La inmigración, problema crítico para la lengua y la cultura catalana

Del conjunto de ventajas e inconvenientes que genera la inmigración masiva e intensa que está registrando Cataluña, uno de los problemas más destacados es su impacto, por el momento negativo, sobre la lengua y la cultura catalana. Sin riesgo de exagerar, puede decirse que vuelve a presentar un escenario de crisis a causa de su declive.

La razón fundamental es que la proporción de personas que tienen conocimiento de la lengua es muy elevada, gracias a la normalización lingüística del catalán en la escuela, pero su uso personal y social retrocede. Este hecho está muy conectado con la llegada masiva de personas de otras culturas que no creen necesario conocer, o al menos, utilizar el catalán habitualmente.

Basta con pensar que un 25% de los extranjeros que viven en España han llegado en los dos últimos años. Este hecho puede revertirse con una política adecuada, que en estos momentos es inexistente. También hay que decir que es muy difícil que esta reversión se produzca mientras el flujo migratorio sea tan grande y tan intenso como el actual.

La encuesta, con una muestra de 6.000 entrevistas de los Servicios Municipales de Barcelona, ​​señala que el uso del catalán como lengua habitual es uno de los más bajos, sino el más bajo, de su historia, sólo un 36%. Desde los años 90, cuando se encontraba ligeramente por debajo del 50%, ha caído 15 puntos porcentuales en lo que va de siglo. El bajón se produjo a principios de siglo, sobre todo entre 2006 y 2008, claro efecto de la primera ola migratoria de esta centuria. Hubo una posterior recuperación, pero ha vuelto a retroceder de forma rotunda desde el 2021.

No es raro que la población de Barcelona haya nacido en el extranjero en una proporción del 27%. Es una cifra muy alta. Normalmente, se dice que recibimos un contingente de europeos de alta cualificación, pero, aunque esto es cierto, hay que añadir que es una ínfima minoría y que el grueso procede de Hispanoamérica, Marruecos y otros países africanos. Los de lengua española se comunican con facilidad, mientras que quienes la desconocen tienen como primera opción el castellano.

Un segundo elemento a considerar es la combinación de un elevado envejecimiento y una muy baja natalidad. Mueren muchas más personas de las que nacen en Catalunya: más de 70.000 en el primer caso, y sólo algo más de 54.000 nacimientos. Asimismo, existe la llegada de inmigrantes. El resultado es que desaparece en gran medida la población autóctona que tenía el catalán como lengua más importante, siendo sustituida por nueva población que se expresa habitualmente en castellano.

La baja natalidad castiga el proceso de sustitución. Nacen muy pocos niños y la cifra de abortos es la más alta de España, representando el 39% de los nacimientos. No es algo menor que se haya generalizado entre los jóvenes una cultura desfavorable a tener hijos: el 75% de los hombres y la mitad de las mujeres de entre 30 y 34 años no han tenido ningún hijo, según el Idescat. Además, entre los nacimientos, el peso de los hijos de padres extranjeros es más importante, y todo ello hace rodar el balón en el mismo sentido: la merma del catalán.

Una tercera cuestión es el fracaso de la escuela. El catalán es lengua vehicular, pero no es una lengua querida por los alumnos. Se conoce pero no se utiliza. En la valoración de los chicos y chicas es una de las asignaturas menos queridas. Es realmente dramático que la escuela catalana no sepa hacerlo mejor.

El catalán también ha perdido el atributo de ser una lengua de prestigio social y cultural, como tuvo buena parte del siglo pasado, cuando la inmigración, en ese caso de origen español, la veía como una lengua de promoción.

El fracaso de las políticas oficiales por extender el catalán es notorio, así como el desinterés de las empresas. En la hostelería, todo lo relacionado con el turismo y los servicios, se hace evidente el desprecio por el catalán. Pero, incluso, la policía autonómica y la policía municipal de las grandes ciudades catalanas se expresan habitualmente en castellano y, a lo sumo, pasan al catalán si te diriges en esta lengua.

Y cerrando el círculo vicioso de los desaciertos, está TV3 . Nació para normalizar y extender el uso del catalán, pero lleva muchos años abandonando este hito y se ha encerrado en un reducto ideológico, dirigido a los más convencidos y con nula capacidad de interesar a otras personas por sus programas e informaciones. Cabe decir con rotundidad que TV3 no cumple con sus principios fundacionales.

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