¿Quién sabe realmente en qué consiste la financiación singular de Cataluña?

Salvador Illa ya ha iniciado sus visitas a los presidentes autonómicos para explicar la llamada «financiación singular» de Catalunya. Empezó ayer con el presidente canario, Fernando Clavijo, y posteriormente se reunió con el valenciano Carlos Mazón. De esta forma, cumple con el anuncio que hizo el presidente de la Generalitat de Cataluña, que prometió presentar personalmente el acuerdo de financiación alcanzado con Esquerra Republicana. Este acuerdo, finalmente bautizado como “financiación singular”, inicialmente fue propuesto por ERC como un nuevo concierto económico al estilo del vasco, lo que generó cierta inquietud incluso en las filas del PSOE.

Sin embargo, la característica más destacable de este acuerdo es que nadie parece saber en qué consiste en términos concretos. Más allá de algunas generalidades, los aspectos presentados son contradictorios generando más preguntas que respuestas. Por ejemplo, si Cataluña logra una financiación basada en la ordinalidad —es decir, que, si ocupa el tercer puesto en contribuciones al Estado, también ocupe esa misma posición cuando recibe—, es inevitable que haya comunidades autónomas perjudicadas.

Esto se debe a dos razones principales: primero, porque varias autonomías perderían su posición relativa en el reparto de fondos; y segundo, porque si este principio se aplica en Catalunya, también debería aplicarse en Madrid y Baleares, dos de las regiones más desequilibradas en este sentido, y esto multiplicaría el descenso de la mayoría de comunidades en el ranking de lo que reciben del Estado.

Está claro que el perjuicio podría compensarse si el Estado inyectara una cantidad significativa de dinero adicional, de modo que las comunidades que retroceden en el ranking no vean reducidos sus ingresos en términos absolutos. Sin embargo, esto implicaría una aportación económica considerable, que no está prevista en las cifras que el gobierno español ha presentado en Bruselas. Entonces, ¿qué va a pasar? Misterio.

Y el misterio no termina ahí. La pregunta clave es: ¿cuál será el beneficio neto que Cataluña obtendrá con esta financiación singular, cuyos detalles todavía se desconocen? Para contextualizar, podemos mencionar algunas cifras.

Según la Generalitat y su balanza fiscal, la diferencia entre lo que Catalunya aporta al Estado y lo que recibe es negativa en 22.000 millones de euros. Esta cifra, aunque discutible y variable en función del método de cálculo, puede servir como punto de referencia máximo. Otra medida de las necesidades catalanas es el crédito solicitado al Fondo de Liquidez Autonómica (FLA), que supera los 8.000 millones de euros este año, al igual que el pasado año. Y, por último, existe el déficit en sanidad, uno de los mayores agujeros financieros: con un presupuesto de 13.000 millones de euros y un gasto real de unos 16.000 millones, el déficit alcanza los 3.000 millones. Además, la consejera de Salud, Olga Pané, ha propuesto aumentar la financiación de la sanidad pública del 5,7% al 7% del PIB, lo que elevaría la necesidad de fondos hasta los 20.000 millones de euros, es decir, otros 7.000 millones para cubrir el déficit con los ingresos actuales. Esto, sin contar otras partidas críticas como la educación, que afronta también graves restricciones presupuestarias.

En resumen, si el nuevo sistema de financiación singular no aporta al menos 3.000 millones de euros netos y preferiblemente se acerca a los 7.000 o 8.000 millones, nada se habrá resuelto. Pero, de nuevo, aquí reina el misterio. Nadie sabe a ciencia cierta cuál será el impacto real de este acuerdo.

Lo curioso de todo es que Illa se reúne con los presidentes autonómicos para asegurarles que el nuevo sistema no les perjudicará, sin ofrecerles detalles concretos. Illa, que ya demostró su habilidad para gestionar la palabra vacía durante su etapa como ministro de Sanidad en plena pandemia de la COVID-19, parece haberse convertido en un maestro de la ambigüedad, con tan seria imagen y sobriedad como un cuadro del Greco. Pero, al final, lo que cuenta son los hechos concretos, y de eso, por ahora, no hay nada.

Para un gobierno que se sostiene en una precaria minoría, esta situación resulta especialmente delicada. Como dice aquella filosofía popular catalana: «Quien día pasa, año empuja.» Y ahí están, empujando día a día, mientras el misterio de la financiación singular sigue sin resolverse.

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