El crecimiento de la clase media desde los años 60 ha sido uno de los grandes logros de la economía y de la política española y es el que ha permitido asentar sin trastornos un sistema democrático.
Pero este crecimiento no sólo se ha detenido en este siglo, sino que ese grupo social se ha reducido. La recesión económica significó una alteración muy sustancial al generar un aumento de la desigualdad y una mayor polarización de los ingresos. Muchas personas de clase media experimentaron la reducción de sus ingresos o la pérdida del puesto de trabajo.
Desde el 2000, que fue el momento en que este grupo era más numeroso, la clase media ha perdido entre 8 y 10 puntos porcentuales (pp). Ha pasado de significar el 66% a situarse por debajo del 58% y según otros cálculos el 55%. Es necesario considerar que esta cifra agrupa tanto la franja alta como baja de este grupo social. Por otro lado, el estamento de menores ingresos ha crecido en 7 pp y ya representa casi 1/3 del total de la población.
Este proceso de degradación conlleva un importante malestar social, porque si es malo tener pocos ingresos, aún es peor reducir el nivel de renta que se tenía. La crisis de 2008 ha significado un golpe tan importante como el que da la idea de que la mitad de la población ha visto recortada su renta. Y aquí tenemos una de las claves que hay en el trasfondo de estas elecciones: El descontento con una dinámica que genera un empobrecimiento, mayor o menor, de muchos hogares. Estamos hablando de aquellos cuyos ingresos se sitúan entre el 75% y 200% de los ingresos de la media del país.
La característica española en ese momento, comparada en el contexto europeo, es el de un aumento de la desigualdad. Hay más distancia entre los más ricos y la gente de menos ingresos, y la reducción de la clase media. De hecho, estamos más cerca de la estructura extrema de EEUU que de la propia de los países centroeuropeos. Pero es que incluso en relación con la OCDE nuestra clase media es menor porque en el conjunto llega al 61% y esto significa al menos entre 6 y 7 puntos más que la dimensión española.
Al mismo tiempo, se produce otro fenómeno que es del envejecimiento de la población autóctona y este proceso ya de por sí conlleva una caída de la renta.
Las personas cuando se jubilan, y más a partir de los 75 años, constituyen el grupo de población con menos ingresos. Incluso menos que el otro grupo que ocupa también una posición inferior, que es el de los menores de 30 años. Tenemos, por tanto, la combinación de dos dinámicas. La de la evolución económica que ha hecho pagar los costes de la crisis aparte de la clase media y la de menores ingresos, y el que es fruto del envejecimiento.
El gobierno español al mantener las pensiones indexadas en la inflación juega una poderosa carta electoral porque envía el mensaje de que él protege estas rentas que son contempladas globalmente como las más débiles, y éste es un punto a favor, que el PP y otros opositores no han valorado en el planteamiento de su campaña.
Pero al mismo tiempo Sánchez sufre una sangría de voto relacionada con aquellos segmentos de la clase media que han perdido ingresos. Si a este hecho se le añade que la vivienda, la educación y la salud se llevan más de la mitad de los presupuestos familiares, y éstos son servicios prestados por el estado, y además la inflación, que es el otro grande componente del gasto, junto a una parte mucho más sustancial de la renta, que lo hacía antes de la covid, tendremos un escenario marcado por la frustración, el disgusto y una sensación de vulnerabilidad económico-financiera que está muy ligada también al aumento de los niveles de endeudamiento.
En contra de la tendencia habitual en este grupo social, 1 de cada 3 familias consume más de lo que gasta y el nivel de sobreendeudamiento, que expresa una relación entre endeudamiento e ingresos superior a 3, afecta al 15% de las familias y supera claramente la situación de las economías de nuestro entorno.
Todo esto genera una mala ambiente que tendrá traducción económica. Habrá que ver en el peso de la balanza el efecto pensiones al lado del efecto malestar económico de la clase media. Pero sin duda en estos momentos el gobierno juega en campo contrario y cuando alguno de sus elogiadores dice que se han de reconocer las buenas políticas que ha hecho, Sánchez ignora cuál es el territorio social que en estos momentos caracteriza al país.