Los datos macroeconómicos parecen positivos: crecimiento del PIB, buenas cifras de empleo, pero bajo la superficie, la economía española se sostiene sobre un modelo frágil y dopado por el turismo.
La Encuesta de Población Activa (EPA) del primer trimestre ha puesto de nuevo en evidencia un problema estructural: la dependencia extrema del turismo. Este año se prevé superar los 94 millones de visitantes, lo que genera una abundante creación de empleo, pero de baja productividad y, por tanto, de salario bajo. Esta fórmula, lejos de corregirse, se ha afianzado.
En este escenario, la economía entra en un círculo vicioso: el turismo crea puestos de trabajo precarios, que atraen a inmigración masiva por la facilidad de inserción, lo que incrementa el PIB sin mejorar la renta per cápita. Lo que crece es la cantidad de trabajo, no su calidad ni su eficiencia.
Además, este modelo externaliza costes que nunca se contabilizan, pero que son muy reales: sobrecarga de los servicios sanitarios, presión sobre la vivienda, deterioro de los recursos naturales y del patrimonio ambiental. Son consecuencias estructurales de una economía más enfocada a contar visitantes que a construir valor.
La EPA también alerta sobre los efectos a corto plazo. Como la Semana Santa cayó este año en abril, fuera del primer trimestre, los datos reflejan el peor inicio de año en una década: 200.000 parados más, con una tasa de paro que sube hasta el 11,4% frente al 10,6% de finales de 2024, de estos. la hostelería y el comercio.
Y hay más: disminuye el número de ocupados (-92.500 personas), 1,4 millones de trabajadores desean ampliar su jornada y no pueden hacerlo, y la tasa de paro juvenil alcanza el 26,5%. Conseguir un trabajo digno sigue siendo un reto, sobre todo para los jóvenes, que cuando encuentran uno lo hacen en condiciones muy inferiores a la media europea.
La economía española crece, sí. Pero lo hace por el gran número de turistas, sostenida por trabajos precarios y erosionada por un modelo que ha sustituido el valor añadido por la dependencia estructural.
Como la Semana Santa cayó este año en abril, fuera del primer trimestre, los datos reflejan el peor inicio de año en una década Compartir en X