Ya se sabe la sabiduría de los dichos populares. Por ejemplo, aquella que dice que «éramos pocos y parió la burra», y eso es exactamente lo que acaba de pasar en el vértice de la Comunidad Europea cuando su presidenta Ursula von der Leyen ha declarado que es necesario acelerar la integración de Ucrania y Moldavia y, además, ha señalado a Georgia como país candidato.
No hace falta ser un experto para saber que ni de lejos Ucrania está en condiciones de situar la integración en la UE en un horizonte razonable y, por tanto, lo que hace von der Leyen es un brindis al sol. Pero esto no sería del todo grave si no fuera porque lo aplica a un país que está en guerra con Rusia, que con toda probabilidad perderá una parte de su territorio y tendremos una frontera caliente durante mucho tiempo. Porque a diferencia de Finlandia que cedió a la URSS su parte de Carelia para evitar la destrucción que conlleva una guerra, Ucrania, auspiciada por Europa e impulsada por EEUU, está inmersa en un conflicto que le está destruyendo sin que haya conseguido ni un milímetro de ventaja sobre la frontera militar que ha establecido Rusia.
El riesgo de la nueva declaración de uno de los peores presidentes de la Comisión que ha tenido la UE radica en que aplica su brindis al sol a esta situación bélica y a otros dos estados sensibles con la Unión, como son la pequeña Moldavia, donde Rusia tiene un pie, y la fronteriza Georgia, que sigue envuelta con pugnas internas y otra guerra local en sus fronteras. Todas ellas comparten un común denominador: son territorios sensibles para Rusia, quien considera que su neutralidad es fundamental para su seguridad interior.
En otro momento de la historia reciente, cuando las relaciones entre la UE y Rusia eran excelentes, llegar a acuerdos que podían ser compartidos sobre una mayor integración de estos países tenía un perfil político, pero ahora tiene uno muy diferente. Porque, no lo olvidemos, dentro de la UE rige una cláusula de protección mutua, y el ataque a un país se considera una agresión al conjunto y, por tanto, éstos deben responder militarmente.
Si Ucrania hubiera estado en la UE, hoy esta trágica guerra se habría extendido por toda Europa. Precisamente, ésta es la razón por la que Ceuta y Melilla no son consideradas por la Unión como territorios incluidos en esta exigencia de defensa mutua, con previsión de que un día Marruecos se decida por usarla, porque la UE querría circunscribir este hipotético conflicto a una escala que sólo afectara a España, pero no generara obligaciones a terceros. Pero, claro, ésta no es la situación de un estado miembro.
El anunciado de von der Leyen sólo puede acentuar el conflicto con la Unión y tensar aún más las diferencias este-oeste, y aunque con la boca callada sea también una fuente de conflicto con los países del sur de Europa. Las razones fundamentales son dos. La primera, que Ucrania sería con diferencia el país más pobre de la Unión. Y mucho antes de su plena integración, y ya no digamos cuando ésta se consumara, requeriría aportaciones económicas grandiosas que harían concentrar los fondos europeos a ese país, que además sería el quinto en población de la UE.
Naturalmente, este hecho dejaría sin fondos a España y a Italia quedarían muy acortados para aplicarlos en Grecia y en los países del este. O sea que la factura ucraniana comportaría el gasto militar actual, las aportaciones para su reconstrucción, más la lógica europea de ayudas a los menos desarrollados.
La segunda consecuencia sería enviar a hacer puñetas al mercado común agrícola que ya ha derivado en una situación bastante penosa para el sector, como constata la situación de la agricultura en nuestro país. Ucrania es un gran productor agrícola y ya sin ser miembro de la UE ha provocado fuertes tensiones en el mercado de cereales de Polonia, pero es que además desde la perspectiva integradora también concentraría la mayor parte de las ayudas. La consecuencia de todo ello sería, bien la pérdida de beneficios económicos para Europa del este y del sur, o bien la necesidad de aumentar el presupuesto comunitario, lo que generaría fuertes tensiones con el norte.
Por todo ello no se entiende la iniciativa a final de mandato de la presidenta de la comisión, salvo que esté jugando a fuerzas, las más importantes ni siquiera europeas, que siguen ejerciendo, en relación con Rusia y también en la propia Unión la política “agita que hace fuerte”. Todo esto en el marco de una situación interna muy crítica de la Unión. Pero ésta ya es otra cuestión…