Madrid, donde se concentra el grueso de esta presencia feminista por el 8M, registró dos manifestaciones. La de la Comisión del 8M, la que podríamos decir la manifestación oficial en la que participaban tanto el PSOE como UP, con una presencia al completo de todas las ministras, aunque separadas en función de su partido. Y la manifestación del movimiento feminista de Madrid que reunía a lo que se ha denominado el feminismo clásico y que se concreta, sobre todo, por su oposición a la ley trans y a la ministra Irene Montero. No son las únicas diferencias, también les separan posiciones radicalmente enfrentadas sobre la prohibición o no de la prostitución y la legalización de los vientres de alquiler.
En todo caso, la suma de ambas manifestaciones concentró a poca gente. La oficial 17.000 personas y, evidentemente, fue un pinchazo de dimensiones monumentales. Las del movimiento feminista clásico se declararon suficientemente satisfechas porque alcanzaron las 10.000 personas. En total, por tanto, agruparon a unas 27.000 manifestantes. Queda muy lejos de la cifra del pasado año que oficialmente concentró a 56.000 personas. Pero es que esta dimensión ya fue un fracaso porque en el 2020, el año de la cóvid, y el año también de las críticas a haberla convocado a pesar de la pandemia, alcanzaron las 120.000 participantes. Pero si retrocedemos al 2019, aún se ve mayor el decalaje, porque en ese año, el de mayor demostración de fuerza del feminismo y cuando Sánchez estaba en el gobierno sin UP, se reunieron 350.000 manifestantes. La expansión de este movimiento en la calle se inició en el 2018 con una huelga feminista, que si bien tuvo una escasa repercusión laboral, sí logró reunir a 170.000 personas en la calle.
Las diferencias entre lo que ha sido y lo que es, señalan claramente un declive: 170.000-350.000-120.000-56.000-(17.000+10.000). Que esa sea la tendencia definitiva o no está por ver, pero la realidad en estos momentos es esa.
En Barcelona la presencia en la calle fue muy migrada, apenas debió llegar a 2.000 personas difíciles de contabilizar porque no era tanto una manifestación compacta, sino grupos de mujeres que caminaban separadas unas de otras. También porque estos grupos se concentraron en lugares diferentes de la ciudad, si bien acabaron confluyendo, cortaron el tráfico, vete a saber porqué, en la avenida de la Diagonal y también en la Meridiana.
Otro corte más corto en el tiempo se produjo en la calle Aragó y su recorrido por el Eixample, ya de por sí colapsado, creó un desorden monumental en la circulación, tanto de entrada como de salida de la ciudad en la hora que precisamente la gente sale de trabajar. Las consecuencias se extendieron fuera de Barcelona ocasionando retenciones de hasta 12 km. en la B-23, en la C-58 y en la C-33.
Muchos conductores celebraron, contra su voluntad, esta festividad feminista encapsulados dentro de sus coches, quemando gasolina y sin poder avanzar ni un paso. La Guardia Urbana, o bien no tenía idea de las manifestaciones o actuó de forma improvisada. De hecho se concentró allá donde ésta se producía, pero dejó desatendidos de servicio los colapsos producidos en la entrada y salida de la ciudad por la Diagonal.
También se produjo una agresión de un grupo de mujeres con patadas y puñetazos a un foto-periodista, Emilio Morenatti, que cubría el recorrido ejerciendo su profesión. Le atacaron porque “intentaba tomar fotos”. También se produjo otro incidente cuando una mujer que volvía con su hijo pequeño de la escuela en coche intentó atravesar el hilo de manifestantes de la Diagonal y algunas de las chicas presentes subieron al capó y otras intentaron detener el coche hasta que intervinieron los Mossos d’Esquadra.