La esperanza es nuestra responsabilidad: reparar, reformar y regenerar la política

Cataluña necesita un cambio. La actual política no resuelve los problemas de los ciudadanos. Agrupados como sociedad, podemos construir una alternativa que represente realmente a los intereses del pueblo catalán.

La esperanza es nuestra responsabilidad para reparar, reformar y regenerar la política. Actualmente, ésta se ha convertido en uno de los principales problemas, y no en la solución que debería ser. Los datos del Centro de Estudios de Opinión (CEO) de la Generalitat son contundentes:

  • El 16% de los catalanes considera que la política es el problema principal, superando preocupaciones como la vivienda o el paro.
  • El 42,5% no votó en las elecciones de 2023, la mayoría por desencanto y falta de representación, indicando una insatisfacción democrática.
  • El 70% está insatisfecho con la democracia actual, y más de la mitad cambia constantemente su voto.

En estas condiciones, es evidente que no podemos avanzar demasiado ni resolver eficazmente nuestros problemas y crisis.

Los partidos políticos ejercen un control excesivo sobre las instituciones, lo que pone en peligro su independencia. Debido a la partitocracia y al reparto de cuotas de poder, lo que prima es la militancia partidista, y no la calidad de los profesionales.

Por otra parte, vivimos en un clima creciente de polarización. El debate político se ha radicalizado y el diálogo constructivo es cada vez más difícil. Pero, sin ese diálogo —sin la amistad civil que ya postulaba Aristóteles— la democracia se convierte en un artefacto inútil, dejando de ser el medio más efectivo para resolver nuestras necesidades. El resultado es la ineficacia creciente de las administraciones y los servicios públicos, de las leyes y los decretos, que ni se aplican bien ni responden a las necesidades reales de la ciudadanía.

Actualmente, Cataluña está gobernada por un tripartito encabezado por el partido socialista, un gobierno que no es inclusivo ni refleja la diversidad de la sociedad catalana. No se ha trabajado para crear un horizonte de sentido compartido por todos los catalanes, y muchos problemas cruciales ni siquiera están en la agenda de gobierno: la crisis de natalidad, la falta de medidas adecuadas para hacer frente a la crisis educativa, la situación de las residencias para personas mayores, la pobreza en las calles, la elevada tasa de abortos —en la que somos líderes—, la proliferación de las mafias organizadas de droga, o el problema del cambio climático y la gestión de agua, que se limita a la costosa solución de las depuradoras. La lista de retos es larga.

Necesitamos un nuevo impulso como país y, por eso, debemos despertar nuestras esperanzas y deseos de mejora. Este cambio no vendrá de la actual política de partidos porque forman parte del problema. Es necesario un movimiento ciudadano que haga oír la voz del pueblo.

Debemos construir un nuevo espacio político desde la base, con participación ciudadana activa, para la regeneración política. Es imprescindible un cambio profundo en la cultura política, priorizando la ética y la transparencia. El nuevo proyecto debe ser abierto y receptivo a todas las sensibilidades, incluida la cultura cristiana. Necesitamos una política vertebradora, que fomente el diálogo social y cree espacios de encuentro entre los distintos sectores de la sociedad catalana, buscando el consenso en políticas clave. Es necesario promover acuerdos amplios en ámbitos fundamentales como la educación, la sanidad y el modelo económico.

También es necesario establecer proyectos de futuro, definiendo colectivamente un horizonte compartido para Cataluña, ambicioso pero realista.

Para conseguir una gobernanza transparente y con rendimiento de cuentas, es fundamental que los ciudadanos tengan acceso a la información pública de forma sencilla. Necesitamos mayor exigencia en el gobierno: implementar sistemas de evaluación independientes para medir la eficacia de las acciones gubernamentales. También es necesario fomentar la participación ciudadana creando mecanismos efectivos para que los ciudadanos puedan influir en las decisiones políticas.

Dotamos a Cataluña de un futuro de esperanza:

El cambio es posible y necesario. Con el compromiso de todos, podemos construir una Cataluña más justa, eficiente y representativa. La esperanza es nuestra responsabilidad.

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