Una ola de cambio recorre Occidente entero en este inicio de 2025.
En ambas orillas del océano Atlántico, el centro de gravedad del poder político está tomando poco a poco un giro ideológico de 180 grados – y la reciente victoria electoral de Donald J. Trump, no es la causa sino un síntoma temprano.
Repasemos algunos de los últimos acontecimientos más recientes y que están haciendo tambalear lo que podríamos llamar el establishment político occidental. O dicho de otra forma, las creencias y la forma de acción de gobierno mayoritaria en Europa y los países anglosajones.
En Canadá, la figura quizás más representativa de este establishment progresista, el primer ministro canadiense Justin Trudeau, se veía forzado a dimitir después de nueve años al frente del país. Un largo período durante el cual le ha situado como un pionero mundial en políticas woke incluyendo las más coercitivas e intrusivas de las libertades individuales.
En Austria, las negociaciones entre los partidos más compatibles con este establishment fracasaron el 7 de enero, lo que dio luz verde al candidato del partido de la libertad (FPO) Herbert Kickl, vencedor de las elecciones legislativas del pasado septiembre, para buscar la fórmula de gobierno. Kickl es un admirador declarado del primer ministro de la vecina Hungría, Viktor Orbán. Un eje Eslovaquia -Hungría-Austria empezaría a ser una fuerza de presión muy considerable en el seno de la UE.
Alemania contiene la respiración después de que el canciller socialdemócrata Olaf Scholz, que encabezaba una coalición contra-naturaleza de partidos una vez más provenientes del e stablishment, colapsara el pasado mes de noviembre debido a una gestión desastrosa y una economía que está ya en la unidad de cuidados intensivos. Aunque los democristianos de la CDU-CSU lideran las encuestas con un programa fuertemente escorado a la derecha respecto a la era Merkel, Alternativa por Alemania (AfD) es segunda fuerza, lo que dejaría a los partidos que han participado en la coalición de Scholz con algo más del 30% de las intenciones de voto combinadas (según datos de mediados de enero).
En Rumania se está produciendo una de las situaciones más inauditas para una democracia europea de las últimas décadas. Tras anular la segunda vuelta de las elecciones presidenciales por la sospecha de una campaña de desinformación rusa (segunda vuelta en la que, por cierto, no quedaba ningún candidato progresista), resulta que quien está liderando de nuevo las encuestas no es sino… el candidato de la derecha alternativa y más favorable a Rusia, Călin Georgescu.
Todo esto sin tener en cuenta el cambio de rumbo espectacular que se está produciendo en los países nórdicos en los últimos años, pasando de pioneros del progresismo en aplicar políticas cada vez más de “derechas”, particularmente en el ámbito de la inmigración. Si bien en su caso, quienes las proponen y llevan a cabo pueden ser, como en Dinamarca, partidos socialdemócratas. Tomará nota en España Pedro Sánchez, ¿quién va camino de convertirse en un anacronismo?