Del «yo primero» al «primero tú»

Circulando por la autopista AP7, en un sitio donde se incorpora un carril de entrada, veo que entra un coche a la misma velocidad que yo, y que nos vamos acercando el uno al otro.

Tenía dos opciones, o bien acelerar para que no se pusiera delante, o sacar el pie del acelerador para dejarle paso y así poder entrar con facilidad en la autopista.

Aquí vemos dos actitudes distintas frente a una misma situación. La primera, una actitud agresiva, la segunda, una actitud pacificadora.

Opté por la segunda porque entraña menor riesgo para mí y para el otro. Toda forma de intentar superar al otro siempre será más peligrosa, porque exigirá mayor velocidad.

Los expertos en seguridad vial afirman que las dos causas más importantes de siniestralidad son el exceso de velocidad y la falta de atención. Ajustándolas aumenta la seguridad.

De una forma u otra, todos transitamos. Compartimos un mismo espacio. Transitar, por tanto, es una forma anónima de convivir, que pondría de manifiesto nuestro grado de civismo; esas dos frases de Jean-Paul Sartre cuando decía que «el otro es el limitador de mi libertad», o «el otro es mi infierno», es un mal punto de partida para convivir.

Por tanto, en un entorno donde vemos al otro de esta manera, es necesario que nos hagamos esta pregunta: ¿quién es el otro para mí? O bien, ¿cómo miro o cómo valoro la presencia del otro en la carretera?

Da la impresión de que un porcentaje importante de conductores miran al otro como si fuera un estorbo que superar. Si ponemos en práctica esta idea, hacemos del tráfico un verdadero peligro. Debemos ver si somos partidarios del «yo primero» o del «primero tú». Si miramos al otro con actitud de confrontación, como si el otro fuera un obstáculo, o la actitud positiva de ver al otro como aquél con el que debo compartir buenamente la vía pública.

Es como un diálogo sin palabras, de actitudes en las que podemos comprobar que toda acción positiva y generosa en favor de los demás, genera reciprocidad. Quien tiene dificultades para salir, cuando se le cede el paso, hace un gesto con la mano de agradecimiento.

De esta forma encontraremos el gusto por la cortesía y la generosidad, gozaremos de una conducción más tranquila, nuestro estado de ánimo se pacificará y haremos de la moderación y de la convivencia el paradigma del civismo en la circulación.

 

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