Europa debe escoger entre Estados Unidos y China

Es la peor pesadilla que una organización como la Unión Europea, construida sobre las reducciones en las barreras comerciales, podría imaginar.

El presidente de Estados Unidos Donald Trump se ha propuesto derruir el sistema económico internacional que su país construyó a finales de la Segunda Guerra Mundial sobre el dólar y las fuerzas armadas estadounidenses, y que ha derivado en la financieraización de la economía y una globalización desequilibrada.

El pensamiento de fondo que conduce las acciones de la Administración Trump, señala Oren Cassdirector del instituto American Compass, es que el “momento unipolar” del que gozaron los Estados Unidos tras vencer en la Guerra Fría era una anomalía histórica, y ya es cosa del pasado.

Según Elbridge Colby, recientemente nombrado jefe de políticas públicas del Pentágono, por sus aliados, «la tutela estadounidense era fácil de llevar, especialmente comparada con la de otros aspirantes históricos». Pero «aquellos días pertenecen al pasado».

Según Cass, en el mundo multipolar que emergerá de los restos del orden liberal mundial, Estados Unidos liderará una alianza económica y de seguridad construida en torno a las economías de mercado democráticas, mientras se concederá a China su propia esfera.

La participación en el bloque estadounidense exigirá respetar al menos tres reglas.

La primera, unas relaciones comerciales equilibradas, sin que ningún país mantenga un déficit o superávit excesivo hacia otro.

La segunda, que cada país miembro de la alianza asuma el papel de líder y garante principal de su propia seguridad.

Y la tercera, excluir a China de los mercados de sus miembros.

Cass apunta a que Canadá y México, tras adoptar una postura beligerante, están negociando frenéticamente con Estados Unidos. Japón e India también han iniciado negociaciones con Washington, ya que recelan de Pekín por encima de todo.

Para Europa, la situación es mucho más delicada por varios motivos.

En primer lugar, países como Alemania son fuertemente dependientes tanto de las exportaciones al gigante asiático como de las actividades industriales de sus empresas en ese país. Además, los aranceles de Trump afectan especialmente a las economías industriales europeas, centradas en la exportación.

En segundo lugar, se espera que, debido al muro arancelario estadounidense, los productos chinos se desvíen e inunden los mercados europeos a precios imbatibles por la industria local.

En tercer lugar, los burócratas europeos están animados por un fuerte sentimiento ideológico antitrumpista. Curiosamente, este tiende a desaparecer con la dictadura de Pekín, a pesar de compartir muchos menos valores y que China haya destrozado sectores industriales europeos clave como el de las energías renovables.

De hecho, la semana pasada Bruselas inició negociaciones con Pekín para rebajar las barreras a los vehículos eléctricos provenientes de China.

Un reforzamiento de las relaciones comerciales UE-China sería catastrófico para la industria del Viejo Continente, ya que a diferencia de la posición de exportador neto frente a Estados Unidos, la balanza es claramente negativa hacia China.

Sin embargo, acostumbrados como estamos a las derrotas autoinfligidas de la Comisión Europea, no debería extrañarnos que este sea el camino que asume Bruselas. Y es que la lista es larga y no deja de aumentar: rechazo de la energía nuclear, sanciones al gas y petróleo rusos, prohibición de los vehículos de combustión nuevos en 2035, sobreregulación de la IA, subsidios a las renovables que benefician a la producción extranjera, desprotección de los agricultores europeos, endeudamiento como motor de crecimiento, etc.

Europa se va vaciando poco a poco de su valor estratégico, y quizás su exclusión del bloque estadounidense no acabe siendo un problema importante para Washington. Pero para nosotros, el resultado sería escalofriante: convertirse en una colonia económica, y seguramente también política, de China.

Un reforzamiento de las relaciones comerciales UE-China sería catastrófico para la industria del Viejo Continente Compartir en X

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