Las fuerzas armadas de Rusia contarán con 170.000 militares adicionales, número que se suma a los 1,32 millones soldados de los que Moscú dispone actualmente, al menos sobre el papel.
El decreto presidencial que Vladimir Putin firmó el pasado viernes 1 de diciembre y que formaliza esta decisión viene motivado por “el incremento de las amenazas en nuestro país en relación con la operación militar especial [eufemismo empleado en Rusia para referirse a la guerra de Ucrania] y la continua expansión de la OTAN”, según el ministerio de defensa ruso.
El ministerio añadió que este incremento no tendría ningún impacto sobre la movilización obligatoria. Recordemos que Rusia se sirvió en septiembre del año pasado de esta medida extrema para añadir rápidamente 300.000 hombres a las filas para compensar las bajas del ejército profesional durante los primeros meses de la campaña ucraniana.
Se rumorea además que un artículo reservado del decreto de movilización permitiría incrementar esta cifra hasta los 1,2 millones de reclutas forzados, una afirmación que el gobierno ruso desmintió y que, de existir, todavía no se ha utilizado.
En cualquier caso, la técnica empleada para expandir las fuerzas armadas rusas no consiste en bastones, sino en zanahorias. Efectivamente, en los últimos meses, el ejército ruso se ha focalizado en ofrecer ventajas financieras sustanciales para los nuevos reclutas voluntarios. Una forma de engrosar las filas que ya nada tiene que ver con las medidas desesperadas que vimos el año pasado, como servirse de presos y enfermos psíquicos.
Una economía que crece a pesar de la guerra y las sanciones
Cabe apuntar que Rusia puede permitirse el lujo de incrementar sus fuerzas armadas sin recurrir al alistamiento forzado gracias a una economía que está resistiendo mucho mejor de lo previsto, los embates de la guerra y de las sanciones impuestas por el bloque occidental.
Según datos publicados por el banco estadounidense JP Morgan, poco sospechoso de complacencia hacia el Kremlin, la economía rusa crecerá este año más de un 3%, y lo hará un 1,8% en 2024. Esto significa que este año el crecimiento del PIB ruso triplicará el de la Unión Europea, y seguirá siendo superior el próximo año.
Un escenario que nada tiene que ver con las previsiones catastrofistas que los analistas occidentales habían hecho de las perspectivas económicas rusas al principio de la invasión de Ucrania.
No sólo el PIB de Rusia no sufrió un desbarajuste el año pasado (perdió de hecho únicamente en torno a los dos puntos porcentuales en vez de los diez que auguraba el propio Kremlin al comienzo del conflicto), sino que la recuperación ha sido de una rapidez extraordinaria y el país cerrará el año actual más rico que antes de iniciar la invasión de Ucrania.
Como Converses ya ha explicado, esta bonanza se explica, por un lado porque Rusia ha logrado recolocar cómodamente la mayor parte de su producción de gas y petróleo pese a las sanciones. Pero además, la guerra está nutriendo al mercado laboral y ha contribuido a reducir el paro a mínimos históricos en torno al 3%.
De hecho, en Rusia existe una penuria de oferta de trabajo que está disparando los sueldos de los trabajadores, hasta el punto de hacer incrementar la inflación más de lo que el Banco Central del país había previsto, y que le ha obligado a incrementar los tipos de interés.
El sector productivo ruso se ha volcado en el esfuerzo de guerra y según analistas independientes estaría logrando producir (reparaciones incluidas) más material del que se pierde en las operaciones en Ucrania. Una mala noticia para Kiev, que depende de una producción occidental que está demostrando no estar a la altura de las circunstancias.