Italia, considerada como el hombre enfermo de Europa al menos desde finales de los 90, ha llevado a cabo un espectacular cambio de rumbo en los últimos años.
No se trata solo de que el coste de la deuda pública italiana se sitúe ya por debajo del francés, como destacábamos en un reciente artículo (lo que constituye una bofetada en la cara de Emmanuel Macron, archienemigo autoproclamado de Meloni), sino que los mercados apoyan claramente en Roma.
De hecho, el FTSE MIB de la bolsa italiana, que aglutina a las cuarenta firmas más capitalizadas del país de la bota, ha subido en los últimos cinco años un 120%, comparado con un crecimiento de tan solo el 60% de la media europea (índice FTSE Eurofirst 300).
Italia mejora su situación fiscal. Los presupuestos para 2026 presentados por la primera ministra Giorgia Meloni prevén llevar el peso del déficit público sobre el Producto Interior Bruto (PIB) por debajo del 3%, volviendo a la zona reglamentaria del Tratado de Maastricht y generando expectativas de una nueva mejora de la nota de las agencias de evaluación del crédito.
Pero esto no es lo más importante. Italia está descubriendo el potencial que le brinda una situación política tranquila. La estabilidad y disciplina de los tres años de Giorgia Meloni en el poder parecen haber liberado la fuerza vital italiana.
El parlamento está tramitando una nueva ley de mercados financieros, preparada por un grupo de expertos independientes y que prevé simplificar el marco que regula las inversiones en Italia. Su objetivo es facilitar inversiones productivas que repercutan en un crecimiento económico sostenible. Entre sus medidas destacan simplificar la burocracia para el capital privado, así como facilitar la gestión de empresas pequeñas y medianas que salgan a bolsa.
Tanto el gobierno como las empresas y bancos italianos están aprovechando el nuevo clima económico para fomentar la inversión de los particulares, incluyendo iniciativas público-privadas.
El gobierno también cuenta con nuevos programas de incentivos fiscales para atraer a residentes y sobre todo a profesionales extranjeros, capitalizando el atractivo cultural del país, pero también su buen nivel de vida y un coste más asequible que en otros países europeos.
Incluso en materia energética, Italia se está posicionando como el hub de gas natural que España debería haber conseguido y que en algún momento quiso. Roma ha sabido aprovechar el descalabro en las relaciones hispanoargelinas y firmó en 2023 un contrato para la construcción de un nuevo gasoducto que debe unir a ambos países. Acuerdos que se han reforzado y diversificado este mismo año.
También hay que añadir que Meloni está consiguiendo estos resultados con un fuerte apoyo popular a sus medidas para limitar la inmigración no cualificada.
La primera ministra también es conocida por asumir, a contracorriente de lo que se lleva en Europa, la cultura católica de Italia. Y otra de sus grandes batallas es el fomento de la natalidad y la reducción del aborto.
Aunque no todo va bien (la situación demográfica es prácticamente tan mala como la española, y el país tiene un déficit de jóvenes universitarios), Italia es el ejemplo de lo que un país europeo bien gobernado es capaz de conseguir con disciplina y asumiendo su propia identidad.
Italia está descubriendo el potencial que le brinda una situación política tranquila. La estabilidad y disciplina de los tres años de Giorgia Meloni en el poder parecen haber liberado la fuerza vital italiana Compartir en X






