En su discurso de nominación como “compañero de ticket” electoral de Donald J. Trump, James David (“JD”) Vance estaría marcando un nuevo rumbo para el futuro del Partido Republicano.
Tal y como recoge Oren Cass, director del think tank American Compass, la toma de palabra de Vance estuvo marcada por una afirmación que repitió en varias ocasiones: “los trabajos fueron enviados más allá de los mares, y nuestros hijos fueron enviados a la guerra” . Añadiendo en un punto: “desde Irak hasta Afganistán, desde la crisis financiera hasta la gran recesión… los gobernantes de este país han fracasado una y otra vez”.
Cass observa con astucia cómo esa frase que vinculaba política exterior con economía era mucho más importante de lo que podía parecer en un primer momento, porque denota una visión completa del mundo y de la política.
Una forma de entender los valores del partido que había quedado arrinconada desde hacía décadas por las visiones neoconservadoras dominantes en los años 90 y 2000 y su vertiente caricaturesca y apoteósica encarnada por el Tea Party alrededor de 2010, cuya influencia costó probablemente a los republicanos ambas elecciones perdidas ante Barack Obama en 2008 y 2012.
Según Cass, la aparición de Vance en la arena política al más alto nivel encarna el retorno de los verdaderos conservadores al frente del Partido Republicano de Estados Unidos.
En el Partido Republicano de Dwight Eisenhower, Richard Nixon y Ronald Reagan (es decir, desde los años 50 hasta principios de los 80 del siglo pasado) sus candidatos construían vastas coaliciones de clases sociales y regiones muy distintas en torno a los valores conservadores como familia , trabajo, libertad, religión y país.
Pero, como remarca Cass, desde la caída del muro de Berlín, ningún candidato republicano a la presidencia ha logrado reunir más del 51% del voto popular.
La culpa, según el politólogo, se debe a la aparición de una nueva clase de político asesorado por profesionales que buscaban la victoria a todo precio, el más a menudo por escaso margen y montando coaliciones artificiales para conseguir el poder con el objetivo de desarrollar una agenda que servía a grupos de intereses específicos y minoritarios.
El punto culminante de esta tendencia fue, según Cass, la catastrófica privatización de la seguridad social norteamericana impulsada por George W. Bush en 2004, y que se encuentra en los orígenes de los ocho años de mandato de los demócratas gracias a Obama, quien montó su campaña en 2008 en buena parte para dar marcha atrás en esta política.
Pese a todos sus numerosos y evidentes defectos, Trump tiene el mérito innegable de estar haciendo evolucionar al Partido Republicano, partiendo de la base puramente populista que recogió de la derrota causada por un cuarto de siglo de políticas que buscaban como fin último reducir el estado a su mínima expresión.
Sobre estos escombros, Vance hizo un discurso en el que no mencionó en ningún momento recortes de impuestos ni reducción del gasto. En su lugar, “nuestro compromiso es para con el hombre trabajador”.
Adiós al libertarismo económico y al neoconservadurismo (intervencionismo) exterior. Según Cass, Vance propone volver a las raíces conservadoras de Estados Unidos de América.
Lo que defiende este reencontrado conservadurismo vendrá en un segundo artículo.