La URSS, una potencia imperial que competía globalmente con Estados Unidos, desapareció rápidamente y de forma inesperada para la mayoría de gobiernos y expertos. Sólo algunos, muy pocos, como Andrey Alexéyevich Amalrik y su atrevido y en parte profético ensayo “¿Sobrevivirá la Unión Soviética hasta 1984?”, señalaron un final cercano. ¿Podría ocurrirle algo parecido a la Unión Europea en la época de Trump?
A la hora de comparar la situación de la Unión Europea (UE) con la que atravesó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) antes de su colapso, es importante subrayar que se trata de dos realidades muy distintas: el URSS era un estado altamente centralizado con economía planificada mientras que la UE es una unión supranacional de estados con sistemas de mercado y estructuras democráticas propias. Sin embargo, sí se pueden observar ciertos paralelismos o elementos comunes que conviene matizar.
Rápida revisión de las causas del colapso de la URSS
- Estancamiento económico y productivo
- Carece de innovación, planificación excesivamente rígida, bajos incentivos.
- Altos costes de la carrera armamentista
- Presión económica derivada de la competencia militar con Estados Unidos.
- Reformas fallidas (Perestroika y Glàsnost)
- Intento de liberalizar parcialmente la economía y de otorgar mayor transparencia política, lo que desató tensiones internas.
- Crisis política y auge de los nacionalismos
- Las repúblicas soviéticas empezaron a pedir más autonomía, fracturando el poder central.
- Descontento social y agotamiento ideológico
- Escasez de bienes de consumo, corrupción de la élite y pérdida de credibilidad del régimen.
- Impacto de la guerra en Afganistán y caída de los precios del petróleo
- Un conflicto costoso que drenó recursos, y la bajada del precio de su principal exportación.
- Fracaso del golpe de estado de 1991
- Culminación del deterioro político, que aceleró la desintegración de la URSS.
Situación actual de la UE: problemas y tensiones
La UE atraviesa en estos momentos (en un sentido amplio, desde la última década hasta la fecha) una serie de desafíos que han puesto en cuestión su cohesión:
- Diferencias económicas y tensiones entre estados miembros
- Alemania y Francia, como motores económicos de la UE, marcan a menudo el rumbo político, lo que genera desequilibrios con otros países (por ejemplo, el sur de Europa o los países del Este).
- Persistentes diferencias en productividad, competitividad e inflación que, sumadas a crisis como la financiera de 2008 o la reciente crisis energética, tensionan la solidaridad interna.
- Burocratización y percepción de déficit democrático
- Muchas decisiones se toman desde las instituciones de la UE (Comisión, Consejo, Parlamento), a veces percibidas como alejadas de la ciudadanía.
- El «exceso de reglamentación» y la complejidad normativa alimentan movimientos euroescépticos.
- Crisis política y ascenso de los nacionalismos
- El auge de partidos anti-UE o euroescépticos (en Polonia, Hungría, Francia con el Frente Nacional/Rassemblement National, Italia con algunas formaciones soberanistas, etc.) cuestiona la integración europea.
- El caso más extremo fue el Brexit, que rompió por vez primera la cohesión del proyecto.
- Descontento social y tensiones internas
- Sectores sociales que se sienten perjudicados por la globalización o por ciertas políticas de la UE (recortes, austeridad, etc.) dan alas a protestas internas.
- La desigualdad económica dentro de algunos países se vincula a las políticas de la Unión, generando percepciones de injusticia.
- Retos geopolíticos y energéticos
- Dependencia de gas y petróleo externos (sobre todo después de la invasión de Ucrania por parte de Rusia) o problemas en la transición ecológica.
- El gasto militar y la estrategia de defensa común siguen siendo un punto débil, aunque aumenta el debate sobre una mayor autonomía estratégica de la UE.
Paralelismos y diferencias con las causas de la desintegración soviética
Paralelismos
- Cuestión de nacionalismos e identidades
- En la URSS, la diversidad de repúblicas con lenguas, culturas y aspiraciones propias derivó en fuerzas centrífugas que desglosaron al Estado.
