Es muy difícil imaginar a Salvador Illa aspirando a la centralidad en la política catalana, y este vacío político persiste. Pese a los intentos de proyectar una imagen de moderación y equilibrio, los hechos hablan por sí mismos y cuestionan la credibilidad de Illa en cuanto a su capacidad para ocupar ese espacio central que tanto proclama.
La credibilidad de Illa en su búsqueda de la centralidad se ve comprometida por decisiones políticas que reflejan, en el mejor de los casos, importantes contradicciones. Recordemos que Illa fue responsable de la ley de la eutanasia y de la legalización del suicidio asistido, mientras que, como ministro de Sanidad, aceptó que el Gobierno negara el aumento presupuestario necesario para que los cuidados paliativos llegaran a la mayoría de la población. ¿Cómo hablar de centralidad cuando se fomenta el suicidio asistido sin garantizar alternativas como los cuidados paliativos? Este desequilibrio entre las opciones disponibles para las personas en situaciones de gran vulnerabilidad revela una carencia de coherencia en su propuesta política.
Tampoco es fácil creer en la centralidad de Illa cuando su apoyo al Gobierno de Pedro Sánchez es total e indiscriminado, dando apoyo a todas las políticas y errores del ejecutivo sin aportar el contrapunto necesario. Políticas como el aumento de la presión fiscal, la incapacidad para reducir la desigualdad a pesar de los recursos aplicados, y la falta de respuestas efectivas a problemas estructurales como la crisis de la inmigración y el acceso a la vivienda son ejemplos claros de la carencia de matices en el posicionamiento del PSC. Sin un distanciamiento crítico y propuesta diferenciada, el papel del PSC en la política catalana no puede ser el de un partido central, sino el de un simple apéndice del PSOE de Sánchez.
La centralidad también se ve minada por la negativa a modificar la gran presión fiscal que asfixia a los catalanes , o, al menos, a deflactar los efectos de la inflación, lo que multiplica la carga recaudatoria sobre los contribuyentes sin que esto se traduzca en una mejora real de los servicios. Por el contrario, los servicios públicos en Cataluña han ido empeorando progresivamente. La falta de inversión adecuada en sanidad, educación y servicios sociales refleja una política que está muy lejos de tener al ciudadano en el centro de sus prioridades.
La situación de las familias en Cataluña es otro ejemplo de cómo el discurso de la centralidad se contradice con la realidad. La falta de apoyo a la natalidad y las familias contrasta con la gran atención y apoyo que se brinda al aborto. Cataluña lidera el ranking de abortos en España, representando uno de cada cinco, una cifra muy superior al peso relativo de la población catalana en el conjunto del país. Y, mientras, el apoyo a las familias sigue siendo casi inexistente. A esto se suma la reciente actuación de la consejera de Interior de la Generalitat, Núria Parlón, quien, a instancias de la anterior consejera de Feminismos, Tània Verge, ha amenazado con actuar de forma contundente contra pequeños grupos de personas que rezan en las inmediaciones de clínicas donde se practican abortos. Este tipo de intervenciones reflejan una falta de respeto por las libertades individuales y una actitud que difícilmente puede considerarse “central” o moderada .
Por otra parte, pretender que la centralidad es compatible con la existencia de un tripartito de facto con Esquerra Republicana y Els Comuns es, en el mejor de los casos, un ejercicio de ficción política. ¿Cómo puede aspirar a la centralidad un partido que depende de fuerzas claramente ubicadas en los extremos del espectro político y que no comparten una visión común del país ni sus necesidades? La realidad es que el PSC se ha convertido en un apéndice del socialismo sanchista , lejos del partido que en su día lideraron figuras como Raventós u Obiols, y de la moderación y responsabilidad que caracterizó al Partido Socialista durante la época de Felipe González y Alfonso Guerra.
Esta realidad se ve acentuada por la complicidad de algunos sectores de la élite catalana, tanto política como empresarial, que prefieren sostener una ficción de centralidad para seguir siendo relevantes o obtener algún beneficio del poder. Este pequeño universo, que se mantiene gracias a la complicidad de medios como La Vanguardia y TV3 , busca proyectar la imagen de una Catalunya que sigue siendo importante y que tiene una política moderada, cuando la realidad es muy diferente. Es una manera de mantenerse cerca del poder, pensando que “quien a buen árbol se arrima… quizás mejore su cuenta de resultados”.
En resumen, Salvador Illa y el PSC no representan hoy la centralidad en la política catalana. No hay propuestas innovadoras, ni una visión crítica respecto al Gobierno de Sánchez, ni una voluntad real de confrontar los problemas que afectan a los catalanes . Sin un distanciamiento claro de las políticas del PSOE y sin una propuesta coherente que tenga como centro el bienestar concreto y real de los ciudadanos, el PSC difícilmente podrá aspirar a ocupar ese espacio de centralidad que tanto proclama. La moderación no es sólo una cuestión de discurso, sino de hechos, y hoy en día, los hechos muestran a un PSC que está muy lejos de representar el equilibrio y la responsabilidad que los catalanes necesitan.