Sobre el Departamento de Guerra de Estados Unidos

Al más puro estilo Trump, el presidente de Estados Unidos firmó una orden ejecutiva el pasado 5 de septiembre que rebautizaba el Departamento de Defensa en Departamento de Guerra.

¿Por qué ese cambio de nombre?

Existen diferentes lecturas posibles, así como varios niveles de interpretación.

Según el comunicado oficial de la Casa Blanca, «el nombre ‘Departamento de Guerra’ transmite un mensaje de preparación y resolución más fuerte comparado con el de ‘Departamento de Defensa’, que sitúa el énfasis tan solo en las capacidades defensivas».

Prosiguiendo con los motivos oficialmente esgrimidos, el propio Donald Trump ofreció una explicación muy directa: «ganamos la Primera Guerra Mundial y ganamos la Segunda Guerra Mundial. Lo ganamos todo y entonces decidimos hacernos woke y cambiar el nombre a Departamento de Defensa, políticamente correcto».

En la misma línea, pero más elaborada, el hasta el viernes secretario de Defensa y ahora ya secretario de Guerra, Pete Hegseth, afirmó: “con este cambio de nombre no se trata solo de rebautizar, sino de restaurar […] Se trata de restaurar el ethos guerrero, la victoria como objetivo final, la intencionalidad en el uso de la fuerza para que el Departamento de Guerra luche de forma decisiva, no en conflictos interminables».

Son explicaciones que van mucho en la línea del discurso “Make America Great Again” de Trump, y según algunos observadores, buscan volver a una época pretérita idealizada.

En España, Enric Juliana ha enfatizado que «también en este nivel volvemos al pasado». El hilo de su argumento parece vincular a Trump con los momentos más oscuros de la historia contemporánea: el imperialismo del siglo XIX y su apocalipsis en la forma de la Gran Guerra de 1914-1918, el auge de los totalitarismos en los años 30 y el posterior choque bélico, aún más demoledor, del 1939-1945.

De hecho, el cambio de nombre en “Departamento de Defensa” se produjo después de la Segunda Guerra Mundial, un período donde convergieron dos factores clave.

Por un lado, la aparición de la ONU y la firma de la Carta de Naciones Unidas en junio de 1945, que prohibía explícitamente el uso de la fuerza, exceptuando la legítima defensa de cualquiera de sus miembros.

Por otra parte, la configuración progresiva de los dos bloques antagonistas de la Guerra Fría, plenamente consolidados en 1949 con la acusación cruzada de querer aplastar al otro.

Fue en este contexto que Estados Unidos retiró el nombre de “Departamento de Guerra” en 1947 para establecer una organización transitoria que tomó dos años más tarde el título definitivo de “Departamento de Defensa”.

En ese contexto internacional, parecía coherente insistir en la naturaleza defensiva del poder militar

Sin embargo, la experiencia de la Guerra Fría y de los posteriores conflictos bélicos de Estados Unidos dejan en evidencia una acción a menudo ofensiva, si bien tradicionalmente se ha querido disfrazar con términos como la “defensa preventiva” ampliamente utilizada por la administración Bush antes de la invasión de Irak en 2003.

Al fin y al cabo, el término “Departamento de Defensa” puede resultar hipócrita porque intenta vestir al conjunto de acciones militares como puramente defensivas, cuando en realidad defensa y ataque forman parte a partes iguales de una realidad más amplia que es la lucha armada organizada, comúnmente llamada… guerra.

Recuperar la denominación “Departamento de Guerra” se puede entender como un esfuerzo de combatir la obstinación oficial, desgraciadamente tan actual, de manipular el lenguaje, deformando la realidad y escondiendo la verdad.

Recordando la novela 1984 de George Orwell, el día que habrá que preocuparse será cuando el «Departamento de Guerra» sea rebautizado en «Departamento de Paz».

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