Entre llantos, expulsiones y escándalos: la Copa del Rey más amarga para el Real Madrid

La final de la Copa del Rey en Valencia entre el FC Barcelona y el Real Madrid ha dejado al descubierto el grado de degradación alcanzado por el fútbol, ​​tanto en el ámbito administrativo como, en algunos casos, en el mismo juego.

A lo largo de la temporada, el Real Madrid ha llevado a cabo una campaña sistemática de ataques contra el estamento arbitral, acusándole de perjudicar al club. Esta ofensiva se ha materializado en declaraciones públicas, reportajes en televisión oficial del club y una intensa amplificación en las redes sociales.

En los días previos a la final, un insólito reportaje cuestionaba abiertamente la imparcialidad de los árbitros designados: Ricardo de Burgos Bengoetxea (árbitro de campo) y Pablo González Fuertes (VAR). La presión fue tal que ambos árbitros ofrecieron una rueda de prensa inédita, donde denunciaron el acoso y las amenazas recibidas.

De Burgos Bengoetxea, visiblemente emocionado, acabó entre lágrimas. Aunque sus palabras no mencionaron explícitamente al Real Madrid, era evidente que respondían al clima generado por el vídeo crítico emitido por la televisión del club.

La reacción del presidente madridista, Florentino Pérez, no se hizo esperar: emitió un comunicado en el que cuestionaba la idoneidad de los árbitros y dejaba en el aire la participación del club en la final. Además, anunció que ni él ni la directiva asistirían a los actos protocolarios previos, como la rueda de prensa, las fotos oficiales y la tradicional cena de directivas.

Como consecuencia, los jugadores del FC Barcelona esperaron en vano la llegada de la expedición madridista al estadio. El desprecio hacia los árbitros se extendió así también a los jugadores rivales, completamente ajenos a la polémica.

Este episodio, que no es aislado en la historia reciente del club blanco, coincide con su progresivo declive futbolístico y su pérdida de influencia institucional, como demuestra el reciente fiasco de la candidatura de Vinicius para el Balón de Oro, que el club daba por segura. Desde el entorno madridista, este hecho también se achacó a supuestas conspiraciones contra el Real Madrid.

Finalmente, se disputó la gran final -la primera entre ambos clubes en diez años-, con el resultado ya conocido: la victoria en los últimos minutos de la prórroga del FC Barcelona. La desolación en el Real Madrid fue palpable, especialmente porque, tras lograr el 1-2 poco antes de la finalización del tiempo reglamentario, daban el partido por ganado.

Al finalizar el partido, y aún con jugadores y árbitros en el terreno de juego, se produjeron graves incidentes que provocaron la expulsión de tres futbolistas del Real Madrid. El caso más grave fue el de Rüdiger, que arrojó una botella contra el árbitro y tuvo que ser contenido para no agredirle físicamente. Es posible que, dada la gravedad de su conducta, la sanción se aplique también a los partidos de Liga.

Más leve fue la expulsión de Lucas Vázquez, cuya sanción afectaría únicamente a la próxima edición de la Copa del Rey, mientras que la situación de Bellingham se sitúa en un punto intermedio de gravedad, y está por ver si la sanción le puede afectar en lo que resta de Liga o quedará solo para la próxima confrontación copera.

Resulta insólito que tres jugadores de un mismo club adopten un comportamiento tan antideportivo después de una final de Copa, negándose a aceptar con deportividad el resultado.

Pero, además, de forma objetiva, cabe señalar que los árbitros mostraron durante el partido una notable condescendencia hacia el Real Madrid, sobre todo en la primera parte: permitieron un juego duro, en algunos casos peligroso, y aplicaron de forma incorrecta la ventaja, lo que perjudicó al FC Barcelona al dejar sin sanción merecedoras acciones.

Asimismo, aunque el árbitro acertó al rectificar el penalti inicialmente señalado en Raphinha a favor del Barcelona en los minutos finales, dejó sin sancionar previamente un claro penalti cometido sobre Ferran Torres en el área del Real Madrid.

Todo ello demuestra que, como era de esperar, las presiones sobre el arbitraje acaban surtiendo efecto. Si los órganos competentes —empezando por la Secretaría General del Deporte y siguiendo por las instancias federativas implicadas— no adoptan medidas firmes ante estos acontecimientos y el comportamiento del Real Madrid, el fútbol español corre el riesgo de quedar definitivamente contaminado, desplazando el juego limpio de los campos hacia campañas mediáticas y guerras de agotamiento en las redes sociales.

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