La ministra portavoz del gobierno, Pilar Alegría, ha anunciado que se llevarán a cabo medidas para impedir que los menores puedan acceder al porno por medio de internet. Hace tiempo que existe una alarma generalizada en este sentido y varios estudios constatan cómo se va avanzando la edad con la que los chicos sobre todo acceden a él, y que hoy ya se sitúa entre los 8 y 10 años. Por tanto, tiene lógica que el gobierno responda en este caso a esta preocupación.
Otra cosa es que las medidas concretas que propone tengan resultado porque ya de entrada se puede afirmar que son de eficacia más que dudosa. Esto desde el punto de vista instrumental. Pero existe una segunda dimensión mucho más profunda, la de que sí se puede combatir el porno infantil y se considera no ya aceptable, sino por parte de muchos sectores, recomendable el porno para adultos.
Pero vayamos a la cuestión instrumental. El gobierno una vez más anuncia medidas que no están preparadas, y que en el mejor de los casos se aplicarían antes del verano. Es una práctica habitual. Para recordar una importante pensamos en todos los compromisos preelectorales sobre la vivienda que Sánchez anunció y que han desaparecido del mapa de gobierno.
Ahora, se quiere evitar que los menores accedan al porno sin que esto afecte a los adultos. Para conseguirlo es necesario poner a punto una aplicación (app) que todavía debe ser desarrollada por la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre (FNMT). Por tanto, a estas alturas no existe. La cosa está tan verde que la propia Alegría puso un ejemplo de como la aplicación permite acceder al adulto de la familia pero no al menor, que en estos momentos ni siquiera está planteada. Porque en la línea que se ha ido trabajando es la de una suerte de pasaporte, pero no familiar, sino individual. Un documento digital específico demostrativo de la edad. Por tanto, se trata de que haya un documento que demuestre que la edad de la persona es la que dice que es y puede ser un DNI o un pasaporte.
Pero, por supuesto, aquí se produce otro problema como es la cesión de las señas de identidad por parte del hermano mayor o cualquier otra persona mayor de 18 años. Para evitarlo, será necesario que exista la huella dactilar o su imagen y éste será un requisito adicional difícil de cumplir. Pero si no se realiza, la posibilidad de suplantación es total.
Naturalmente, la app, el “pasaporte”, es una parte de la historia que no servirá de nada si las webs porno no lo adoptan, hecho que también debe darse por parte de los buscadores, porque una gran parte de éstos son el mecanismo para acceder directamente a la pornografía, y todavía queda un tercer grupo, el de determinadas redes sociales como “X” y otras que pecan por la misma condición. Por tanto, si las webs porno, los buscadores y las redes sociales no asumen la aplicación del pasaporte, no servirá de nada .
Es difícil que todo llegue a cuadrar. Por ejemplo, las grandes webs de pornografía de ámbito global difícilmente asumirán esta limitación y serían accesibles sin pasaporte a condición de entrar directamente, introduciendo su dirección sin usar el buscador. Más aún, como la regulación tendrá un ámbito español es perfectamente viable utilizar puentes que obvien ese criterio nacional. Si a esto se le añade que la ministra en ningún momento asumió la posibilidad de que se pudiera sancionar a las webs que incumplan ni obligarlas, estamos ante un posible vuelo de palomas, uno más de las gesticulaciones a las que nos tiene acostumbrados el gobierno Sánchez.
De hecho, es perfectamente lógico que los instrumentos que ya existen de control parental para limitar el acceso a determinados lugares de los hijos sean mucho más útiles que esta aplicación del gobierno.
Pero, detrás de todo, late otra cuestión. La del porno en su conjunto como problema, que es una realidad que el gobierno actual nunca aceptará porque la cultura que impera se fundamenta en dos pivotes. Uno, que la pornografía sólo es mala para los adolescentes porque no están psicológicamente preparados, algo que no es cierto. Lo que sí es cierto es que no sólo es mala para los adolescentes, sino que es más mala para ellos, pero eso no significa que no tenga efectos muy negativos para los adultos.
El segundo pivote falso sobre el que reside este problema y que el gobierno es incapaz de abordar es que existe una «pornografía sana«. Es decir, que sólo es mala aquella que implica determinadas prácticas contrarias a criterios tales como los de la violencia o determinadas parafilias. Pero no es así, la lógica es muy evidente. La pornografía tiene efectos negativos a todos los efectos y también para los adultos y hasta que esto no se reconozca, los menores no estarán realmente protegidos, porque, ¿cómo se puede educar para que no accedan a una realidad que sus adultos, incluso padres, profesores, hermanos mayores, consideran que no genera ningún problema acceder a ellos y que lo hacen de manera regular?
Pero ésta, la de los efectos de la pornografía sobre los adultos es otra cuestión.