La amenaza yihadista vuelve a Mali

En 2013, una oleada de tribus nómadas del desierto con motivaciones de guerra santa islámica amenazaba al sur de Mali, más fértil y poblado mayoritariamente por grupos sedentarios.

El gobierno francés de François Hollande decidió entonces llevar a cabo una intervención militar de envergadura, bautizada como Serval, que detuvo en seco su avance y persiguió los restos de los grupos armados hasta el Sáhara. Allí, durante años jugaron al escondite contra la reducida presencia militar francesa que quedaba en el país. Esta segunda fase de la intervención se bautizó «Barkhane».

Sin embargo, Barkhane y la misión de estabilización de Naciones Unidas MINUSMA fracasaron en el intento de construir instituciones de gobierno fuertes y estables. El sentimiento antifrancés fue incubando y el débil gobierno prooccidental de Mali acabó cayendo en 2020.

Entonces, la junta dirigida por el coronel Assimi Goïta recurrió a Moscú como sustituto para proveer la ayuda militar internacional indispensable para no perder el control completo de un país que mide más de dos veces la superficie de España.

Rusia envió en 2021 mercenarios de Wagner. Sin embargo, las limitaciones de los recién llegados se hicieron enseguida evidentes. Faltos de medios aéreos y blindados terrestres adecuados, los rusos recibieron una seria advertencia en septiembre del 2024, cuando una columna entera fue aniquilada después de lanzarse de forma imprudente a perseguir a insurgentes.

Los más de 15.000 soldados internacionales que combinaban Barkhane y la MINUSMA, con un núcleo de fuerzas francesas bien entrenadas y conocedoras del terreno, se han canjeado por unos 1.500 rusos de muy variable preparación.

Un año más tarde, en septiembre de 2025, milicianos pertenecientes al JNIM, un grupo islamista afiliado a Al Qaeda, y otros del FLM han centrado su atención en la capital de Mali, Bamako.

La estrategia de los yihadistas se ha centrado en atacar a los convoyes de carburante provenientes de Senegal y Costa de Marfil, impidiendo que gasolina y diésel llegaran a la capital de un país que debe importar el 95% de su petróleo.

Desde entonces, la penuria de combustible en Bamako se ha ido intensificando hasta el punto de que Estados Unidos e Italia han recomendado a sus ciudadanos que se marchen de la ciudad de inmediato.

Hasta ahora, los residentes en Bamako habían gozado de cierta estabilidad, pero la nueva estrategia yihadista intenta provocar el colapso de la capital, esperando que arrastre al gobierno de la junta militar.

Analistas internacionales apuntan que existe un verdadero peligro de que el gobierno de Goïta caiga.

De hecho, el peligro yihadista está bien presente en los otros dos países del Sahel que expulsaron igualmente a las fuerzas francesas: Burkina Faso y Níger. Un efecto dominó resultaría fatal no solo para estos estados, sino también para los países costeros que tienen frontera, como Ghana, Costa de Marfil o Senegal.

Pero la situación aún podría empeorar más: si Mali cae en manos de los yihadistas, existe un riesgo de que grandes partes de su territorio se conviertan en un refugio de terroristas internacionales, como Afganistán y Sudán en la década de los noventa.

Si Mali cae en manos de los yihadistas, existe un riesgo de que grandes partes de su territorio se conviertan en un refugio de terroristas internacionales, como Afganistán y Sudán en la década de los noventa #sahel Compartir en X

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