En todas las declaraciones e informaciones gubernamentales sobre soluciones a la sequía, nunca hablan de dos cuestiones clave. Una, es el coste que van a representar para nosotros, ciudadanos y empresas, las soluciones que van aplicando. La otra, se olvidan por sistema de hablar de los regadíos que es donde se concentra con diferencia el mayor consumo de agua. Sólo con este anunciado ya se puede confiar en que el resultado final consistirá una vez más en un levantamiento de camisa.
El coste del agua del sistema Ter-Llobregat, el trasvase interno de Catalunya, registra en 2024 un extraordinario incremento del 33% y pasa de 0,74 euros el m3 a 0,99. Pero, atención, porque éste no es el precio que le paga el usuario porque sobre esa cifra le cargan impuestos y gastos múltiples ya que han convertido el recibo del agua en un contenedor fiscal. Por ello cuando el director del ACA, Samuel Reyes, en declaraciones a El Periódico se refería a que con el agua por barco el precio podía llegar hasta los 4 m3, daba como cifra actual de coste el 1, 60 €/m3, sensiblemente superior a la indicada antes como coste real. Sin embargo, lo miremos como lo miremos, la solución del barco representa incrementar un 400% el coste del agua en relación con el sistema Ter-Llobregat o un 120% en relación con el precio actual. En cualquier caso, subidas brutales.
Demos un paso más en el análisis. Barcelona consume 91,5 hectómetros cúbicos, si multiplica esta cifra por 1 millón tendrá el m3. Esta magnitud significa que consumimos 250.685 m3 por día. Cada barco puede llevar como máximo 20.000 m3 y, por tanto, sólo cubriría el 8% de las necesidades. Si se dobla la cifra, pues llegaríamos a 16%. Posiblemente en la práctica quedemos a un ritmo de un barco y medio al día porque es necesario contemplar además que el viaje entre la desaladora de Valencia y el puerto de Barcelona tiene una duración de 2 días y aproximadamente se pueden emplear un máximo de 2 días más entre cargar y descargar el agua. Esto significaría que tendríamos un barco cada 4 días o cada 2 si se dobla la cifra y, por tanto, en realidad la cobertura de las necesidades diarias no sería la de ese 8%, sino que oscilaría entre el 2 y el 4 %. Es poco.
El coste por cada embarcación, considerando el transporte más el coste de agua de la desaladora, puede oscilar entre 600.000 y 1 millón de euros, pero el gobierno no ha facilitado cifras en este sentido y debería exigirse. Si son 4 días por barco entre trasvase, carga y descarga, esto significa que cada 20.000 m3 sólo en el transporte se gastan 400.000 euros, a los que hay que añadir los 4 euros por m3 del coste de la desalación más los gastos de carga, descarga, más los costes portuarios. Y esto nos sitúa en la cifra de mínimos de los 600.000 euros. Porque otro problema añadido es que barcos en condiciones de transportar esa cantidad de líquido son pocos y, como la demanda de cara al verano será elevada, los costes pueden crecer hasta alcanzar el millón de euros. Si el transporte de agua debe efectuarse a lo largo del verano para cubrir las necesitadas de, digamos, 7 días, el gasto que se producirá puede situarse entre los 120 y los 200 millones. La parte del agua la pagará el gobierno central y los costes del transporte, mucho más elevados, la Generalitat.
Y ahí viene la otra cuestión. El coste de la conexión con el agua del Ebro de Constantí, que es hasta dónde llega ahora, hasta Olèrdola, que es el primer punto donde se puede recargar el sistema Ter-Llobregat, es de 200 millones de euros por a una conducción de 60 km. que podría transportar 45 millones de m3. Con el añadido de que a diferencia del barco no sería un gasto, sino una inversión en infraestructura. Ahora bien, tanto el gobierno de Sánchez como el de Aragonès consideran pecado mortal llevar agua del Ebro hacia el área metropolitana de Barcelona. La razón que se da es que no se puede reducir el caudal del río, pero este argumento es un engaño porque no es necesario tocar ni una sola gota de agua de la que pasa por el Ebro, al igual que para hacer el trasvase de Tarragona tampoco se extrae ni un litro de agua del río, sino que toda ella proviene del ahorro en el uso de la comunidad de regantes del Delta.
Y ahora vamos a la otra parte de la ecuación de la que nunca se habla. El canal de Urgell, el regadío más importante de Cataluña tiene una concesión de 677 hectómetros (multiplicado por 1 millón obtiene los m3) a más de 79,9 para usos no agrarios. Como ya he apuntado en otras ocasiones, una extensa parte de este regadío se hace todavía a manta, en lugar de utilizar riego eficiente. Más del 40% de la superficie es regada de esta forma cuando la media en España es de sólo el 22%. Si se efectuara la inversión necesaria propiciada por la Generalitat para conseguir aunque fuera un ahorro del 10% del consumo de agua del riego a manta, se conseguirían 67,7 millones de litros, un 50% más de lo que se necesitaría para el trasvase del agua de Tarragona a Barcelona. Esta cantidad que se dejaría de consumir daría, por tanto, para realizar el trasvase sin problemas y todavía quedaría un excedente de más de 20 millones de m3 a utilizar por la comunidad de regantes que podrían constituir además una reserva ecológica en caso de necesidad para el futuro del Ebro.
Cuando se contemplan todos los componentes de la ecuación, queda claro que la gente que nos gobierna oscila entre el dogmatismo ideológico de negar las interconexiones de cuenca por sistema, aunque puedan ser beneficiosas para la ecología de los ríos, y la pésima gestión de los recursos económicos.
Tenemos a unos dirigentes que viven en un punto de iluminación. Quieren más industria en el área metropolitana, más turismo en Barcelona y en la costa, más habitantes, sobre todo inmigrantes, y al mismo tiempo hacen declaraciones tan descabelladas como afirmar que “tenemos que centrarnos en no tensionar más la demanda y quedarnos con el agua que consumíamos en 2021”. Esto lo decía Anna Bernadas, ilustra secretaría de Acción Climática. Ya me dirá cómo se puede consumir agua como esa fecha si cada vez le ponemos más personas y más actividades consumidoras.