La situación que Rusia ha vivido entre el 23 y el 24 de junio resulta surrealista y al mismo tiempo previsible para cualquiera que haya seguido con cierta asiduidad la evolución de la guerra en Ucrania y las decisiones tomadas por el Kremlin al respecto.
Yevgeny Prigozhin
La actuación de Yevgeny Prigozhin, empresario del sector de la restauración convertido en líder de la empresa militar privada Wagner, ha puesto en evidencia las contradicciones de la política del presidente ruso Vladímir Putin y la debilidad del aparato estatal y militar donde está su poder.
Putin conocía perfectamente el desprecio de Prigozhin hacia la cúpula militar rusa, y no se estaba de insultar públicamente al ministro de defensa, Sergei Shoigu, y al jefe de estado mayor de las fuerzas armadas, Valery Gerasimov.
Después de años interviniendo con cierto éxito en el extranjero en pro de los intereses de la política extranjera rusa en Oriente Medio y África, Prigozhin consideraba sin duda alguna que su organización privada era más capaz que las fuerzas armadas convencionales del país.
De hecho, hay analistas que apuntan a que la decisión de Putin de confiar a Wagner operaciones de gran importancia como la toma de Bakhmut esta primavera se explica por la intención del presidente de generar un clima de competición entre Prigozhin y Shoigu, entre Wagner y el ejército regular, que motivara un mayor grado de profesionalismo en el seno de las fuerzas armadas.
Era sin duda una técnica arriesgada y algo desesperada, y Putin está ya empezando a pagar el precio.
Repasamos los sonados eventos de los últimos días:
Tras sufrir una gran cantidad de bajas en la ofensiva de Bakhmut, las fuerzas de Wagner se retiraron hacia posiciones de retaguardia a partir de mayo.
El 23 de junio, tropas de Wagner apoyadas por vehículos blindados penetraron en la ciudad de Rostov del Don y consiguieron el control del cuartel general del distrito militar del sur de Rusia. La resistencia de las autoridades civiles y militares fue insignificante.
El paralelismo entre estos hechos y la toma militar de Crimea en 2014 por tropas rusas sin insignias, durante la cual tampoco hubo ninguna resistencia ucraniana digna de ese nombre, resulta chocante.
Posiblemente alentados por esta victoria fácil, varios convoyes de Wagner iniciarían el día 24 el camino hacia Moscú, siempre sin encontrar ninguna resistencia relevante, hasta que el propio Prigozhin ordenó de repente dar media vuelta y anunció haber aceptado un exilio en Bielorrusia a cambio de la retirada de los cargos criminales contra su persona.
Entre estos dos eventos, Putin había tenido que dirigirse a la nación y Moscú se encontraba prácticamente en estado de sitio.
Cualquier grupo armado y con un líder claro puede convertirse en una amenaza para el poder central ruso
Los dos días de locura protagonizados por Wagner conducen a tres conclusiones:
La primera y más importante es la debilidad del gobierno de Vladimir Putin y de las instituciones públicas rusas. Éstas se han demostrado incapaces de reaccionar ante una gravísima violación del orden legal del país, dejando entrever que el dominio de Putin sobre Rusia podría ser un gigante con pies de barro: cualquier grupo armado y dotado de un líder determinado puede convertirse en una amenaza por el poder central.
La segunda conclusión importante es la dependencia del Kremlin en las unidades militares que se encuentran desplegadas en el frente ucraniano, ya que los vehículos de Wagner pudieron realizar varios cientos de kilómetros por autopista sin ser prácticamente estorbados.
Este hecho deja también en evidencia que las críticas de Prigozhin al aparato militar ruso estaban plenamente justificadas: se trata de un ejército que dista no ya de la imagen de poder que intenta proyectar en los magníficos desfiles en la Plaza Roja de Moscú, sino de disponer del mínimo de competencia que se espera de unas fuerzas armadas regulares.
La tercera conclusión es que la acción de Wagner podría incitar a otras facciones rusas descontentas con la situación del país desde el inicio de la invasión de Ucrania. Todo lo que necesitan son armas y voluntad.
En definitiva, el caótico fin de semana ruso del 24 de junio ha introducido las mayores dudas sobre la capacidad de Vladimir Putin para mantener el control del país desde el inicio de la ofensiva contra Ucrania en febrero del 2022. Es evidente que el presidente ruso desencadenó entonces un ciclo de eventos de los que está poco a poco perdiendo el control.
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