¿Por qué fracasa la escuela tan estrepitosamente (sobre todo en Cataluña)?

¿Por qué el fracaso de la escuela es tan estrepitoso? Es una consecuencia multicausal, pero hay una raíz común que, si no se resuelve, siempre irá de mal en peor. La razón es sencilla: todo aprendizaje necesita unos fundamentos. No hace falta razonar demasiado ni ser un experto para asumir que disponer de buena destreza en un deporte sirve de muy poco sin una buena base de educación física. Pues la educación y la enseñanza tienen la misma exigencia.

¿Y cuáles son esos fundamentos que contribuyen a desarrollar las capacidades innatas y a superar factores adversos?

Un artículo del psiquiatra Enrique Rojas, publicado en La Tercera del ABC, en el que explica la denominada inteligencia auxiliar, hace una buena recapitulación y definición.

La psiquiatría y sociología definen la inteligencia auxiliar como esa modalidad que utiliza una serie de instrumentos adquiridos. Podríamos decir que pertenecen a la categoría de la formación del carácter y de la educación en las virtudes.

Concretamente, Enrique Rojas señala:

  1. El orden en todos los ámbitos, en mi condición que me permite saber lo que quiero, mis aptitudes y limitaciones, en el horario, en la habitación y en el hogar, en las actividades profesionales o de estudio en el caso del joven y con perspectiva de futuro al planificar y prever.
  2. La constancia, que significa actuar sin desfallecer, la firmeza. La perseverancia en los objetivos que se ha propuesto; saber empezar, continuar y terminar a pesar de las adversidades.
  3. El más importante de todos, según Rojas, la voluntad que rige el conjunto de la conducta, y define como la capacidad para querer algo y poner todos los medios para lograrlo. También forma parte de la capacidad para descubrir lo valioso para nosotros. Rojas afirma: «una persona con voluntad llega más lejos que una persona inteligente». También significa, y aquí es fácil reconocer uno de los problemas centrales de la actual educación, que constituye la disposición interior para no hacer lo que me apetece y hacer lo mejor para mí, lo bueno; también para los demás. Dicho de otra forma, la cultura del esfuerzo, donde la educación de la voluntad es clave en la formación del carácter y es una tarea lenta, gradual y progresiva.
  4. La motivación; es decir, lo que nos impulsa a hacer algo. Éste es un punto crucial, por ejemplo, en el capítulo de los repetidores, de los que abandonan los estudios, de los que ni estudian ni trabajan, la falta de debilidad de su motivación.
  5. La capacidad para observar (que, por cierto, el teléfono móvil ha destruido) y tiene una serie de componentes, según Rojas. Atender, escuchar, otorgar atención a un conjunto y al mismo tiempo a los detalles. Estaría ligada a la concentración y sería todo lo opuesto a la dispersión que cada vez más impera en nuestras vidas.
  6. Y, finalmente, señala uno muy concreto y que puede parecer curioso: la capacidad de tomar nota, hacer apuntes de lo que se escucha. Lo razona: esta acción, dice, significa activar la corteza prefrontal y esa información entonces se almacena en el archivo de la memoria de nuestro cerebro y el contenido se retiene mucho mejor.

Si contrastamos estos factores con el proceso educador que hacen las familias y la metodología educativa que impera en la mayoría de escuelas, y en particular en la pública, constataremos que están en las antípodas y tendremos la raíz que impide una educación suficiente.

Para compensar este declive lo que hacen las administraciones es ir rebajando el listón y ésta es una forma de generar una creciente desigualdad social, porque aquellos núcleos que por renta, educación familiar o simplemente mantienen vivos estos factores, prosperarán. Mientras que la gran mayoría cada vez más se situarán en la parte baja del conocimiento, de la capacidad de reflexionar por cuenta propia. Seguramente que si rascáramos un poco más constataríamos la relación entre todas estas carencias y el desastre en el que se ha convertido la política, porque en el fondo los que están en el escenario interpretándola no dejan de representar papeles que una gran parte de los ciudadanos aplauden.

Rectificar todo esto es metodológicamente sencillo y cultural e ideológicamente casi imposible. Sencillo, en la medida en que lo es la respuesta. Pasa por la formación del carácter, y éste es un tema que vale la pena abordar, y por la ética de las virtudes en la escuela y en el conjunto de la sociedad. Pero, claro está, ambas cuestiones están en completa oposición a la ideología dominante de satisfacción sin límites del individualismo, basado en el emotivismo y la satisfacción sin restricciones de los impulsos del deseo.

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