La pregunta es pertinente. ¿A quién le importa el catalán, vista la evolución del uso de la lengua? Es oficial, junto al castellano, si bien es la de uso predominante para la administración de la Generalitat y las administraciones locales, es lengua vehicular minoritaria en los ejemplares vendidos de prensa escrita y muy minoritaria en televisión, donde TV3 es más un reducto congelado, que un servicio en expansión.
Por lo que respecta a las redes sociales, el uso de la lengua catalana está en retroceso. El 55,7% de los jóvenes aseguraban en 2017 que utilizaban esta lengua siempre o casi siempre en las redes, pero el dato cae en 2021 hasta el 34,1%. En cambio, la proporción de jóvenes que aseguran no utilizar el catalán nunca o casi nunca en las redes sociales se ha doblado casi en cuatro años, ya que sube del 22,8% hasta el 41,8%. En el rango de edad entre 25 y 34 años, se produce un fenómeno similar. La utilización siempre o casi siempre del catalán en mensajes móviles cae de un 46,9% de los encuestados en 2017 hasta el 32,5% el pasado año, mientras que la caída es aún más pronunciada en el uso en las redes sociales: en cuatro años se pasa de un 40,9% a un 12,7%. Entre los mayores de 64 a 75 años, sólo utilizan el catalán siempre o casi siempre para enviar mensajes a un 31,7% de los encuestados.
Pero lo más grave se da en el cine, dado que el catalán es prácticamente residual, a diferencia del teatro, donde mantiene una presencia muy destacada.
Y esa magnitud del 30% a la que tiende el paso del tiempo es la que corresponde a las personas que tienen en el catalán la primera lengua, es decir, aquellas que lo utilizan siempre de entrada. El Instituto de Estadística de Cataluña (IDESCAT) en julio de 2023 confirma ese orden de magnitud cuando determina que el 47,5% de la población residente de 2 o más años utiliza el castellano, mientras que la segunda lengua inicial es el catalán, con 29,2% de la población.
¿De qué sirve, pues, tanto despliegue normativo y oficial, si el catalán en lo que cuenta retrocede? Sin embargo, hay virtudes: Toda la gente joven lo conoce y puede hablarlo con fluidez y leerlo… cuando lee. Tenemos una buena base joven y eso querría decir futuro, si no fuera que entre ellos lo utilizan poco, y es una población de poca lectura, bajo nivel de compresión lectora y con una capacidad reducida a mínimos para leer textos complejos, que son sobre los cuales se juega el futuro de la cultura catalana. Un texto de esa naturaleza significa elevar la lectura a un nivel superior. Se refiere a cualquier texto largo que requiere concentración y con el que adquirimos conocimientos. Este tipo de lectura es decisiva porque nos sirve para aprender nuevas palabras y está dotado de oraciones largas y complejas que aumentan nuestra capacidad de usarlas. Si nuestro vocabulario es extremadamente sencillo y de pocas palabras, nunca podremos afrontar tareas complejas que son cruciales en el mundo en el que vivimos.
El Manifiesto de Liubliana reivindica esta necesidad a escala europea, que es aún más necesaria en una cultura de dimensión demográfica modesta, pero que siempre ha reivindicado la calidad como distintivo. Hemos alfabetizado en catalán, pero ni le han sabido dar nivel y calidad, ni extensión social, al tiempo que el fracaso pedagógico en este siglo es histórico, memorable. En ese contexto, la tecnología es un problema, sí, pero no el principal.
Tenemos otro que nos ahoga y es demográfico y político
Cataluña ha sido tierra de inmigración, lo fue en el siglo XX y lo está siendo éste. A lo largo del siglo anterior se produjeron tres oleadas, a inicios, en los años veinte, y en los sesenta, con un orden de dimensión creciente, que llegaban a un país con escaso o ningún poder para autogobernarse. Sobre todo en la segunda mitad del siglo pasado, la preocupación por la desaparición del catalán fue grande, dado que, además, el franquismo primero había prohibido todo uso público y después lo limitó en gran medida, hasta aceptarlo sólo como iniciativa privada, y esto ya fue considerado un éxito.
