Casi con el mismo título “Nos violan más que nunca” Olga Ruíz expresaba en El Periódico su sentimiento adverso y de frustración por los datos sobre los delitos sexuales en Barcelona. Cosa que puede extenderse más allá y referirlos a toda Cataluña. La causa es la publicación, por parte del ministerio del Interior, del recuento trimestral, en este caso de enero a marzo de 2023, de las infracciones penales por autonomías, provincias, capitales y localidades con más de 20.000 habitantes.
Referido al trimestre de 2022 y en comparación con el mismo período del año siguiente, los delitos contra la libertad sexual crecieron en Cataluña un 17,3% mientras que en el conjunto, a criminalidad lo hizo sólo el 11,3% . Por encima de los delitos sobre la libertad sexual crecieron los homicidios, hurtos y sustracción de vehículos. Se produjeron 880 denuncias contra la indemnidad sexual en 3 meses, lo que representa a 10 al día.
Este hecho se concentra sobre todo en la provincia de Barcelona con un incremento del 22,4%, prácticamente el mismo aumento que en Barcelona ciudad. Pero, para tener una visión clara, debemos referirlo a la dimensión de la población. Aplicando este criterio en Cataluña se produjeron 110 delitos contra la libertad sexual por cada 100.000 habitantes, en la provincia de Barcelona fue ligeramente superior, 117 delitos, y mucho mayor en la ciudad de Barcelona que alcanzó 150 por cada 100.000 habitantes . Con ese aumento y estas cifras es lógico que se manifieste la preocupación.
Dicho artículo hace una consideración que no debería caer en saco roto: “después de tantos años de lucha, activismo, manifestaciones… Después de tanta sororidad ante la injusticia, de revelarnos ante tanta manada y tanto machismo, después de tanto intentarlo es frustrante. Algo debemos estar haciendo muy mal para no ser capaces de abordar de forma seria y multifactorial la relación que los adolescentes construyen en torno al sexo ”. Dicho párrafo sitúa claramente la cuestión. ¿De qué sirven tantos juzgados especializados, policía, campañas y miles de millones de abogados a lo largo de todo este período, de leyes cada vez más duras si el resultado es que vamos a peor?
Parte de la explicación la da implícitamente la propia autora del artículo porque hace trampas al solitario y da el salto de ver el problema de la agresión sexual contra la mujer al concentrarlo sólo en los adolescentes, que evidentemente son una parte importante de la situación, pero ni mucho menos constituyen el grosor del delito. El salto lo hace porque entonces introduce como único agente causal, o al menos el único que señala, el de la pornografía, pero, ¡vaya!, limitada sólo a los adolescentes, no sea que nos hagamos daño, como si la pornografía entre los adultos adictos cada vez más no incorporara también algo de peligrosidad. Pero esta segunda consideración la prohíbe el pensamiento políticamente correcto.
El fracaso viene de que la cultura actual considera que el sexo, las relaciones sexuales no deben ser canalizadas por ningún sistema de valores ni de virtudes, no deben tener límites y deben formar parte de un consumo ilimitado desde la más tierna edad. La cultura actual considera que no es necesario limitar ni canalizar el deseo, y menos el sexual, ni contemplar que los estímulos que, evidentemente, la pornografía, pero no sólo ella, son un poderoso condicionante del comportamiento.
En todo esto, la cultura de la progresía, en general, y el feminismo de la guerra de géneros, en particular, tienen una responsabilidad porque impiden las políticas que realmente podrían dar respuesta al problema, basadas en el respeto y la dignidad de la persona , en la limitación de la relación sexual y en su fundamento en comportamientos adecuados.
Detrás del problema de la violencia sexual lo que hay es la crisis de la cultura dominante y un problema moral debido a una concepción equivoca y a un problema ético de comportamiento por la falta de las virtudes necesarias para actuar de forma considerada y respetuosa con la mujer .