El abuso parece infinito y después se extrañan que crezcan las reacciones que acaban favoreciendo políticamente a la derecha alternativa, a consecuencia de los excesos que se cometen en los temas estrella de nuestro tiempo: las cuestiones LGBTI, el aborto y, de forma muy especial, la doctrina de género.
Existe una desmesura abusiva y continuada en algunas cuestiones y en otras una censura total. Este último caso lo ejemplifica muy bien la inmigración que, a base de censurar toda referencia crítica, por muy real que sea, lo que se consigue es inflar la demagogia en contra de que encuentra terreno abonado en la falta de un abordaje racional del problema.
En el caso de la perspectiva de género, el abuso es continuado y tiene en España el principal exponente. Ayer se aprobó una ley orgánica de representación paritaria y presencia equilibrada de hombres y mujeres, conocida como ley de paridad, que, en contra de lo que dice su título, es una ley de desigualdad. Porque, si bien como mínimo para que haya paridad debe haber el 40% de mujeres en el ámbito político y público, la misma ley establece que esta limitación no rige para el lado de la mujer y que pueden llegar al 100% en nombre precisamente de la paridad.
Es evidente que es una irracionalidad, empezando por el título, y un abuso. Ésta afecta menos a los hombres mayores, a los que ya están instalados profesional y políticamente, pero está teniendo un impacto demoledor sobre los jóvenes, que cada vez ven más dificultad para su desarrollo profesional y vocacional, por la legislación española que los discrimina y que ahora llega a ese abuso excepcional de considerar que es paritario a pesar de que sólo haya un 10%, un 5% o un 0% de hombres en ese consejo de administración, en ese órgano de gobierno, en aquella lista electoral.
Todos los grupos parlamentarios votaron a favor menos a PP y Vox. Por tanto, los grupos catalanes, Junts, por supuesto, también están a favor de esta brutal distorsión. El resultado fue de 177 votos a favor y 171 en contra. Se necesitaban, porque era una ley orgánica, 176, o sea que ganaron por un voto, pero a efectos prácticos da igual. El acuerdo surgió entre socialistas y UP al introducir sobre la marcha una disposición adicional que establece que «podrá no aplicarse el criterio de representación paritaria y presencia equilibrada entre hombres y mujeres cuando exista una representación de mujeres superior al 60%».
Para justificarlo, la ministra de Igualdad del PSOE, Ana Redondo, acudió, como no podía ser de otra forma, a la metáfora de moda en el sanchismo: el barro. La ley de paridad quiere limpiar el barro del suelo que impide que las mujeres sean libres y avancen. Quiere limpiar la suciedad que todavía impide a las mujeres ser libres. Desde este punto de vista está visto que, para quienes nos gobiernan, la libertad y el progreso de la mujer consisten en arrinconar al hombre, dejarlo sin presencia o con una presencia absolutamente mínima.
No es un detalle menor que la iniciativa asumida por el PSOE es de Podemos. Ione Belarra ya había destacado que la ley tenía un grave error al establecer un límite a la presencia de mujeres en la paridad porque, para poner fin a la desigualdad estructural, es necesario que las mujeres puedan representar “el 100% del sector público y privado“. Un PSOE cada vez más radicalizado, que mantiene su nivel de voto en torno al 30% a base de ir fagocitando a votantes a su izquierda, ha logrado aprobar una ley que es un modelo de irracionalidad e injusticia.
Como siempre, el discurso, como dijo la portavoz, es que esta ley consolida a España como uno de los “países más avanzados”, que traducido significa que somos uno de los pocos, en este caso, el único país del mundo, donde existen legislaciones de este tipo. Pocos días antes, el gobierno y los agentes sociales habían firmado un acuerdo contra el acoso LGBTI en las empresas y, simultáneamente, el Ministerio de Igualdad lanzaba una campaña para actuar contra la violencia de género. Está muy claro cuáles son las prioridades de quienes mandan, a quienes benefician y a quienes perjudican.