La UE actual, a diferencia del proyecto fundador, que equilibraba ideales compartidos y ventajas económicas, ha priorizado el interés económico de forma absoluta y ha sustituido los ideales que la cohesionaban por una ideología que fractura la cohesión de una Unión tan compleja.
La presidenta Ursula von der Leyen tiene una responsabilidad importante en la acentuación de esta dinámica autodestructiva que, en los próximos cinco años, puede llegar a un cenit explosivo. En la UE, cada vez crecen más las grandes contradicciones y desencajes internos:
- Una guerra no declarada con Rusia, con duras sanciones económicas incluidas, que ha acabado afectando más al bienestar de los europeos que a la economía de Moscú. Sobre todo, se ignora la evidencia de que, si el conflicto crece, el riesgo de la primera guerra nuclear se convertirá en algo inapelable. Hay que tener en cuenta que será un conflicto que se entregará sólo en Europa, y esto EEUU lo tiene bien claro. Si Rusia, a malas, hace uso de su arsenal nuclear táctico, no habrá respuesta al mismo nivel por parte de EE.UU., y Dios nos guarde que Macron intente responder. Es un sinsentido, considerando el origen y el desarrollo de la guerra.
- El contraste con Israel. Actualmente, este país vive una situación muy parecida a una suerte de guerra civil, si es que puede decirse así al conflicto entre palestinos e israelíes. Sin embargo, el lógico apoyo al estado de Israel no puede dar lugar a asimetrías políticas, militares y morales tan grandes, que se están produciendo cuando las fuerzas de defensa de ese país actúan contra objetivos militares, independientemente de las consecuencias sobre la población civil, sin que la UE haga más que declaraciones vacías de consecuencias. El ataque sistemático a escuelas y hospitales, a edificios civiles, no puede justificarse siempre y sistemáticamente en aras de perseguir un objetivo militar.
- La expulsión del Sahel. Los países africanos de este lado tan cercano del mundo han dado una patada a la UE en el culo de Macron. El resultado es un vacío que la cúpula militar ha alertado ya sobre sus nefastas consecuencias, porque deja el flanco sur en manos del yihadismo. El papel de España, el país más peligrosamente afectado, es difícil de entender, como lo es la indiferencia de Bruselas. Parece como si ese pedazo de África ya no importara desde el momento en que ha dejado de ser el patio de juegos de la república francesa.
- Venezuela y Maduro. Se siguen acentuando las asimetrías de trato. La dureza con Rusia, la comprensión con Israel y ahora la complicidad afectiva con el régimen de Maduro son inasumibles. La UE no puede acordar simultáneamente que no reconocen a Maduro como presidente, pero siguen manteniendo las relaciones con el gobierno de aquel estado, se niegan a asumir la victoria de la oposición y dejan sin ninguna sanción ni al dirigente venezolano ni a su entorno familiar, militar y social. Esto tiene un nombre a reiterar: se dice complicidad con una dictadura.
- Orbán. Se ha convertido en la bestia negra de la Comisión Europea. Está sometido a estrangulamientos económicos. Se producen hechos impresentables, como que la propia Comisión decrete el boicot al presidente de turno de la UE. Esto no tiene nada de institucional. Asimismo, China concedió un crédito de mil millones a Hungría. Este país se convierte en el primer inversor extranjero en ese país que forma parte de la ruta de la seda y concentra las inversiones en fábricas de coches eléctricos chinos dirigidos a superar la barrera arancelaria. Si con el conflicto de Ucrania la UE ha empujado a Rusia en manos de China, ahora lo está haciendo con Hungría. Y recordemos que esta potencia tiene también un rol importante ya en Croacia, Austria y controla buena parte del sistema portuario de Grecia.
- Las desigualdades crecen en Europa y la Comisión no se muestra muy sensible a este problema, que se encuentra en buena parte detrás de la reacción de los partidos de la derecha alternativa. Asimismo, sigue tolerando paraísos fiscales en su seno, como el caso abrumador de Luxemburgo, el de los Países Bajos y, en parte, también el de Irlanda.
- La falta de cohesión de la política exterior de la UE es arrolladora. Citemos uno de los últimos casos que no deja de ser ilustrativo de cómo van las cosas. Brasil quería volver a introducir al español en el plan de estudios escolares. Las embajadas de Francia, Italia y Alemania han hecho lo imposible para que esto no fuera así. Nada es como ser socios de un destino común.
- Preparándose para una guerra que nadie pide. Von der Leyen tiene muy claro que quiere un importante desarrollo industrial militar para Europa. Y de esta forma, por primera vez, la industria armamentística podrá acceder a créditos blandos del Banco Europeo. La cuestión es por qué, si el único frente en el que están fijados los ojos es en la frontera rusa. Una vez más esta dinámica, que crece y puede llegar a un punto de no retorno, tiene en este caso el corolario de una guerra nuclear.
- Asimetrías también en las exigencias internas. Lo que el nuevo primer ministro polaco, Tusk, ha venido haciendo en su país en relación con los medios de comunicación, la justicia y el equilibrio entre las instituciones es absolutamente arbitrario, pero, a diferencia de cuando gobernaba el PiS, ahora Europa no tiene nada que decir, porque Tusk forma parte de los “amigos” de Úrsula Von der Leyen y la Comisión. Ha cometido abusos en los medios públicos de comunicación, ha ignorado las decisiones del Tribunal Constitucional, persigue judicialmente a miembros del anterior gobierno y algunos de sus actos son patente ilegales. Pero da igual: la CE ha desbloqueado el fondo de 59.800 millones de euros que tenía congelados el anterior gobierno por “motivaciones políticas”. Sánchez en España actúa de espaldas a principios constitucionales bien definidos, convierte el Congreso en una sucursal de la Moncloa, ha colonizado el Tribunal Constitucional en unos términos escandalosos, presiona a los jueces de manera descarada, limita los derechos de la oposición al negarla en todo momento a dar explicaciones y a rendir cuentas. Pero la CE no tiene nada que decir, está demasiado atareada con la pequeña Hungría y vigilando a la Italia de Meloni para atender el caso español. Dinamarca es un modelo de restricción de derechos con la inmigración, pero nunca se le ha hecho ninguna advertencia sustancial.
- Y, por si fuera poco, Úrsula Von der Leyen levantó la bandera de nuevas incorporaciones. Otros nueve países, encabezados por Ucrania, con Moldavia, Georgia, Serbia, Bosnia, Montenegro, Macedonia del Norte, Kosovo y Albania, están en la lista. Todo ello, una melange indigerible en la situación actual de la UE y un coste que nadie se ha entretenido en presentar a los ciudadanos.
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