La Asamblea Nacional de Cataluña ha llamado a manifestarse hoy, jueves día 9 a las 12h., ante el Parlamento para pedir “que no se invierta en Pedro Sánchez y que se afiance el Parlamento de Cataluña en el compromiso con el 1-O y con la voluntad de independencia allí expresada”. Pocos días antes, la ANC había lanzado otro comunicado con el título de «Los pactos para investir al presidente de España nos alejan de la independencia». Y en su texto se formulaban una serie de razones para intentar justificar esa posición.
Entre ellas, había una que llamaba la atención porque se refería a la decadencia económica y social que sufre Cataluña, afirmación fundamentada en un reciente estudio del INE que ha sido escasamente divulgado, pese a su interés y que se trata de un estudio periódico, lo que aumenta su utilidad.
Se trata del Indicador Multidimensional de Calidad de Vida (IMCV) que por medio de 9 indicadores (condiciones materiales de vida, trabajo, salud, educación, ocio y relaciones sociales, seguridad física y personal, gobernanza y derechos básicos, entorno y medio ambiente y experiencia general de vida), persigue expresar la calidad de vida, que sintetiza en un índice global. De acuerdo con esta fuente, lo que afirma la ANC es razonablemente exacto. Matizable, pero lo que es, es substancial y exacto.
Cataluña presenta un IMCV inferior al índice global de España. Si descontamos las ciudades de Ceuta y Melilla, por detrás de Cataluña y por este orden sólo, encontramos a Murcia, Galicia, Andalucía y Canarias. Ciertamente no es como para echar cohetes. Incluso, Extremadura queda mejor calificada que Catalunya.
En términos numéricos, España alcanza un índice global de 101,438, Cataluña 100,876 y Extremadura 101,661. Para establecer la comparación en lo que nos interesa, Madrid, que es la novena comunidad autónoma, tiene como índice 102,006 y el País Vasco, quinta, 103,304. Este ranking lo encabeza Navarra con 105,353, seguida de la vecina y pequeña La Rioja con 104,450 y nuestra fronteriza Aragó, 103,987. Por tanto, no sólo estamos por detrás de los líderes, sino que estamos a la cola y por detrás de la media española.
De hecho, a lo largo de la segunda década de este siglo, la situación fue distinta. Nos situábamos por poco, pero siempre por encima. Pero a partir de 2018 se inicia un decrecimiento que hace que en 2021 prácticamente estemos igual que España y finalmente en 2022, con una acentuación de la tendencia a decrecer, quedamos por debajo.
Madrid, por su parte, siempre ha estado por encima de Cataluña, excepto en períodos muy concretos como el de 2013-2015, en el que prácticamente estuvimos igualados, y también en 2018. A partir del año siguiente, Madrid inicia un lento decalaje pero mucho más suave que el catalán. El País Vasco también siempre ha estado claramente por encima, excepto en el período entre 2018-2019 en el que las tres comunidades autónomas coincidieron. Pero, a partir de ese último año, el País Vasco se desmarca porque sigue una tendencia ascendente que parece haberse frenado. Por tanto, es evidente que Cataluña no va bien .
Sus puntos flacos, aquellos que se sitúan por debajo de la media española, que subrayémoslo, no es buena, son las relaciones sociales, lo que podríamos definir como uno de los componentes del capital humano, como señalaba un libro clásico en este ámbito que ya tiene más de un cuarto de siglo a sus espaldas “Jugando a los bolos” de Robert Putnam.
Este indicador, que ya es débil en el índice español, lo es aún más en catalán y es el que presenta una menor magnitud. Si bien, en relación con el valor medio español, allá donde quedamos peor situados es en la seguridad, prácticamente nos separan 4 puntos de la media española. También es un punto débil la educación, aunque como todos sabemos no se puede decir que el conjunto educativo esté para echar cohetes. Un cuarto componente es el de la gobernanza que, pese a ser también un punto flaco español, en el caso de Catalunya se sitúa por debajo.
Capital social, seguridad, gobernanza y educación. Todos son ámbitos para los que la Generalitat dispone de competencia y recursos plenos. Y, por tanto, aquí hay una necesidad urgente de autocrítica, de no perder más tiempo echando culpas a diestro y siniestro y asumir que nuestra pérdida de pistonada, en contra de lo que dice el ANC no depende fundamentalmente de lo que nos limite el gobierno del estado, sino de nuestras propias limitaciones como país y sobre todo como gobierno. Consecuencia de que desde hace años que, por voluntad democrática, la mediocridad y la incompetencia son las que nos gobiernan.