¿Principio del fin de Sánchez o sólo incapacidad estructural para gobernar?
No es lo mismo. En el primer caso, todo conduciría a unas elecciones anticipadas, en el segundo a una permanencia del gobierno instalado en la impotencia legislativa. E ir viviendo pactando día a día todo lo pactable, como por ejemplo ha hecho con el PNV aceptando la primacía de los convenios territoriales sobre el estatal, una fórmula propia del nacionalismo vasco, pero en las antípodas de lo que se puede pensar que es la visión socialista sobre las relaciones laborales.
Las elecciones europeas son un test y, por el momento, las cosas no evolucionan mal para el presidente del gobierno. De la gran ventaja del PP de 10 puntos el pasado año, las encuestas señalan ahora una distancia, victoriosa eso sí, de 3 o 4 puntos. A Sánchez le basta con mantener o mejorar un poco los resultados para justificarse políticamente.
El PP plantea las elecciones como un plebiscito a Sánchez, en las que, por cierto, ya ha detectado el atractivo de Meloni e intenta desactivar su voto en España cuyo beneficiario es Vox, que es el partido que pertenece a su mismo grupo en el Parlamento Europeo.
Sánchez se presenta como adalid, como muro ante la ola de la derecha alternativa en Europa y se esfuerza por situar al PP en este marco, pese a ser un miembro destacado de otra familia política, el PPE.
El PP es consciente de que debe mejorar su posición en Catalunya y ha empezado aquí la campaña electoral. Reducir distancias con los socialistas es vital si quiere ganar algún día. Pero, claro, el PP es el PP y todo lo que teje por un lado, su líder en Catalunya, lo deshace el PP en otros sitios. Como ahora mismo en Valencia, donde el nuevo gobierno con Vox establece una normativa claramente discriminatoria con el valenciano, y eso, quieras que no, tiene un reflejo en la imagen popular de Cataluña.
Sin embargo, la debilidad de Sánchez es innegable. Primero fueron los presupuestos, que ni siquiera presentó pese a ser el pilar de toque de todo gobierno. Después ha visto cómo dos leyes sucesivamente eran rechazadas, la de la prostitución, o no se ha atrevido a presentarlas por miedo a perder, como la del suelo. Sólo ha aprobado una ley en 6 meses y 3 decretos leyes. En estas condiciones, ¿se puede gobernar cuando el propio socio de gobierno le vota en contra, dando lugar a una modalidad desconocida en la democracia, porque cuando esto se produce el presidente del gobierno despide al grupo que ha actuado de esta forma? Es una manifestación clara de que Sánchez está esclavizado por su socio minoritario.
Por si fuera poco, ERC y sobre todo Junts reiteran, una y otra vez, que dieron su voto a la investidura, pero no a la legislatura, y Puigdemont insiste en que quiere gobernar con la misma lógica de Sánchez: por ser el segundo en los resultados electorales; por supuesto, que necesita la colaboración del primero en este caso para conseguirlo.
Es algo insólito para España, pero tiene dos crisis internacionales simultáneas abiertas provocadas además por decisiones del propio gobierno, retirando al embajador de Argentina y reconociendo el inexistente estado palestino. En el primer caso, el conflicto nace como una suerte de defensa en el honor a la mujer del presidente. Es una política internacional de corte calderoniano. Es otra innovación porque siempre se ha creído que la política internacional se hace para servir a los intereses económicos, políticos y a los ciudadanos concernidos. No es el caso. Ahora se trata de conflictos de “honor”.
En el caso del reconocimiento del estado palestino, la cuestión es también bastante original porque ¿a quién se está reconocimiento exactamente? Es un estado sin fronteras, sin capital, y gobernado por quién ¿Por la desacreditada autoridad nacional palestina que se mantiene a base de no convocar elecciones desde hace años o del grupo terrorista Hamás que, en estos momentos, es el preferido de la población palestina?
Por si fuera poco, la vicepresidenta Díaz se emborracha de lírica y reclama una Palestina “desde el río hasta el mar” que es precisamente el eslogan de Hamás y que expresa de forma poética la necesidad de liquidar el estado de Israel y expulsar a la población judía que existe desde el Jordán hasta el Mediterráneo.
Al mismo tiempo, al tiempo que pierde en las votaciones, el gobierno se encuentra con que el Congreso le aprueba medidas contrarias a su voluntad, impulsada por el PP y con el voto favorable de sus socios, como por ejemplo la necesidad de dejar sin efecto la iniciativa de Sánchez de reconocer los derechos de Marruecos sobre el Sáhara y volver a la posición de siempre de España, o la de reducir el IVA de los alimentos. Todo esto es un desorden político de difícil interpretación.
La pregunta se mantiene. ¿Es el inicio del fin de Sánchez? ¿O puramente la continuidad del desgobierno?