La Agencia de Salud Pública de Barcelona, presidida por la concejala de Salud y muchas más cosas, Marta Villanueva, ha presentado el informe correspondiente al año 2022. Es un pozo de información, seguramente más allá de la voluntad de sus autores, por lo que dicen y también por lo que no dicen, a condición de no conformarse con el resumen ejecutivo y la nota de prensa que la Agencia publicita.
La primera constatación es que Barcelona todavía no se ha recuperado de la gran mortalidad que provocó la covid en el 2020 y que representó una reducción de los años de esperanza de vida. Aún vamos por debajo de la situación del 2019 y con mucha suerte quizás al terminar este año la nivelamos.
Este solo hecho debería haber sido titular en los medios de comunicación porque muestra dos cosas. La primera, los estragos mortales de la covid en la ciudad de Barcelona que deberían haber generado un duelo y un propósito de enmienda que nunca se ha producido. Por otra parte, muestra cómo nos cuesta recuperar la cumbre que habíamos alcanzado en 2019. Ahora la esperanza de vida en los hombres está en ochenta y dos años, 5,5 años más en las mujeres. En 2019 la cifra para éstas era de 88,1 años, y para los varones de 82,4. Esta diferencia de décimas aplicada al conjunto de la población es una multitud de años de vida perdidos.
La segunda característica del informe es que está muy marcado por la ideología colauista. No debería ser así porque se trata, en teoría, de una cuestión estrictamente técnica: los datos sobre la situación de la salud, su evolución y los factores que influyen en ella. Pero desde la progresía del conglomerado Colau-PSC no existe ningún área que esté libre de la colonización ideológica, hasta llegar a situaciones que oscilan entre las «preciosas ridículas» y la inutilidad.
Por citar una: el informe da para cada cuestión información separada de hombres y mujeres, lo que está muy bien porque permite observar diferencias de mucho interés. Pero, ¡ay! se «olvida» de dar los datos conjuntos y, por tanto, nos quedamos con las ganas de conocer las referencias del conjunto de los habitantes de Barcelona. A no ser que te pongas a calcular para cada dato, grupo y el respectivo peso demográfico de hombres y mujeres y la valores. Es una práctica anómala, difícil de encontrar fuera de los ámbitos de la progresía de nuestra ciudad.
Una de sus consecuencias negativas es que es muy difícil comparar las cifras de Barcelona en relación con las otras ciudades, sean de España, sean de todas partes, porque éstas sí expresan sus magnitudes referidas al conjunto de la población. Este sesgo ideológico se reproduce muchas veces en el texto.
Por ejemplo, se pasa de puntillas sobre el déficit vegetativo, consecuencia de los muy pocos nacimientos y la consecuencia que tiene ligado con la inmigración, el proceso de sustitución de la población, por lo que en parte de las cohortes de población de la edad de mayor actividad, de los 25 a los 45 años, si se refiriere a los hombres ya hay prácticamente tantos autóctonos como inmigrantes. Este aspecto tiene consecuencias sobre la salud porque implica cambios sustanciales con muchos parámetros vinculados a ella.
Presta una gran atención, y será bueno hablar de ello, a las enfermedades de transmisión sexual en el marco de la salud sexual y reproductiva, pero ignora la elevada tasa de abortos que se dan en la ciudad y que forman parte de éste capítulo, y la baja tasa de fertilidad que tienen las mujeres en Barcelona, sobre todo las nacidas aquí.
Una manifestación más de las muchas que se encuentran en el texto del sesgo ideológico, la tiene esta interpretación de los datos: Las mujeres viven 78,8 años con buena salud y los hombres sólo 74,6. 4,2 años menos. Cualquier lector interpretaría estas cifras diciendo que las mujeres tienen más años de vida con buena salud que los hombres. Parece evidente. Pero no, lo que se dice es que las cifras constatan que, aunque viven más tiempo, viven con menor calidad de vida. Esto no es cierto, lo que habría que decir es que como viven más años, bastantes más que los hombres, van perdiendo mayor calidad de vida, pero esta condición la retienen durante más de cuatro años que los hombres.
Al principio constatábamos que el informe es un pozo de información no siempre querida y que habrá que ir explotando. Conformémonos en señalar ahora otro dato que seguramente también merecería titulares. No se registra ninguna mejora ambiental en la calidad del aire, excepto la provocada por la covid y las obligadas y extensas interrupciones de la actividad económica, que ya se están recuperando para acercarnos a los niveles previos de 2019. Pero es que, además, dado que el principal impacto sobre la calidad del aire son los vehículos, hoy circulan menos por Barcelona que hace una década, la cuestión es: durante el largo período de gobierno Colau-Collboni y la bandera de la lucha por el medio ambiente, ¿qué consecuencia ha tenido, si con menos vehículos seguimos con niveles de contaminación que no son aceptables?