Ambos dirigentes políticos tienen cada uno de ellos un as en la manga que, como en una partida de póquer, puede ser decisivo si se juega en el momento oportuno.
En el caso de Sánchez se trataría de repetir algo insólito, no esperado, como el que ya hizo, cuando tras la gran derrota en las municipales y autonómicas, convocó las elecciones generales que nadie esperaba. Ahora que está capeando las dificultades internas y externas de cumplir con las condiciones que le impone Puigdemont, sobre todo si éste no renuncia a la unilateralidad, le queda una jugada, pero debe hacerla en el momento oportuno.
Debería anticiparse a la decisión de Puigdemont, la que fuera. E incluso sería aún más efectiva si lo llevara a cabo antes del previsiblemente fallido debate de investidura de Núñez-Feijóo. Pero en este caso el calendario es muy apretado y el riesgo también.
Se trataría de anunciar que renuncia a ir a la investidura porque en modo alguno está dispuesto a asumir las condiciones de Puigdemont, porque para él lo primero es la defensa de la Constitución y de la unidad de España. Y convocar a continuación elecciones. Operando así, se sacaba de encima toda la presión y el castigo actual concentrado en este punto e iría a las elecciones con la bandera desplegada de ser una persona tan íntegra que está dispuesta a sacrificar el poder para mantener sus principios.
Esta campaña electoral dejaría sin el principal argumento al PP. También descolocaría a su aliado, Sumar, y a los demás y lo jugaría todo a la carta, que su gesto se viera recompensado por la recuperación de votos socialistas que han ido a la abstención y al PP.
Naturalmente, Sánchez antes de tomar esta decisión tiene sobre la mesa los estudios electorales correspondientes sabiendo que son previsiones, pero no certezas. Éste es el as de Sánchez.
El as de Puigdemont va en sentido totalmente contrario. Anunciar por sorpresa que piensa convocar un referéndum para la segunda parte del próximo año, en el 2024, después de haberse llevado a cabo las elecciones europeas a las que volvería a ser candidato y, antes de cuando toca hacer las autonómicas si las circunstancias no precipitan su anticipación.
Naturalmente, esta decisión rompería con la posibilidad de acuerdo con Sánchez porque sería inalcanzable y la duda es si mantendría una posición de otorgarle igualmente los votos y que fuera el gobierno de socialistas y Sumar quienes tuvieran que asumir el referéndum unilateral de 2024, o preferiría ir a elecciones, lo que sin duda le beneficiaría a él. En cualquier caso, éste es un cálculo difícil de predeterminar.
Lo que queda claro es que una decisión de este tipo confería a Puigdemont una credibilidad extraordinaria del ámbito independentista, lo seguiría manteniendo en primer plano de la política europea, porque estaría generando un problema a esta escala, y podría enlazar todas las elecciones que vengan desde una posición muy favorable, que le situaría como primera fuerza en Catalunya en las autonómicas, le garantizaría un nuevo mandato en el Parlamento Europeo, y situaría a JxCat en óptimas condiciones para superar a ERC en unas elecciones generales si fuera el caso.
Los días que vienen dictarán si uno de los dos dirigentes está dispuesto a jugar a este tipo de ruleta de todo o nada.