El terror islamista ataca de nuevo a los cristianos de Nigeria

La semana pasada, hombres armados secuestraron a más de 300 personas en el estado de Kebb, noroeste de Nigeria, entre ellas al menos 200 alumnos menores de edad, durante un ataque nocturno contra la escuela católica Santa María.

Nigeria lleva años inmersa en una espiral de violencia islamista contra los cristianos, que le han convertido en el país con mayor persecución religiosa del mundo.

La población de Nigeria se encuentra repartida a partes iguales entre cristianos y musulmanes, pero las instituciones políticas han caído principalmente en manos de estos últimos, que niegan que la violencia se centre contra los cristianos.

Según el ministro de información nigeriano, Mohammed Idris, en declaraciones al Financial Times, «los grupos terroristas no actúan según la identidad religiosa» de las víctimas.

Sin embargo, los hechos hablan por sí solos: la misma semana que se produjo el escalofriante ataque contra la escuela Santa María, 25 niñas fueron secuestradas en un distrito cercano y se produjo otro ataque contra una iglesia en el estado de Kwara, durante el cual otras 38 personas fueron secuestradas y dos resultaron muertas.

La situación del país ha provocado la reacción del propio presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien amenazó con intervenir militarmente si el gobierno federal de Nigeria no actuaba para proteger a las comunidades cristianas.

Después del último secuestro masivo de cristianos, Chris Smith, jefe del subcomité africano de asuntos exteriores de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, se declaró devastado por la noticia, añadiendo que «la violencia motivada por razones religiosas contra comunidades predominantemente cristianas, y también contra musulmanes moderados, es muy real y desgraciadamente no deja de empeorar».

De hecho, el presidente nigeriano, Bola Tinubu, suspendió su viaje a la cumbre del G20 en Sudáfrica debido al empeoramiento de la situación, y prometió devolver a las niñas sanas y salvas a su casa.

Según un informe de la Oficina Nacional de Estadísticas, el pasado año se dedicaron más de 2.000 millones de dólares en rescates pagados por las familias de los secuestrados, un incremento que coincide con una serie de reformas que han empeorado las condiciones de vida de los nigerianos.

Ante la impotencia de las fuerzas de seguridad y la inacción política, el secuestro, especialmente de cristianos, se ha convertido en un negocio lucrativo de grupos nómadas, a menudo pertinentes a la etnia fulani. Los fulani son nómadas y se encuentran tradicionalmente en conflicto con las poblaciones sedentarias, al principio por los derechos de cultivo y de pastoreo de la tierra, pero cada vez más aparece la cuestión religiosa por culpa de su adoctrinamiento islámico.

Ante un clima de inseguridad cada vez más degradado, el presidente Tinubu ha decidido cesar a los jefes de las principales ramas de las fuerzas armadas, aduciendo haber descubierto una tentativa de golpe de Estado.

Mientras, los cristianos nigerianos viven una situación cada vez más extrema, su gobierno prefiere mirar hacia otro lado y el mundo occidental, con la sola excepción de Estados Unidos (que todavía no ha actuado de forma decidida), calla.

En 2024 se dedicaron más de 2.000 millones de dólares en rescates pagados por las familias de los secuestrados, un incremento que coincide con una serie de reformas que han empeorado las condiciones de vida de los nigerianos Compartir en X

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