- En la UE, aunque no se trata de repúblicas socialistas bajo un mando único, el auge de partidos nacionalistas o euroescépticos (más autonomía regional, críticas a la “tutela de Bruselas”) sí genera tensiones que ponen a prueba la cohesión del proyecto europeo (ejemplo: Brexit, movimientos separatistas en Cataluña, Escocia, Flandes, etc.).
- Desequilibrios económicos y tensiones distributivas
- La URSS destinaba enormes recursos a la industria pesada y la defensa, desatendiendo otros ámbitos. Esto generaba desigualdades y crisis de suministro.
- La UE, aunque no sufre escasez de bienes, experimenta disparidades en competitividad, deuda pública o mercado laboral (norte vs. sur, este vs. oeste), y la imposición de ciertas políticas puede generar un resentimiento similar a la “imposición de cuotas ” (aunque en un contexto radicalmente distinto).
- Percepción de burocratización
- La URSS tenía una estructura burocrática rígida y centralizada; la UE, aunque democrática, también afronta críticas por su complejidad institucional.
- Esto puede traducirse en una desconexión entre la “capital” (Moscú antes, Bruselas ahora) y las regiones periféricas, alimentando la narrativa de que las decisiones se toman lejos de la realidad local.
Diferencias clave
- Naturaleza política e ideológica
- La URSS era un estado único, con un partido hegemónico y economía planificada; la UE es una unión de estados democráticos con economías de mercado independientes y libertad de movimiento de personas, capitales y bienes.
- No existe en la UE un «partido» único con monopolio del poder ni una imposición ideológica comparable al comunismo soviético.
- Flexibilidad institucional
- La URSS, con estructura centralizada, no podía adaptarse fácilmente a demandas de autonomía. Cualquier fisura (como en las Repúblicas Bálticas) se convertía en amenaza directa a la integridad del Estado.
- La UE, en cambio, dispone de mecanismos de salida (Brexit) o de negociación (opt-outs, cláusulas de excepción), conservando cada país su soberanía fiscal (aunque con matices de disciplina presupuestaria). Es menos rígida y, por tanto, más resistente a los choques.
- Peso de la carrera armamentista
- En la URSS, la necesidad de competir militarmente con EE.UU. fue un lastre decisivo.
- La UE no dedica porcentajes del PIB tan abrumadores a la defensa común. Aunque hay debate sobre aumentar el gasto militar, está lejos de ser tan elevado como en la Guerra Fría soviética.
- Descontento por escasez y bienestar
- El colapso de la URSS estuvo acompañado de problemas de suministro de bienes básicos. En la UE, salvo coyunturas específicas (crisis energética puntual), no se vive un desabastecimiento crónico de bienes de consumo.
Reflexión final
- La UE afronta retos considerables: divergencias económicas (Alemania vs. Francia vs. países del sur y del este), tensiones políticas (auge de populismos), crisis internacionales (migraciones masivas, guerra en Ucrania), etc. Estos factores sí podrían recordarnos, en un sentido muy general, algunos de los problemas de cohesión interna que sufrió la URSS.
- Sin embargo, el marco político y económico es distinto: la UE no es un estado centralizado con planificación económica y supresión de la competencia política. Su estructura institucional (y su propia esencia democrática) le otorga una mayor capacidad de ajuste que la URSS.
- Riesgos de fragmentación: un paralelismo claro es el potencial de que la unión se debilite si persisten o aumentan las tensiones nacionalistas/estatales y los desequilibrios económicos. El precedente del Brexit muestra que la desintegración parcial puede ocurrir, aunque no necesariamente implique un colapso al estilo soviético.
Conclusión: Aunque la UE puede experimentar “crisis” internas y algún grado de desafectación popular (similar al descontento que alimentó los independentismos en la URSS), las diferencias estructurales –sistemas democráticos, economías de mercado, menor centralización, posibilidad de diálogo y acuerdos— hacen mucho menos probable un desenlace tan drástico. Sin embargo, la sostenibilidad a largo plazo de la UE depende de su capacidad para reformarse, reducir desigualdades entre estados miembros y mantener la legitimidad ante la ciudadanía.