Dinamarca, el país de la UE que más ayuda ha destinado a Ucrania respecto a su PIB, y que ostenta actualmente la presidencia rotatoria del Consejo Europeo, acogió el pasado 1 de octubre una cumbre de un solo día para hablar de la defensa común de Europa y de la ayuda a Kiev.
Los días previos a la reunión estuvieron marcados por el revuelo en torno a los aparatos aéreos no tripulados de grandes dimensiones que penetraron el territorio danés y sobrevolaron varias instalaciones militares. Las incursiones demostraron la escasa preparación de los países europeos y de Dinamarca en particular para detectar y neutralizar amenazas militares.
Igual de frustrante resultó la cumbre, que finalizó sin ningún anuncio concluyente. Según el diario Politico.eu, las dos horas de agenda destinadas a tratar explícitamente la defensa común acabaron siendo cuatro, arrinconando al otro gran ítem que era la ayuda a Ucrania.
Durante las discusiones, la Comisión Europea insistió en jugar un papel más importante en materia de defensa, haciendo frente a una oposición decidida de numerosos estados miembro. De hecho, el mayor avance que se consiguió fue la determinación de celebrar reuniones más frecuentes entre los 27 ministros de defensa y la jefa de la diplomacia de la UE Kaja Kallas, que también es la responsable de la Política Común de Seguridad y Defensa de la Unión.
De hecho, tanto Kallas como el comisario europeo de defensa, Andrius Kubilius, han tenido desde sus respectivas nominaciones un papel puramente marginal. Esto pese a la situación inaudita para la defensa europea que plantea la guerra en Ucrania y la política internacional del presidente estadounidense Donald Trump.
Los casos de Kallas y Kubilius dejan así en evidencia que, detrás del simbolismo de confiar dos cargos clave para la seguridad del Viejo Continente en una letona y en un lituano respectivamente, la política de defensa europea es en realidad un caparazón vacío.
Por su parte, Ursula von der Leyen volvió a hacer gala del mismo vacío de contenido real al anunciar en Copenhague un ambicioso proyecto europeo de un «muro antidrones» que debe permitir teóricamente la «detección rápida, intercepción y, por supuesto, si fuera necesaria, neutralización» de las amenazas.
Francia y Alemania se apresuraron a expresar su escepticismo respecto a un programa de defensa aérea gestionado por la Comisión Europea, mientras que los países meridionales reclamaron un concepto de mayor alcance que cubra también las fronteras mediterráneas.
Por cierto, Francia y Alemania están más cerca que nunca de romper el programa clave de la industria europea de defensa (por el que nunca han contado con el señor Kubilius, por supuesto), el FCAS o Sistema de Combate Aéreo del Futuro. De hecho, Francia proclama ya abiertamente desde hace unos días la idea de desarrollar el avión de combate en solitario.
En definitiva, los líderes de los países europeos siguen negando lo que sus ciudadanos reclaman de forma muy mayoritaria: una integración decidida en materia de defensa. Y por su parte, la Comisión Europea hace gala una y otra vez de su inoperancia y falta de liderazgo.
La Comisión Europea hace gala una y otra vez de su inoperancia y falta de liderazgo Compartir en X