Declive demográfico y envejecimiento masivo, transición energética y “descarbonización” de la economía… Numerosas voces con gran impacto mediático en Occidente consideran que incrementar los impuestos a las empresas y a los hogares con rentas más elevadas es la solución mágica a los grandes retos que plantea el siglo XXI.
Subir los impuestos a los que más poseen es una vieja medida estrella que raramente ha tenido los efectos deseados. Pero en el contexto actual de endeudamiento público a niveles de recuerdo histórico, combinado con la necesidad de realizar inversiones millonarias para satisfacer las exigencias del plan industrial Green Deal (Pacto Verde) de la Comisión Europea, subir impuestos se ha convertido en muchos países en una opción que se plantea en serio.
En España mismo, el gobierno de Pedro Sánchez ya ha explicado en Bruselas que piensa incrementar la recaudación total en un 25% entre 2022 y 2026, lo que implicaría inevitablemente subidas de impuestos. Y eso en un país que ya hace un esfuerzo fiscal de un 50% superior a la media de la UE.
Efectivamente, como Converses ya recogía hace unos meses, en España quienes pagan impuestos son una minoría: las prestaciones públicas que reciben el 60% de los hogares españoles son superiores a los impuestos que pagan, lo que implica que sólo un 40% de los hogares paga por el conjunto del país.
En Francia el problema es similar, con sólo un 44% que paga impuesto sobre la renta. Una minoría que además se pretende que siga incrementando su carga fiscal.
Un informe reciente del economista Jean Pisani-Ferry recomendaba al gobierno de Emmanuel Macron que instaurara un nuevo impuesto sobre el patrimonio al 10% de franceses que más renta paga, con el objetivo de recaudar 5.000 millones de euros anuales que servirían para financiar la transición ecológica.
La razón de tasar a los que más tienen no sería sólo incrementar la redistribución de la renta, sino castigar a quienes generan “una huella ecológica” mayor. Se entiende que las personas con mayor poder adquisitivo contaminan más porque cogen más el avión, van más en coche y viven en hogares mayores.
Evidentemente, este nuevo impuesto sería en principio «temporal» y «excepcional». Sin embargo, en la práctica se trataría de imponer una nueva carga al 10% de los hogares que ya pagan más impuestos sobre la renta y que, como hemos visto, ya son una minoría tanto en Francia como en España.
Medidas como éstas resultan aún más injustas si se tiene en cuenta que los jubilados que disponen de importantes almohadas financieras pero que no generan ingresos notables sometidos a la declaración de la renta escapan sin problema.
Las empresas tienen igualmente numerosos instrumentos para escapar a subidas similares del impuesto de sociedades, como “exteriorizar” beneficios o cambiar su sede social.
La carga se concentra otra vez en los hogares relativamente jóvenes, incluyendo aquellos formados por parejas con hijos o en edad de tenerlos.
La realidad es que, a base de aumentar los impuestos a las rentas más elevadas, en Francia prácticamente no quedan ya residentes fiscales realmente ricos. Basta con apuntar que el área metropolitana de Londres es la sexta población con más residentes franceses del mundo, y que su barrio francés, Kensington, es precisamente uno de los más acomodados de la capital británica: los franceses con mayor poder adquisitivo ya hace tiempo que se han ido masivamente del país.
Así pues, el 10% de los hogares contribuyentes que se verían afectados por el impuesto extraordinario ecologista estarían triplemente penalizados: ya son los que más impuestos pagan en Francia (1), contribuyen por tanto desproporcionadamente a las políticas sociales del gobierno al haber decidido quedarse en el país (2), y en buena medida son hogares jóvenes y por tanto los que más potencial retienen, tanto económico como familiarmente (3).
Ésta es la realidad de políticas bien intencionadas para afrontar los grandes retos de nuestro siglo, pero que en la práctica resultan tan injustas como ineficientes por la pérdida de recaudación que a largo plazo acaban generando. Subir impuestos a las familias en un contexto de enorme presión fiscal sobre las clases medias y medias altas genera más problemas que resuelve .