Sánchez: se acabó, o al menos eso dicen las encuestas

Las cuatro encuestas publicadas el 8 de diciembre dibujaron un mismo paisaje: España ha iniciado un cambio de ciclo político que ya casi nadie discute. No existe un terremoto repentino, pero sí una erosión persistente, un desgaste que avanza gota a gota, configurando un escenario nítido que se impone por insistencia.

El Partido Popular sigue a la cabeza, como ocurre desde las elecciones de julio del 2023. Mantiene prácticamente el mismo porcentaje de votos —un 33% estable—, pero la Ley D’Hondt le multiplica sus efectos. Las proyecciones coinciden: 143 a 145 diputados, una victoria más ancha que la que obtuvo hace año y medio. No hay euforia, pero sí solidez: el PP avanza sin ruido, con el tesón de quien sabe que el tiempo juega a su favor.

El PSOE, en cambio, se languidece. Ese 31,7% que obtuvo en las urnas ahora cae hasta el 27%, con posibles desviaciones a la baja que podrían llevarlo al 26%. En escaños, la fotografía es más implacable: 108 diputados como punto central, con escenarios que le empujan hasta los 102. La gran incógnita no es si podrá resistir, sino si evitará el golpe psicológico de bajar de la barrera de los 100 diputados, una línea roja que separa la pesadilla política de la catástrofe moral.

Vox aparece como el partido con mejores resultados. De los 33 diputados de las pasadas elecciones se acerca a los sesenta, entre 57 y 59 y un porcentaje de votos que rebasa el 17% y puede llegar como cifra más improbable al 18%. Esto significaría 5 puntos porcentuales más aproximadamente que lo que alcanzó en su resultado electoral, lo que equivale a una mejora del orden del 40%. Por el momento es la fuerza emergente. Habrá que ver si el hecho se consolida o en la proximidad de las elecciones, el voto útil al PP reduce su resultado.

A su izquierda, el panorama es aún más desolado. Sumar, que en julio del 23 alcanzó el 12,3% y 31 diputados, ha entrado en un proceso de contracción casi crónico. No llega al 8% de votos, y apenas puede aspirar a 11 diputados. Es una caída que no puede atribuirse solo a la fractura con Podemos —que con suerte obtendría 2 diputados—, sino a la pérdida de horizonte, liderazgo y vigor político. La Ley D’Hondt castiga sin piedad a los pequeños en circunscripciones con pocos escaños: donde antes había una fuerza cohesionada, ahora hay un mosaico que suma, pero no pesa.

Y en medio de este naufragio, aparece una excepción desconcertante: Esquerra Republicana de Catalunya. La única fuerza —quizá junto a Bildu— que desafía la gravedad. ERC obtuvo 7 diputados, y las encuestas vuelven a darle 7 como mínimo, con posibilidad de llegar a los 8. Todo ello sin ningún éxito visible ni en el Congreso ni en Cataluña, después de haber entregado la presidencia de la Generalitat a Salvador Illa a cambio de un sistema de financiación que hoy ya nadie se cree. Sin embargo, el votante republicano se mantiene. Es un misterio: fiel, impasible e inmune al desgaste de Sánchez, a quien sustenta.

Junts, en cambio, observa un horizonte más inestable. Si Aliança Catalana  decidiera presentarse a las generales, Junts podría bajar hasta 4 escaños. Sin Aliança, la caída sería menor: quizás solo un diputado. En cualquier caso, la tendencia es clara: retroceso. Su espacio se comprime y su influencia en el Congreso mengua.

En el País Vasco, la política sigue siendo el arte de la estabilidad. EH Bildu se mantiene entre 6 y 7 diputados, y el PNV puede sumar uno y llegar también a 6. Pierden porcentaje de votos, pero no representación. Es un ecosistema político propio, inmune a oscilaciones que en Madrid serían devastadoras.

La conclusión es difícil de discutir: el gobierno de Pedro Sánchez entra en fase terminal, más por desgaste que por ruptura. Los escándalos que rodean a su círculo cercano, la percepción de un ejecutivo atrapado en concesiones permanentes, la sensación de un liderazgo que ya no convoca adhesión, sino resistencia… todo converge en la misma dirección.

El PP, por su parte, no despierta pasión, pero proyecta estabilidad. Y en tiempos convulsos, la política premia a menudo la serenidad más que el fervor. Feijóo no inspira devoción, pero tampoco genera rechazo: es el candidato adecuado para un país cansado.

El ciclo político iniciado en 2018, con la moción de censura, va consumiéndose. La legislatura actual puede continuar formalmente, pero ya ha terminado políticamente. Las encuestas del 8 de diciembre no dejan margen para la fantasía: España se prepara para pasar página.

Las encuestas del 8D certifican un nuevo ciclo político en España. #Encuestas #8D #Política Compartir en X

 

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