En relación a nuestras administraciones públicas (Generalitat, ayuntamientos grandes como el de Barcelona, Diputación y Área Metropolitana de Barcelona), tenemos un problema grave, que es producto de un vicio y que constituye un error que nos castiga. Se trata de resolver todas las cuestiones a base de hacer crecer el presupuesto sin nunca, nunca, rendir cuentas de cómo se ha gastado el dinero y sobre todo que conozcamos en qué medida los objetivos que se perseguían se han alcanzado. Porque, claro, presupuestar y gastar más (dinero que sale de nuestros bolsillos) es fácil. Pero lo que realmente nos dice si mejoramos o no son los resultados que se obtienen con el gasto.
Para constatarlo, hacemos un ejercicio: un habitante de la ciudad de Barcelona recibe teóricamente sumando el presupuesto de la Generalitat, el Ayuntamiento, la Diputación y el AMB casi 8.000 euros al año. Esto cada persona, por tanto, un hogar de un matrimonio y un hijo debería disfrutar de servicios y transferencias por valor de unos 24.000 euros. Ahora siéntese 10 minutos, piense y vea si esta cifra es real. Aquí hay que contarlo todo, la escuela, más o menos gratuita, la sanidad si es pública, las ayudas que recibe, y también hay que descontar lo que paga si tiene una mutua, si lleva al hijo a la escuela concertada, etc . No es ninguna exageración afirmar que estamos lejos de percibir estos recursos en servicios o bienes. Por el contrario, de lo que tenemos conciencia es de un estrangulamiento continuado.
Mal funcionamiento de buena parte del transporte público, los grandes retrasos en la sanidad, en la dependencia, escuelas que tienen recursos que no les permiten cumplir, deficiencias clarísimas, nunca vemos a un miembro de la Guardia Urbana a quien dirigirnos… La lista de carencias es extraordinaria. Por tanto, aquí hay un problema de fondo.
Los presupuestos que manejan las instituciones públicas de Cataluña son muy grandes, pero no son aplicados con eficiencia y menos pensando en mejorarnos la vida. La Generalitat cuenta con 42.000 millones de euros anuales. Una fortuna. El Ayuntamiento de Barcelona, solo, 3.200 millones de euros. Y de ahí, por ejemplo, nos tocaría recibir casi 2.000 euros al año en servicios y bienes. ¿Tenemos la gente que vivimos en Barcelona la percepción de que ésta es la gratificación del Ayuntamiento hacia nosotros?
Luego tenemos los presupuestos menos sujetos al foco de la atención mediática y pública y que representan una especie de zona de sombra. Se trata de los presupuestos de la Diputació de Barcelona y del AMB. En el primer caso, para el pasado año, dispuso de más de 1.000 millones de euros, y algo por encima del AMB, casi 1.200 millones. ¿Qué sabemos de este dinero ? ¿Cómo se gastan? ¿Qué parte va a parar a salarios del personal? ¿Y a cuenta de bienes y servicios que consume la propia administración? ¿Y qué parte repercute en la población? Y concretamente, ¿en qué lo notamos?
Este problema grave es consecuencia, por un lado, de la partitocracia, poco dada a rendir cuentas, pero también de la carencia de una opinión ciudadana que quiere ser bien informada y que se manifiesta activa. Los países no los hacen los partidos políticos, los hace la gente con su actitud cotidiana.