¿Por qué la perspectiva de género nos está destruyendo (I)?

No forma parte de las críticas fundamentadas en el gobierno Sánchez, aunque constituye una de las componentes fundamentales de su proyecto de gobierno, y es un factor clave que muestra la radicalidad y la falta de centralidad del gobierno Illa en Cataluña: se trata de la perspectiva de género.

Se ha conseguido que este concepto esté integrado y sea muy aceptado, defendido enconadamente y propagado con cuantiosos recursos públicos, sin reparar de qué se trata, qué objetivos persigue y cómo de radical es lo que está consiguiendo. Tanto es así, que buena parte de las reacciones políticas que se clasifican dentro del cajón heterogéneo del populismo tienen una de sus causas en su confrontación.

Se entiende que la perspectiva de género es adecuada porque trata de las desigualdades entre hombres y mujeres en diversas esferas de la vida, incluyendo el trabajo, la educación, la salud y la política, y trata de cómo resolverlas.

El peligro es que esto es sólo un aspecto de la cuestión. Es como si reduciéramos lo que persigue al comunismo a la idea de una mayor justicia para los trabajadores. Pocos podrían discrepar de ese objetivo, pero el problema es que esto no es comunismo, sino un matiz de éste.

Pues es idéntico a lo que ocurre con la perspectiva de género a la que se adhieren políticos, empresarios, padres de familia, pensando que sólo se trata de mejorar las oportunidades para las mujeres.

La perspectiva de género dice mucho más. Señalo dos aspectos cruciales. Uno, la cuestión del género. El otro, su visión muy específica sobre la sociedad, su teoría del patriarcado y la condición intrínsecamente perversa del género «hombres» en su totalidad, excepto aquellos que lo han transformado mediante una «nueva masculinidad» .

Vamos al género. Esta ideología sostiene que el género no es simplemente una cuestión biológica, sino una construcción social que determina roles, expectativas y comportamientos diferenciados para hombres y mujeres. Cuestiona lo que califica de roles tradicionales asignados a hombres y mujeres, es decir, la diferenciación de la especie humana entre hombres y mujeres, que ahora dejaría de tener sentido. Es una ideología objetivamente antiecológica y totalmente fuera de las leyes de la evolución; es sencillamente irracional: es una creencia, una fe.

La cuestión decisiva de la perspectiva o ideología de género es que establece políticas para garantizar que las leyes, programas y servicios sean sensibles a las necesidades específicas de género. Se trata, por tanto, de cambiar las leyes y las instituciones basadas en que somos hombres y mujeres y formamos familias y descendencia a partir de esta realidad. Todo esto debe ser, está siendo, liquidado.

Ya no hay hombres y mujeres, y todas las instituciones y leyes deben ajustarse a esta situación. Y esto es una revolución, la más radical de todas las vividas por el ser humano porque afecta a su naturaleza, lo que le define como ser, y a las instituciones que para acogerlo y desarrollarse ha constituido a lo largo del tiempo.

Lo que hay ahora para los gobiernos de Sánchez e Illa es:

  • Hombre : Alguien que se identifica con el género masculino.
  • Mujer : Alguien que se identifica con el género femenino.
  • Personas no binarias: Aquellas que no se identifiquen exclusivamente como hombres o mujeres. Las identidades no binarias pueden ser muy variadas y pueden incluir términos como “genderqueer”, “género”, “bigénero”, “género fluido”, entre otros.
  • Transgénero: Personas cuya identidad de género no coincide con el sexo que se les asignó al nacer. Por ejemplo, una persona asignada como mujer al nacer que se identifica como hombre (hombre trans) o viceversa.
  • Género fluido: Personas cuya identidad de género cambia o varía con el tiempo.
  • Agénero: Personas que no se identifican con ningún género o que sienten que no tienen ningún género.
  • Bigénero: Personas que se identifican con dos géneros simultáneamente o alternativamente.

La perspectiva de género también puede reconocer que las categorías de género no son universales y que pueden existir diversas formas de identificar y entender el género en distintas culturas. Por ejemplo, algunas culturas indígenas reconocen identidades de género fuera del binarismo occidental tradicional, como el concepto de Dos Espíritus en algunas culturas indígenas de Norteamérica.

El concepto de género se entiende como algo dinámico y personal, y las personas tienen la libertad de definirse a sí mismas más allá del binario tradicional de hombre-mujer. Esto pretende desafiar las limitaciones impuestas por las normas sociales y las instituciones, que deben modificarse para adaptarse a la nueva realidad.

Llegados a este punto, la cuestión es obvia: ¿cómo podemos concebir el matrimonio, la familia, nuclear y extensa, el parentesco a partir de estas premisas?, ¿cómo pueden existir las instituciones y normas que lo regulan? La respuesta es obvia: no podemos, no sirven, pero como las “nuevas instituciones” no existen, lo único que existe es destrucción de las bases de nuestra sociedad y caos.

Hay que explorar todo esto con mayor profundidad. Será el próximo día.

 

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