En 1418, o quizás unos años después, se editó un libro de fama universal, la Imitación de Cristo, de Tomás de Kempis. Ahora Illa intenta escribir su propia Imitación de Pujol, como mostró en su intervención de este martes en el Parlament de Catalunya al exponer su programa de gobierno. Ni Tarradellas ni socialdemocracia: la referencia real que Illa intenta construir para el electorado es la de Pujol. Éste lo hizo en 1980, y ahora el nuevo presidente quiere adaptarlo al 2024.
No se trata sólo del discurso, que no sería suficiente para explicar ese querido parecido, sino que su discurso es el corolario de este intento de construir el equivalente de Pujol. Lo muestra el gobierno que ha confeccionado y los mensajes que ha ido elaborando: guiños al humanismo cristiano, un asunto muy difícil para un hombre que depende en todo y por todo de Sánchez, que es una especie de antítesis de ese humanismo. Sin embargo, Sánchez tiene una “virtud” importante para la política: su delimitación es muy imprecisa.
Illa también manifiesta esta voluntad de semejanza con Pujol en la composición del gobierno, donde ha incorporado a personas procedentes de la misma tradición. En este caso, con el conseller Miquel Sàmper, que fue consejero de Interior con Junts y ahora lo es de Empresa i Treball. A esto, hay que añadir la fracción de Unió encabezada por Espadaler, que lleva años acomodada a los cargos que la alianza con Illa le proporciona. También integra a gente de ERC, como Francesc Xavier Vila, consejero de Política Lingüística, y Sònia Hernández Almodóvar, consejera de Cultura.
El separar la política lingüística de la cultural, que no es una idea recomendable, responde a una política de gestos que quiere mostrar la importancia que el catalán tiene para el nuevo gobierno. Sin embargo, responde a una exigencia estrambótica de ERC, ya que la lengua no puede ir separada de la política cultural; su fomento y perfeccionamiento no pueden ser fruto sólo de una mecánica lingüística, sino que deben estar intrínsecamente ligados al hecho cultural.
En el debate parlamentario, Illa hizo lo que era tan habitual en Pujol: una enumeración de problemas y objetivos, con dos piezas clave: la promesa de asumir el pacto sobre la financiación con ERC, y la priorización del problema de la vivienda, además de otras cuestiones. Sin embargo, todo ello sin las notas líricas que Pujol aportaba para romper la monotonía de un discurso de gestión.
Cabe destacar que Illa ha logrado algo muy importante de entrada: la colaboración de una parte de las élites catalanas y la ausencia de una oposición capaz. Ha logrado lo que Pujol tardó un mandato en lograr: hacer pensar que hay Illa por años. Sin embargo, esta convicción no es fruto de los méritos de su gobierno, que apenas comienza, sino de la incapacidad de la oposición. Ciertamente, es más fácil ganar un partido si el equipo contrario no se presenta.
Su discurso tiene al menos dos compromisos importantes. Uno con el pacto de financiación con ERC, que arrastra un grave inconveniente: nadie sabe exactamente en qué consiste y, para colmo, cada una de las partes da versiones opuestas. Tiene todos los números de ser otro parto de los montes, como la mayoría de los acuerdos con Sánchez, excepto los indultos. Sea como fuere, no parece que nos movamos de sitio.
El otro gran compromiso es invertir 4.400 millones de euros en vivienda pública durante esta legislatura, es decir, en cuatro años, y alcanzar otras 50.000 viviendas en 2030. Hay que recordar, sin querer aguar la fiesta, que Aragonés pactó con los socialistas 10.000 viviendas en 2022 que han quedado en nada.
Pero la imitación pujoliana necesita mucho más para reproducir ese liderazgo, adaptado a las nuevas circunstancias. Por ejemplo, abordar temas difíciles, como la delincuencia, el riesgo de la extensión de las mafias de la droga, la inmigración, la baja natalidad y el déficit vegetativo creciente, y la inexistencia de ayudas a la familia, que son comunes a Europa.
De hecho, se pueden esquematizar los grandes rasgos pujolianos para observar el contraste con la trayectoria de Illa.
Los resumo:
- La concepción nacional de Cataluña y su reforzamiento simbólico. Hacer país.
- El comunitarismo personalista, más o menos difundido, que podría tener el correlato en Illa a través del humanismo cristiano.
- La cohesión social. Una característica plenamente al alcance del nuevo presidente.
- El desarrollo económico. También es un eje perfectamente al alcance.
- Una ambiciosa política de infraestructuras. Está por ver qué presentará Illa en este ámbito.
- El peso político en España. Muy difícil, si no imposible, por su radical dependencia del poder de Madrid.
- La proyección internacional del perfil catalán. Difícil pero no imposible.
- La proyección europea. Ésta está asegurada con el nuevo nombramiento de Jaume Duch, pero habrá que ver su alcance político. El de Pujol fue extraordinario.
- El valor del compromiso. No hace falta dudar de entrada.
- El catolicismo como motor interno que influía en los planteamientos. No es el caso, puesto que en el partido de Sánchez no hay espacio para esta pretensión.
- La fidelidad a una lengua, cultura y tradición. En teoría, Illa ha creado dos departamentos para reforzar estas cuestiones. Habrá que ver su recorrido.
- Gobernar más o menos para todos. Por el momento, el nuevo presidente no parece moverse del bloque de poder que configuran los Comuns/Sumar y ERC.
- No ser esclavo de alianzas que limiten su visión de gobierno. El tiempo nos dirá si dispondrá de esa libertad política.
Ahora toca esperar y exigir cívicamente el cumplimiento de lo prometido. Ya no se trata de expectativas, sino de consumar realidades.