El terremoto que ha causado tantos daños en Marruecos, del 8 de septiembre con un epicentro a 60 km de Marrakech, merece una reflexión fundamentada con los datos abundantes y las previsiones sísmicas de las que se dispone.
Hay que recordar que un terremoto es más o menos devastador en función de su intensidad en lo que se refiere a su magnitud y que hace referencia a la cifra que se da. En el caso de Marruecos ha sido de 6,8, lo que es un fenómeno grande, pero que por sí solo no da una idea de los estragos que puede causar porque influye mucho la profundidad en la que se produce el foco, que en este caso fue a sólo 18 km de la superficie, del tipo de construcción y de la hora. Porque es evidente que las consecuencias trágicas son mucho mayores por la noche que en el día.
El tipo de construcción del área más afectada ha sido en gran medida responsable del número de muertos porque la mayor parte de las construcciones de adobe se han derribado poniendo en peligro a la gente que dormía y creando además una masa espesa compacta que dificulta la penetración del aire.
Marruecos no ha tenido grandes terremotos: No es una zona especialmente marcada por la sismicidad, pero eso no quiere decir que esté libre de ellos porque existe la falla entre las dos placas continentales, la euroasiática y la africana, que nos muestra de forma bien visible una de sus consecuencias con la cordillera del Atlas. Estas dos placas se mueven muy lentamente y, por tanto, la capacidad de acumular energía destructora es lenta, pero no inexistente.
En consecuencia, lo mismo que ha ocurrido en la zona de Marruecos puede producirse en el otro lado, en la península. Los expertos calculan que un terremoto de esta intensidad puede producirse con una frecuencia de 2 cada siglo. El último se dio en Lorca con una magnitud de 5,1, pero no fue ni de lejos el de tipo máximo que cabe esperar en el sur y sureste de España. Se pueden producir seísmos de una magnitud de 6,5 a 7 lo que significa multiplicar por 30 la magnitud de la energía que se desató en Lorca.
De este orden, el último que se ha dado fue en 1884, en Arenas del Rey (Granada) de una magnitud de 6,8 y más de 1.000 muertes. En cierto modo podría decirse que por el tiempo que ha pasado en cualquier momento se podría producir entre Andalucía, Murcia y Alicante un fenómeno de esa magnitud. Es una probabilidad, no una certeza, porque los terremotos no se pueden predecir, pero las catástrofes que provocan pueden evitarse de acuerdo con el tipo de construcción. Basta con recordar la frecuencia y magnitud de los terremotos de Japón y su reducido impacto en vidas humanas para constatar la evidencia. También el área de Lisboa es una zona de posible sismicidad.
Pero la pregunta es: ¿qué puede ocurrir en Cataluña? En este sentido, se dispone de un diagnóstico, Evaluación del riesgo sísmico en Cataluña del Instituto Cartográfico y Geológico de Cataluña, que establece, en primer lugar, un mapa de zonas sísmicas en función de la intensidad potencial con la que se podría producir el terremoto.
En toda la mitad oriental, desde el Baix Llobregat en la Cataluña central, hasta las comarcas de Lleida y Tarragona, la intensidad teórica es muy baja. La más alta se da, por un lado, en las comarcas centrales y occidentales del Pirineo, Ripollès, Cerdanya, Garrotxa, Urgell, parte del Solsonès y, más lejos, Vall d’Aran y Pallars. Estas son las zonas de mayor intensidad posible. Después hay una zona intermedia que comprende el resto de comarcas pirenaicas y prepirenaicas, mientras que del litoral de Barcelona hacia arriba, presenta unas posibilidades de una intensidad moderada.
Si dividiéramos el territorio en cuatro niveles, siendo 1 el de menor intensidad y 4 el de máxima, tendríamos que gran parte de la Cataluña central y occidental pertenece al nivel 1, las áreas descritas del Pirineo nivel 4, del litoral de Barcelona hacia arriba 3 y el resto de comarcas pirenaicas y prepirenaicas básicamente en el nivel 2 .
A este factor, el Instituto Geológico introduce la variable del tipo de suelo para establecer si es necesario añadir o no algún agravante con el grado de intensidad, hecho que se da en varios puntos del territorio como se puede observar en la información adjunta, especialmente en la costa de Barcelona hasta el sur de la Costa Brava, aproximadamente. Desde este punto de vista el problema de la combinación de la intensidad con las características del suelo, no está significativamente, más allá de remarcar un mayor problema potencial en las comarcas de los Pallars y Vall d’Aran y algunos puntos muy concretos del Pirineo central.
Por último, todo esto se relaciona con la vulnerabilidad sísmica de los edificios actuales, constante que no ha sido puesta a prueba por ningún terremoto importante. La estimación la realiza el Instituto Cartográfico a partir del conocimiento de las técnicas constrictivas del país activando su vulnerabilidad en relación al parque de edificios existentes.
El resultado es que hay 25 municipios de Cataluña con vulnerabilidad alta, 569 de media y 347 de baja. Los municipios seriamente dañados serían los que más del 40% de las construcciones presentarían daños moderados o graves. Los moderadamente dañados situarían ese intervalo entre el 20 y el 40% del parque de edificios. Y los ligeramente dañados menos del 20%. De acuerdo con esta clasificación, que en último término sería la que determinaría el grado de afectación sobre personas y actividad económica, el problema se concentra sobre todo en las comarcas de los Pirineos y Prepirineos, además de algunos municipios del Vallès Oriental y de Osona. Si bien es necesario hacer una remarcación especial. Barcelona, que geográficamente está ubicada en el área a caballo entre el riesgo moderado y ligero, presenta una clasificación de daños graves. Estas previsiones han sido incorporadas en el Plan de Emergencia sísmica de Catalunya y han sido homologadas por la Comisión Nacional de Protección Civil de junio de 2002.
El hecho de que la capital de Cataluña presente estas características no debería dejar indiferente al Ayuntamiento sin necesidad de incurrir en ningún alarmismo. Se trataría de la necesidad de revisar, de acuerdo con los datos disponibles, los barrios y edificaciones más débiles ante un posible terremoto y tratar de adoptar medidas paliativas. Ya se ha dicho que, si bien esta grave alteración del suelo no puede preverse, los daños pueden notarse mucho menos si los responsables políticos actúan con sensatez y responsablemente.