Como ya sucedía en el caso de la medida del número de médicos que expresaba unos niveles más altos que el común denominador en la UE, a pesar de las evidentes carencias de atención médica que la población está registrando (siempre según los datos del Anuario Regional de Eurostat 2022), sucede algo similar con los indicadores educativos, donde se produce la paradoja entre los resultados mucho más que aceptables de España y de Cataluña en relación con el contexto de la UE y los resultados PISA, que expresan el nivel de conocimientos, o si se desea en otros términos, el rendimiento escolar en tres ámbitos específicos: lectura, matemáticas y ciencias.
Los datos del Anuario de Eurostat nos informan sobre una serie de parámetros. El primero de ellos es la tasa de participación de la educación primaria. España presenta como conjunto unos niveles más altos que la mayor parte de Europa, incluida Alemania, con la excepción de Francia, que es la que con diferencia alcanza las máximas cotas, Irlanda y el sur de Italia.
En este contexto Cataluña, la Comunidad Valenciana y Madrid presentan niveles ligeramente inferiores. Si 100 es el óptimo y la mayor parte de España se sitúa en el 97,5, Cataluña lo hace en el 96,4. Pero es que regiones tan importantes como Babiera alcanzan sólo 93,3. Desde este punto de vista, el de educación primaria, los resultados de España y los de Cataluña, con el matiz señalado, serían comparativamente buenos.
Un segundo indicador es el de estudiantes matriculados en la educación secundaria superior, es decir, bachillerato y formación profesional de segundo grado. En este caso también se produce en líneas generales un resultado similar al anterior e incluso mejor, porque en este caso los resultados españoles son perfectamente comparables con los franceses y sólo superados por Irlanda, Islandia, Grecia y Lituania. Por lo general se está por encima de las regiones centrales de Europa, incluidas las alemanas, y evidentemente todas las del este y gran parte de Italia.
A diferencia de la primaria, Cataluña ocupa un nivel destacado. Se ubica en la franja de máximos con un porcentaje igual o superior al 65%, una posición que comparte con Andalucía y Madrid. En el caso español quien encabeza la clasificación es precisamente la comunidad andaluza. Está claro que, y éste es un llamamiento de atención sobre la significación de estos datos, las regiones griegas presentan mejores resultados que las catalanas y las madrileñas ocupando todos los primeros lugares. Tendríamos por tanto en este segundo ítem una valoración también positiva.
Un tercer elemento es el de la población de 20 a 24 años que tiene un título de educación secundaria superior, es decir, bachillerato o FP de nivel de segundo grado. En este caso, la situación española y catalana ya no es tan buena. Se sitúa claramente por debajo de Francia, Italia y de la mayor parte de regiones alemanas, polacas y centroeuropeas. Como en todos los demás casos, destacan los buenos porcentajes griegos que vuelven a situarse en máximos.
En el caso catalán, en relación al máximo que se sitúa en una magnitud igual a 95 o más y con una media para el conjunto de la UE de 84,6, sólo alcanza un 78,1, y sólo tiene por detrás Castilla la Mancha , Andalucía y Murcia. Aquí podríamos detectar un punto flaco en general de España y especialmente de Cataluña.
Una cosa es el número de personas que se encuentran dentro de un determinado ciclo educativo, y aquí los resultados son buenos, y otra cosa son aquellas que terminan los estudios y, por tanto, como vemos en este indicador obtienen la titulación. Estadísticamente, esta flaqueza desaparecerá con la nueva ley de educación dado la facilidad para aprobar curso y la desaparición de los repetidores. Será un maquillaje estadístico, pero que naturalmente se notará en los futuros resultados del Anuario de Eurostat. En cierto modo nos estaremos haciendo trampas en el solitario.
Porque a la vez que conseguimos resultados buenos en el porcentaje de población escolarizada y muy inferiores en alumnos titulados de secundaria post obligatoria, también tenemos una mala posición en los resultados PISA, que sería la otra cara de la moneda, la medición desde el punto de vista de conocimientos que tienen estos alumnos matriculados a los 15 años.
Los resultados PISA actualizados a diciembre de 2021 en ciencias y matemáticas, porque la prueba de compresión lectora fue suspendida por las irregularidades que se detectaron, señalan que se sitúa por debajo de la media de la OCDE. En la de ciencias la de la OCDE está en los 489 puntos y España en los 483. Mientras que en matemáticas, la OCDE presenta el mismo valor numérico y España ve reducida su puntuación a 481 puntos. En ambos casos además se muestra una inflexión de resultados a partir de 2015, y lo que era una tendencia a aproximarse a la media de la OCDE se convierte ahora de nuevo en el crecimiento de la diferencia en términos negativos para España.
En este contexto Cataluña se sitúa en una posición que podríamos denominar aurea mediocritas . En ciencias somos la séptima comunidad autónoma sobre un total de 17 y una puntuación de 489 puntos, por tanto, igual a la media de la OCDE, mientras que en matemáticas retrocedemos a la posición 9 y alcanzamos una puntuación de 490 puntos, un punto por encima de la media de la OCDE. Ciertamente, no podemos consolarnos pensando que estamos enrasados en ese valor medio, pero que a la vez en el contexto español, que no es precisamente para tirar cohetes, nos situamos hacia la mitad de la clasificación.
Tal y como nos preguntábamos en el caso de los médicos, aquí es necesario hacer una reflexión similar, como es la falta de relación entre los aspectos cantidades que señalan un buen nivel de matriculación comparado con el contexto europeo, pero al mismo tiempo los bajos resultados que obtienen los nuestros alumnos.
Seguramente hay un problema de contenidos, capacidades docentes, organización, entre otras razones y, por tanto, la primera reflexión que se nos ocurre es que no es tanto un problema derivado de disponer de menos medios que en el conjunto de la UE, sino que éstos tienen un rendimiento más bajo. Toda una reflexión que choca con la inercia habitual de pensar que la solución siempre radica en pedir más y más, y nunca contemplar cómo hacerlo mejor.