Mientras gobernaba el partido Ley y Justicia (PiS), Polonia era objeto de todas las críticas hacia su llamado “derivo iliberal”. Pero ahora que se ha formado un nuevo gobierno con una coalición presidida por Tusk, la anterior deriva queda corta viendo los primeros pasos del nuevo gobierno.
En primer lugar, ha liquidado a todos los responsables de los medios de comunicación públicos. Lo ha hecho de primer momento en razón de que no le gustaban. Claro, es lo mismo, pero más contundente y más rápido que había hecho el gobierno anterior: quitar a los que había y poner a los suyos. Pero Tusk lo hizo en 48 horas y no en un proceso que ha durado años, como llevó a cabo Ley y Justicia.
Sin embargo, lo más grave ha ocurrido ahora, cuando la policía ha entrado en el palacio presidencial para detener a un exministro, Kaminski, y su exviceministro, Wasik. Entraron sin autorización y, por tanto, fue una invasión ilegal, que vulnera la inviolabilidad de las dependencias del jefe del estado. La razón es que tanto el exministro como Wasik habían sido indultados por el presidente del estado, Duda, por un presunto delito, y ahora con los cambios políticos se considera que este indulto no tiene efecto pese a que el TC en su momento lo dieron como válido. Sin embargo, los nuevos gobernantes sostienen que el TC está formado por personas afines al anterior gobierno.
El pastel es extraordinariamente considerable porque, por un lado, ataca a los medios de comunicación y, por otro, cuestiona las decisiones de las otras dos instancias, la del estado en la persona del presidente y la del propio TC.
Tusk y sus aliados de entrada se están comportando de una forma mucho más peligrosa para la democracia que la que existía en la situación precedente. Es legítimo que quieran cambiar las cosas, pero en democracia las formas y respeto a las atribuciones institucionales son fundamentales. Lo que está ocurriendo ahora en Polonia es una suerte de dictadura del ejecutivo que quiere imponerse a las demás instancias porque no tienen su color político, lo que en democracia es lo normal.
La primera consecuencia de todo ello ha sido una gran manifestación ayer en Varsovia (200.000 personas según la oposición, 35.000 según el gobierno, que podemos dejarlo en unos 50.000 y 100.000, es decir muy grande), para protestar por lo que está pasando .
Y como todo lo que se complica todavía puede hacerlo más, y como el jefe de estado de Polonia, de manera parecida al italiano o al portugués, tiene pocas competencias pero son realmente efectivas, y en este sentido no tiene nada que ver con el caso español, porque en estos países el jefe del estado sí que es realmente un poder moderador del ejecutivo, el riesgo ahora radica en que si la coalición de gobierno no envía los presupuestos antes de finales de enero, con un calendario muy apretado, para que los ratifique Duda, el jefe del estado, éste tiene la facultad de convocar nuevas elecciones.
Polonia es un ejemplo más de que los liberales o los progresistas se comportan de una manera muy parecida a quienes acusan de no serlo y que el problema no radica en las etiquetas sino en el comportamiento y en asumir que la democracia tiene como regla la negociación y el consenso, y no el enfrentamiento y el conflicto.