La madre de los huevos, o en términos menos populares, el nudo gordiano de nuestra situación económica pasada, presente y futura es la productividad. Y no sólo la laboral, sino la del capital y sobre todo la del total de los factores (PTF), que en definitiva es una medida económica que define la eficiencia de cómo se utilizan todos los recursos productivos, el trabajo, el capital, la tecnología y la capacidad de gestionarlos y combinarlos de la mejor forma posible.
Si la productividad no es buena, la competitividad será mala o se tendrá que buscar devaluando los salarios, que es lo que ahora ocurre en España, mientras que hasta hace relativamente poco se hacía por medio de los despidos. En la actualidad los salarios españoles son un 20,2% inferiores a la media europea y esto es mucho y además creciendo en la diferencia desde 2008. Detrás de todo esto, como de la dificultad en recuperar la gran caída ocasionada por la crisis de la covid, existe nuestro déficit de productividad. A pesar de esta evidencia, no forma parte de la agenda política ni electoral, y el gobierno y los partidos de la oposición prácticamente no hablan de ello.
De hecho, no hablan ni siquiera los sindicatos y los empresarios, que teóricamente deberían ser los primeros interesados. En el reciente acuerdo social se ha hablado sólo de cuánto se paga, pero no de por qué se está pagando. Se negocia teniendo en cuenta el índice de precios, pero no se introduce en absoluto cuestiones básicas como son la de la participación de los trabajadores en los beneficios empresariales y la vinculación de los salarios a la productividad, demostrado que son motores que mejoran no sólo los salarios sino también los resultados empresariales, al hacer crecer la productividad de la empresa por una mayor implicación del trabajador. Normalmente, es la parte empresarial la que tiene interés en que se produzca esta relación entre salarios y productividad, por lo que las empresas que van mejor pueden pagar más. Pero, mira por dónde, siempre acaba surgiendo el “Spain is diferent” porque en esta negociación los que han puesto sobre la mesa aumentos salariales vinculados a los márgenes empresariales ha sido CCOO, mientras que ha sido la CEOE quien se ha opuesto.
Profundizar en esta cuestión daría mucha tela que cortar porque en su trasfondo se encuentran razones profundas de la pérdida de productividad española y la responsabilidad que los propios empresarios tienen en ésta.
El factor clave de la productividad es el capital humano que, generado a partir del capital social de las familias, las otras instituciones de la sociedad, sobre todo educativas y laborales, pueden mejorarlo, pero también empeorarlo. Y desgraciadamente éste es el caso de España. El estudio realizado por la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) señala que el capital humano del país en lugar de mejorar se ha reducido un 19% desde principios de siglo y también lo ha hecho en términos reales, es decir, descontando la inflación, en un 5,6%.
Es una noticia muy mala. Primero porque ese tipo de capital es el más importante de todos. En 2021 fue de 15,2 billones de euros, cuatro veces más que el stock del capital físico. Por tanto, perdemos pistonada en el que es el principal motor económico. Pero además es que la perdemos mientras los demás países la ganan porque durante el período 2000-2018 la posición de España comparada con el resto de países de nuestro contexto económico ha empeorado y le ha hecho perder ventajas. En contrapartida, el capital físico ha crecido un 61% en términos reales, es decir muchísimo. Pero claro, éste es un desequilibrio que no es llevadero y que de hecho lo expresa de forma indirecta el endeudamiento sistemático y creciente de nuestra economía a pesar de la importancia de los recursos de capital que nos vienen de Europa a través de los fondos.
Si baja nuestro capital humano, mejorar la productividad es imposible y el resultado es que la renta per cápita española siempre estará por debajo de la media de la UE. Actualmente, es un 15% inferior y se sitúa en los 24.590 euros de PIB por habitante, una cifra muy similar a la que disponía en términos reales en 2007.
Mientras no se aborde a fondo el problema de la productividad y el capital humano español, difícilmente el país mejorará aunque, desde el poder, quieran hacernos creer lo contrario.