Es algo público y notorio que las ayudas españolas a la natalidad y a la familia son de las más migradas de Europa, aunque la situación demográfica es exageradamente mala.
En 2021 la tasa de natalidad fue de 7,12 nacimientos por 1.000 habitantes, muy baja, y la de fertilidad de 1,19 hijos por mujer en edad de infantar, cuando la tasa de reposición, es decir el número de hijos por mantener constante la población, se sitúa en 2,1. España había alcanzado todavía niveles más bajos en el período 96-98 del siglo pasado cuando la tasa de fertilidad se situó en el 1,13. Pero vino la ola migratoria y se logró que se incrementara hasta el 1,44, valor máximo alcanzado en el 2008. A partir de entonces, inmigración incluida, el bajón ha sido continuo.
La situación en Cataluña pese a ser mala, es algo mejor: 7,58 de tasa de natalidad y 1,23 la de fertilidad. Si bien hay que advertir que también en 1996 se alcanzó un máximo de 1,53, por tanto, ya se ve que el bajón y su ritmo es importante. De hecho, en el período 2000-2016 Cataluña tuvo una tasa de crecimiento de población de las más grandes de Europa y de los países industrializados. Concretamente, la población creció a un ritmo de 1,03% anual mientras que EEUU, que tiene un buen dinamismo demográfico, lo hizo con un 0,86%, la zona euro un 0,38%, la UE- 28 el 0,30% y España un 0,36%. Este gran impulso se produjo sobre todo a inicios de siglo, entre 2000 y 2007. Si esta ola no se hubiera producido, la situación demográfica sería mucho peor, y como nada hace pensar que se produzcan hechos de esta dimensión hay que decir que la bajada continuará.
La falta de hijos es evidente. En España hay 18,7 millones de hogares, pero sólo 6,2 millones están formados por parejas con hijos y 1,9 millones por un padre o una madre con hijos. En total, algo más de 8 millones de hogares, menos de la mitad de la cifra total. En paralelo existen 4 millones de parejas sin hijos.
A esta situación crítica suele responderse apelando a la inmigración, pero no se tiene en cuenta que, dada la estructura productiva de España el perfil del inmigrante que llega a nuestro país y el sector en el que trabaja da como resultado una menor productividad. Concretamente, según el estudio realizado por CCOO con datos de la EPA, las diferencias de productividades entre autóctonos e inmigrantes se sitúan en el 18,7%. Por tanto, esta vía significa aumentar la dificultad crónica que tienen la economía española y catalana para mejorar su productividad, condición necesaria para hacer crecer la renta.
Para hacer crecer a la población y acercarnos a la necesaria cifra de reemplazo, un objetivo cada vez más utópico, hay que subrayar el papel destacado insustituible que corresponde a las familias numerosas. Porque son las únicas que con 3 o más hijos garantizan el excedente necesario para acercarnos a la cifra de 2,1. Por esta razón, en toda Europa las familias numerosas reciben importantes ayudas de carácter universal, es decir, con independencia de su nivel de ingresos, para que la recompensa que se les otorga, sea con subvenciones, desgravaciones o determinadas ventajas en los costes de los hogares y de la educación, no es porque tengan una situación económica más o menos difícil, que la mayoría la tienen, sino porque son un modelo a optimizar, puesto que su naturaleza es beneficiosa para el conjunto de la sociedad.
Son ayudas universales porque responden a un modelo escaso y que quiere fomentarse. Desatendiendo estos criterios y por razones de la eterna trifulca política con la Comunidad de Madrid, el ejecutivo de Sánchez camina en sentido inverso a pesar de la crisis de población y ha anunciado que persigue restringir los bonus de consumo eléctrico que beneficiaban a este tipo de familias si sobrepasan un determinado nivel de renta.
Es un error extraordinario y demuestra cómo el lastre de la ideología y del oportunismo político del gobierno le impiden desarrollar políticas homologables con el conjunto de la UE, en lo que se refiere a la natalidad y a las familias en general y a las familias numerosas en particular.