La práctica de la tortura

Es una calle que tiene mucho tráfico. Los sábados cortan la circulación de vehículos, y todo el ancho de la calle es peatonal. Los niños juegan, los adultos pasean, las terrazas de los bares permanecen llenas, y en una situación como esta de ocio y recreo, una chica joven, con cara visiblemente preocupada, me  da  un papel que habla de la detención de tres jóvenes, que por lo que dice la nota tuvieron que declarar bajo tortura. Desconozco lo sucedido, pero supongo que aquí algo ha pasado.

Recuerdo haber oído decir, al que fue presidente de la UNESCO Cataluña, Fèlix Martí, que toda declaración bajo tortura debería ser jurídicamente inválida, porque toda persona, ante el miedo a ser torturada, es capaz de afirmar cualquier cosa.

Amnistía Internacional denuncia que aunque en España la tortura no es algo sistemático, sí es algo frecuente. Analizando 450 sentencias, en 95 se ha podido comprobar la práctica de malos tratos y torturas.

Y uno se pregunta, en pleno siglo XXI, con la sensibilidad que existe en el campo de los derechos humanos, cómo puede ser que continúe esta práctica tan inhumana.

El hecho es que con el afán de garantizar la seguridad, violamos el respeto a la dignidad de la persona. El relator de Naciones Unidas, Manfred Novak, acusa a EE.UU. de utilizar unos métodos brutales de tortura en las cárceles de Guantánamo y de Abu Ghraib, donde tienen a los presos de pie y encadenados en la pared durante meses, sin la posibilidad de descansar o dormir, y muchas otras prácticas escalofriantes, con las que no podemos permanecer indiferentes.

Es necesaria la denuncia, y abrir los canales políticos y jurídicos que inhabiliten estas prácticas. La cárcel no debe ser un espacio de crueldad y revancha, sino un espacio que propicie una pedagogía de buenas relaciones y de paz. Estamos muy lejos de este sueño, porque según un informe de Amnistía Internacional del año 2019, de 195 países en el mundo, en 141 se han podido comprobar prácticas de tortura, y en 81 países, también según este informe, se aplica la pena de muerte.

Es interesante y esperanzador que exista una ONG como la ACAT (Acción de los Cristianos para la Abolición de la Tortura) que realiza una labor de sensibilización, y promueve medidas legislativas, administrativas y judiciales para ir reduciendo esta práctica.

Si el torturado es el que sale peor parado físicamente, el más perjudicado, humanamente hablando, es el torturador.

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