El conflicto en Ucrania está alcanzando niveles insostenibles, y urge promover la paz antes de que sea demasiado tarde y el país sufra una destrucción irreversible durante décadas. El desastre está ya en marcha, como evidencian las crecientes deserciones del ejército ucraniano, con al menos 60.000 casos penales por esta causa, y una movilización de nuevos reclutas cada vez más improbable. El problema se agrava por el mal entrenamiento de los reclutas y el agotamiento de las tropas veteranas, muchas de las cuales han estado en la línea de fuego sin descanso desde el inicio de la guerra, lo que ha incrementado el número de soldados que buscan evadir EL frente.
En el ámbito demográfico, Ucrania ha perdido más de 10 millones de habitantes, una proporción significativa de su población inicial de 40 millones. La tasa de natalidad, que ya era de las más bajas de Europa, se ha convertido en la más baja del mundo, alcanzando apenas un hijo por mujer en edad fértil, muy lejos de la tasa de reposición de 2,1 . El éxodo ha sido masivo, con mujeres y niños emigrando legalmente, mientras que los hombres en edad de combatir lo han hecho de forma ilegal. Las bajas militares son también cuantiosas: entre 80.000 y 100.000 soldados han muerto, y se estima que 400.000 han resultado heridos, lo que añade una carga importante para la sociedad y la retaguardia, tanto durante el conflicto como cuando éste llegue a su fin.
Mientras, Rusia ha logrado superar las sanciones económicas y el aislamiento internacional. La reciente expansión de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) demuestra su creciente influencia. Este grupo ahora incluye a Egipto, Irán, Emiratos Árabes Unidos y Etiopía, entre otros, y representa el 45% de la población mundial y alrededor del 30% de la economía global. Muchos países, especialmente en el ámbito islámico y africano, están interesados en unirse al bloque, lo que muestra el poder de atracción de Rusia en el escenario internacional. Las candidaturas procedentes de Asia y África son numerosas. Incluso muchos países de América Latina, como Colombia, El Salvador, Nicaragua, Perú, Venezuela, Cuba y Bolivia, han expresado su interés en formar parte de este grupo.
En contraste, la Unión Europea se encuentra en una situación complicada. En lugar de actuar con autonomía, su política exterior y militar depende de la de Estados Unidos, lo que la convierte en una subordinada política y militar de ese país. Sin embargo, Europa tiene la oportunidad de marcar un punto de inflexión asumiendo el liderazgo para conseguir la paz en Ucrania. Este liderazgo podría implicar aceptar una solución similar a la que adoptó Finlandia con la URSS: aceptar la pérdida de territorios a cambio de estabilidad y desarrollo. Pese a la pérdida de Carelia, Finlandia prosperó, manteniendo su neutralidad y fortaleciendo su desarrollo económico y social.
Europa debería dejar de escuchar las voces que promueven la guerra, como la de Anne Applebaum: «Deberíamos armar a Ucrania para mantener la paz en Europa». Armar aún más a Ucrania, empujarla como fuerza de choque, es obvio que no es la solución. El camino es fomentar un acuerdo de paz que garantice la neutralidad de Ucrania. Este acuerdo podría incluir la cooperación con Rusia para la reconstrucción del país y la restauración de la cooperación energética crucial para la economía europea. La falta de acceso a la energía rusa ha afectado gravemente a la industria alemana y tiene repercusiones en toda la región. Recuperar esa cooperación aportaría múltiples beneficios para ambas partes, tanto económicos como geopolíticos.
Además, desde un punto de vista geopolítico, los europeos deberían ser los primeros interesados en evitar que Asia, especialmente China, se acerque demasiado a la frontera rusa. La única manera de conseguirlo es manteniendo buenas relaciones con Rusia y ofreciendo garantías de estabilidad y cooperación. Así podría mitigarse el complejo histórico de Rusia de sentirse amenazada por Occidente, un miedo que ha marcado su política exterior durante siglos.
La paz en Ucrania no sólo es una necesidad humanitaria urgente para evitar la destrucción del país, sino que también es crucial para el futuro de Europa. Asumir un papel activo en la negociación de la paz permitiría a Europa recuperar su autonomía y estabilidad, dejando de ser una extensión de la política estadounidense y abriendo sus puertas a una colaboración beneficiosa con Rusia. Esta paz no sólo beneficiaría a Ucrania, sino que también sentaría las bases para una Europa más fuerte, independiente y capaz de asegurar un futuro próspero para sus ciudadanos.