políticas proponían este verano seguir incrementando el gasto público.
En definitiva, si éste es el tándem franco-alemán que debe sustentar el nuevo liderazgo de la UE, las dudas están más que justificadas.