El INE ha hecho públicas sus previsiones sobre la evolución de la población española en dos horizontes temporales: 2039 y 2074 . Tres elementos deben llamar necesariamente la atención.
1. Envejecimiento
El primero de ellos es el envejecimiento. Un 30% de la población tendrá más de 65 años en 2074. Por tanto, entramos en un período en el que las características de esta condición marcarán profundamente la sociedad y la economía del país.
2. Hogares unipersonales
La segunda condición es que cada vez habrá más personas viviendo solas. En 2039, una tercera parte de los hogares tendrá un solo residente. Es una derivada más del envejecimiento porque la mayoría de estos hogares serán fruto de la viudedad.
3. Sustitución de población
La tercera característica es la sustitución de población nacida en España por la de procedencia inmigratoria. En 2074 habrá 54,59 millones de habitantes, de los que 21,28 millones serán nacidos en el extranjero. Esto significa el 39%.
Si se considera que entre la población nacida en España en esa fecha habrá una parte muy importante de hijos de parejas inmigrantes, tendremos que el cambio habrá sido extraordinario si se mantienen estos parámetros. En 2016, la población nacida en el extranjero representaba el 13%. En 2024, había crecido 4 puntos porcentuales hasta el 17%. Esta multiplicación mantendrá su carácter ascendente al menos hasta 2040.
Naturalmente, este valor medio por el conjunto de la población no se reparte de forma igual. Por tanto, en los lugares donde tiende a concentrarse, la proporción será aún mayor en cuanto al número de personas nacidas fuera. Para situar una referencia concreta: en 2024, como hemos visto, el porcentaje de personas nacidas fuera es del orden del 17%, pero en Cataluña es 9 puntos mayor. En Barcelona casi dobla esa cifra, el 31%.
Esto puede significar que en Cataluña del orden del 45% de la población haya nacido fuera y que en Barcelona supere claramente la mitad. Todo esto es una revolución silenciosa que de momento no parece tener muchas consecuencias, pero que antes que tarde evidentemente las tendrá.
Sucede como en el turismo, que de una aceptación generalizada hemos pasado en muy pocos años a una crítica y a una posición creciente que acabará trastocando el panorama actual. Lógicamente, esto también ocurrirá con el hecho inmigratorio.
Análisis de los datos
Cabe decir que el informe que ha hecho público ahora el INE no es una predicción, en el sentido de que no tiene como objetivo determinar cuál es la evolución más probable; simplemente se ha proyectado a la población considerando que se mantienen las tendencias actuales. Por tanto, los resultados reales pueden ser sensiblemente diferentes.
Una novedad de este análisis es que se ha efectuado una consulta en forma de encuesta a los demógrafos de toda España para establecer las hipótesis de futuro comportamiento de los parámetros demográficos. En este sentido, llama la atención que se considere que la natalidad tenderá a mejorar porque la fecundidad de las mujeres, el número de hijos que tienen, aumentará ligeramente del 1,16 actual a 1,24 en 2038.
De hecho, la previsión señala que los nacimientos empezarán a aumentar algo en el 2024 y seguirán esta evolución. Se tendrá ocasión de constatar en breve si esta previsión realmente responde a la realidad o no.
Mortalidad e inmigración
Lo que es evidente es que España ha entrado en una situación en la que mueren más personas de las que nacen y que, por tanto, todo el aumento de población que se producirá será de naturaleza inmigratoria. Este fenómeno va sucediendo ya desde el 2016, con el añadido de que cada vez será mayor la diferencia entre ambos componentes porque la mortalidad, por razón del envejecimiento de la población, tenderá a crecer de forma más sustancial que los nacimientos.
Emigración y descapitalización
Hay otro factor que no se tiene en cuenta y tiene mucha importancia: la emigración. Si en 2022 hubo 1.258.000 inmigrantes, se produjo al mismo tiempo la marcha de 531.000 personas. El saldo migratorio es positivo con 727.000, pero sus efectos son muy distintos.
En este proceso existe una descapitalización en capital humano de España porque la inmensa mayoría de los 1,2 millones de inmigrantes es portador de niveles de capital humano bajo o muy bajo. Mientras que la mayor parte del medio millón que emigra corresponde a altos niveles de formación, a gente con estudios técnicos o universitarios que no encuentran en España las condiciones laborales que buscan.
Es un pésimo negocio para el país porque significa que hay un coste público: el de formar a personas hasta titulaciones superiores que se pierde porque se marchan fuera para insertarse en el ámbito laboral y, por tanto, no generan el retorno que sería esperable. Y también existe descapitalización porque los recién llegados se insertan en actividades económicas de mucha menor productividad.
Consecuencias a largo plazo
Estos escenarios, envejecimiento, crecimiento de las personas que viven solas, un peso abrumador de la inmigración, pérdida de capital humano y de productividad, afectan gravemente a la prosperidad y bienestar del país a medio y largo plazo.
La gravedad de todo ello exigiría un debate social y político sobre cómo afrontar y modificar estos escenarios. Pero la realidad es que es un debate inexistente porque deliberadamente se escapa de él. Sobre todo por razón fundamental: porque es políticamente incorrecto debatir sobre las causas y consecuencias de la gran inmigración que experimenta España y el proceso de sustitución de población autóctona que se está produciendo.