Es el período en el que surgen iniciativas como Òmnium y se da un proceso de renovación pedagógica muy grande, limitado necesariamente a la escuela privada. Sin embargo, el catalán resiste y fructifica bien, y con él la cultura que genera, hasta el extremo de que Joan Triadú se atreve a calificar aquella época de “Siglo de Oro ”.
Con la recuperación de la Generalitat se produce todo un esfuerzo sistemático por normalizar el uso del catalán, de impulsar su cultura sobre una base de interés y entusiasmo, que tiene dos hitos claves: la creación de TV3, justificada sobre todo por esta voluntad normalizadora, y el acuerdo del Parlamento, que resiste a todos los embates jurídicos en contra de convertirlo en lengua vehicular en la enseñanza. Pero todo ese entusiasmo ha desaparecido de la política. Los gobiernos, la sociedad y el sistema escolar no han sabido hacer atractivo su conocimiento y uso. Han fracasado las políticas públicas, los políticos y la administración, TV3 se ha convertido en un monstruo autorreferenciado, y de ser un medio ha pasado a ser un fin; peor deformación imposible y además extraordinariamente costoso: tiene el punto de audiencia de mayor coste de todas las televisiones y tanto personal, que es la segunda televisión de España en estos términos después de TVE, para acabar encargando fuera a la mayor parte de su producción.
El catalán se ha alejado del corazón y del intelecto de los catalanes; esto es, de la gente que vive en Cataluña.
Unos grandes factores le son adversos en nuestro tiempo:
- La Familia, que fue el núcleo de resistencia y propagación en los años más oscuros después de la Guerra Civil, está tocada y estropeada, ha perdido grueso y base formadora y de transmisión. Son factores culturales y políticos; ideológicos los que la están destruyendo y con ella la continuidad de Cataluña como pueblo.
- La polarización que ha generado el independentismo ha jugado, lo hace todavía, a la contra. Lo que podía ser una actitud receptiva hacia el catalán, por parte de unos, y no beligerante, por el lado de los más renuentes, ha cambiado para situar todo lo propio y esencial de Cataluña en el mismo saco que la independencia. También se ha conducido el centro de atención de nuestro tiempo en las luchas del feminismo, de la guerra de géneros y el feminismo queer , que está a años luz de todo interés por lo catalán y su cultura y catalanismo.
- El factor demográfico es muy adverso: muere más gente de la que nace; los que nacen son, en la mitad o casi, hijos de padres extranjeros, la población total crece a pesar del balance vegetativo negativo a causa de unos flujos inmigratorios poderosos, los mayores de toda nuestra historia, que alcanzan máximos ahora y a inicios de siglo, con la característica adicional de que, o bien, tienen el castellano como lengua materna en los hispanoamericanos, o ven en ella la lengua de socialización. El 21% de la población es ya de origen extranjero, el 27% en Barcelona. El catalán ha perdido su condición de signo de ascensor social que tenía en el pasado, y en ello el ámbito empresarial totalmente desvinculado de Catalunya como nación cultural tiene mucha responsabilidad.
En este contexto, y desaparecidos los partidos del catalanismo político que se sentían herederos del catalanismo cultural, mutados en independentismo de discurso y aliados con la progresía española, no tienen interés ni proyecto para nuestra cultura y lengua más allá de su uso electoralista, o escogiendo sólo lo que les pueda ser útil en su ideología.
El resultado es que la lengua, y también nuestras fuentes y tradiciones culturales, se está escurriendo de nuestras manos como arena que se pierde entre los dedos. Tanto esfuerzo, tantas dificultades superadas con sacrificio, para que sean los propios de casa, que dicen defender a Catalunya, quienes estén contribuyendo con su incapacidad, desinterés e impotencia, a nuestro declive nacional.
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